Un sacerdote se había liado, asuntos de mujeres y económicos. Estaba en la consulta para empezar la remontada y se lamentaba: “si hubiera cuidado desde el principio lo que me enseñaron, no estaría ahora aquí”. Algo de lo aprendido sí aplicaba: dejarse ayudar por quienes le querían y recomenzar.
Los límites ¿son algo específico de los sacerdotes? En una consulta con un directivo de una multinacional, también liado, le explicaba algunas herramientas básicas para cuidar los límites, y él preguntaba: “¿y esto, por qué no lo enseñan en el MBA?”.
Los límites ayudan tanto a evitar aquello que nos aparta de quienes somos (relaciones afectivo sexuales, gastos de dinero inadecuados) como a no sobrecargarnos con tareas, excesos de atención a personas, responsabilidades desproporcionadas de problemas, descuido de la vida espiritual o del descanso y cuidado.
Otro sacerdote -con gran desarrollo de tareas y con muchas personas en dirección espiritual- decía en una conversación amistosa: “me dicen que descanse, pero ya descansaré en la vida eterna”. En parte tenía razón, pero no todos tenemos su capacidad física y mental. Hay coches todoterreno que pueden ir por cualquier sitio y otros de alta gama que necesitan ir por carretera. Mejor ir a 80 km/hora durante muchos años, que ir a 150 y quemar el coche en poco tiempo. La custodia no es represión, es cuidado y protección de lo personal.
Cuidar los límites
El objetivo, y consecuencia, de los límites es que te personalicen, que te hagan más tú, que te autentifiquen. Por esto tienen sentido, te mantienen a salvo, te cuidan, aportan seguridad, potencian tu dignidad y custodian quién eres. También generan respeto y cuidado a quién es la otra persona, quiénes conforman mis grupos y comunidad, y lo que corresponde a la institución a la que pertenezco. Algunas ideas para cuidarlos:
1.- Estate siempre de ida. Si te percibes cínico, rencoroso, que ya te lo sabes o que nada te asombra, ¡que salten las alarmas! Acude al médico del alma o de la psique para ver qué ocurre. Hay remedios caseros como el agradecimiento por tanto que recibes cada día, planificar el día con actitud de sacarle fruto y disfrutar, entrenar la capacidad de asombro, y buscar la novedad en cada momento que es histórico y jamás se repetirá.
Un jueves cualquiera acudí a Misa a un pueblo de 1200 habitantes. La iglesia estaba limpia, con flores frescas, la custodia con el Santísimo sobre el altar, el sacerdote revestido, con capa pluvial y cantando con ánimo, como un día de gran fiesta. El pueblo asistente eran 3 personas. ¡Aquel hombre estaba de ida! Atiende a las señales. Inocencia no es ignorancia ni puerilidad.
2- Los católicos también se contagiaron del COVID. Lo normal es que te pase lo mismo que a los demás, eres normal. Así, custódiate, porque lo que llevas entre manos es extraordinario. Tesoro en vasos de barro. Cuando toque mascarilla, mascarilla.
3.- Haz caso a las señales. Si huele a quemado, mira a ver si es sólo una tostada o está ardiendo la cocina. Haz caso a los signos, tanto propios como ajenos.
4.- Cuanto antes actúes mejor. Un amigo sacerdote se había enamorado de una chica a la que acompañaba espiritualmente, pero él no terminaba de aceptarlo. Jamás había cruzado ningún límite, pero tampoco cortaba y pedía a otro que se hiciera cargo. El despertar vino cuando una catequista mayor le habló a solas y le dijo “o cortas ahora que no ha pasado nada todavía, o te vas a meter en un gran tormento”. Antes se apaga una chispa que un incendio.
5.- A los incendios no vayas solo ni en bañador. Cuando haya problemas o excesos de actividad, prepárate adecuadamente para actuar eficazmente y que te acompañen tus aliados, humanos y sobrenaturales.
6.- Lo raro es raro y, además, termina mal. Todo lo que te llame la atención que se sale de lo sano, ponlo en cuarentena y no dejes que crezca. Si no te aclaras pide opinión a alguien que te quiera.
7.- El fuego quema y el agua moja. La distancia adecuada con cada persona y situación, te permite estar en el sitio que te hace auténtico, no invadir, ni sobrecargarte, no hacerte daño ni molestar. A la distancia adecuada de la hoguera te calientas bien. La verdadera empatía no se enfanga.
8.- Recoges lo que siembras. Si es escucha, empatía, elegancia y estilo, cuidado y atención, estupendo. Si recoges lío, desequilibrio o desorden, mira a ver qué semilla siembras. El buen rollito genera malos rollitos.
9.- Si quieres ir a La Coruña, toma la carretera de La Coruña. Toma el camino de tu verdadera vida cada día, y mira los carteles de la carretera que te informan por dónde vas y por qué pueblos pasas. Si no te cuadra, es momento de frenar y recalcular el itinerario.