Evangelización

Nuestra Señora del Monte Carmelo, Madre y Reina de los Carmelitas

Una advocación muy popular de la Virgen María es Nuestra Señora del Carmen, que la Iglesia celebra el 16 de julio. Las Carmelitas descalzas del Convento de San José (Ávila), escriben para Omnes sobre Nuestra Señora del Carmen. Abordan, por ejemplo, la visión de san Simón Stock, y la devoción de santa Teresa de Jesús a la Virgen del Monte Carmelo.

Carmelitas descalzas. San José de Ávila·16 de julio de 2025·Tiempo de lectura: 4 minutos
Virgen del Carmen entrega el escapulario a san Simón Stock.

'La Virgen entrega el escapulario a san Simón Stock', Nicolás Mignard (1606-1668) (Calvet Museum, Wikimedia commons).

Una de las advocaciones más populares de la Virgen es, sin duda, la de Nuestra Señora del Carmen, la Virgen materna y amorosa que sostiene en uno de sus brazos al Niño Jesús mientras ofrece con su mano el santo Escapulario. 

Patrona del Mar, de multitud de pueblos e iglesias, titular de la Orden del Carmen y especial abogada de los que están a punto de partir para la otra vida. Pero, ¿de dónde surgió este título, este icono familiar y entrañable, esas antiguas promesas de salvación y asistencia incluso para los que están en el Purgatorio?

¿Es acaso solo una leyenda la que se representa en tantos cuadros e imágenes, que nos la pintan entre nubes vaporosas, ángeles y flores, entregando el Escapulario a un anciano carmelita de barba gris? ¿O bien extendiendo su capa blanca sobre un coro de frailes y monjas vestidos como su Reina y Patrona?… 

La oración de san Simón Stock

Sin embargo, nada más real que este hecho mariano alrededor del cual gira toda la Historia y la espiritualidad de los carmelitas. Esta singular y misteriosa Orden medieval, surgida no se sabe muy bien en qué época ni de qué manera, procedente de un movimiento eremítico en Tierra Santa, que empezó a tomar forma canónica a principios del siglo XIII, tiene su momento cumbre en esa dulcísima escena. 

Un superior General procedente de Inglaterra, Simón Stock, se encuentra preocupado y abatido por el futuro de su Orden. Pide y suplica a la Virgen con una plegaria que se ha hecho célebre, que proteja y ampare sus hijos:

Flos Carmeli – vitis florigera

Splendor coeli – Virgo puerpera singularis

Mater mitis – sed viri nescia

Carmelitis – da privilegia

Stella maris

¿Qué privilegio es el que pedía el venerable Superior? El de poder continuar aquel modo de vida profundamente contemplativo que existía desde los comienzos de la Orden. El de poder seguir siendo fieles al carisma original en una tesitura canónicamente muy complicada, que hubiera amenazado con la supervivencia del Carmelo. Es entonces cuando la Virgen responde, ofreciendo más de lo que se le pedía.

El santo Escapulario

Uno de los mejores historiadores de la figura de S. Simón Stock nos describe así la escena: “… Al cual la bienaventurada Virgen se le apareció asistida de multitud de ángeles llevando en sus benditas manos el escapulario. Y se lo entregó diciendo: “Esto será para ti y para todos los carmelitas una gracia: el que muera con él no padecerá al fuego eterno. Manda hermanos al Romano Pontífice Inocencio, que yo te lo volveré favorable, y confirmará vuestros privilegios…”. (Ildefonso de la Inmaculada, San Simón Stock. Reivindicación histórica, p. 100. Valencia 1976).

Pero hay más. En la Orden de los carmelitas fue creciendo, en especial durante los siglos XIV y XV, una conciencia cada vez más intensa de ser, por excelencia, la Orden de María Santísima. Grandes poetas como Bautista Mantuano o Arnoldo Bostio. Teólogos y escritores como Juan de Hildesheim, Juan Grossi, Tomás Bradley o Juan Paleonidoro. Superiores e historiadores del Carmelo a porfía, pusieron su pensamiento y sus plumas al servicio de la devoción mariana. 

La gran fiesta del 16 de julio

Una devoción que poco a poco fue concretándose en la gran fiesta del 16 de julio, en la que se recogía toda la gran tradición anterior y se le daba un nuevo impulso. La fiesta del Carmen se llamó en principio la fiesta de “los beneficios de Nuestra Señora para con su Orden”. Después se la llamó la fiesta del Escapulario. Y finalmente, como la conocemos hoy: “Nuestra Señora del Monte Carmelo”, a la que los religiosos honraban como Madre, Hermana, Patrona, modelo, intercesora y la joya más preciada de su Orden.

La multitud de milagros físicos y espirituales obrados por medio del santo Escapulario (devoción que se extendió muy pronto y con gran aceptación por el pueblo fiel) hicieron de esta advocación, como hemos dicho antes, no solo un tesoro amadísimo de los carmelitas. También algo verdaderamente entrañado en el corazón del Pueblo de Dios.

Devoción de santa Teresa de Jesús a la Virgen del Monte Carmelo

Se ha estudiado poco la devoción de Santa Teresa de Jesús a la Virgen María. No nos debe extrañar, pues en sus escritos las alusiones que hace a Ella están muy dispersas y es necesaria una mirada atenta para descubrirlas. 

Sin embargo, la gran Reformadora del Carmelo no solo fue un alma profundamente mariana, sino un verdadero lugar teológico. Donde el misterio de María se encuentra con tal riqueza, tanta variedad de matices y de forma tan completa que la Santa merece puesto de honor entre los santos singularmente marianos. 

El rezo del Rosario y un largo etcétera

El rezo del Rosario, que aprendió de labios de su madre doña Beatriz de Ahumada. Los misterios y fiestas de la Virgen, que aparecen todos relacionados con algún hecho importante de su vida. El considerar el Carmelo como la Orden de la Virgen en cada pequeño detalle, ya son indicios de esta tierna y profunda devoción. A la sombra blanquiazul de la Inmaculada consigue convertir al cura de Becedas. El día de la Asunción recibe tres portentosas gracias místicas, dos de ellas en relación con la Reforma Descalza; gusta renovar su profesión en la fiesta de la Natividad de la Virgen… Y así un largo etcétera.

La visión de la protección de la Virgen

La Orden de la Virgen, las casas o palomarcitos de la Virgen, el hábito de la Virgen o la Regla de Nuestra Señora son expresiones habituales en ella. La merced recibida en el coro primitivo de San José de Ávila, en que ve a la Virgen proteger con su capa blanca a la primera comunidad fundada por ella, es del todo emblemática. Quizá es la única vez que se refiere a la Virgen del Carmen, pero no como la Virgen del escapulario. Sino como aquella que guarda de un modo especialísimo a aquel primer convento cuyas moradoras tendrán “un alto grado de gloria” (Libro de la vida 36, 24).

Por citar un párrafo especialmente expresivo de sus escritos, puede servirnos de broche de oro éste del Libro de las Moradas. En él pone ante los ojos de sus monjas a la Virgen como Patrona e ideal de su vida:

“Pues tenéis tan buena Madre”

“Bien sabe su Majestad que sólo puedo presumir de su misericordia, y ya que no puedo dejar de ser la que he sido no tengo otro remedio sino llegarme a Ella  y confiar en los méritos  de su Hijo y de la Virgen, Madre suya, cuyo hábito indignamente traigo y traéis vosotras”. 

“Alabadle, hijas mías, que lo sois de esta Señora verdaderamente y así no tenéis para qué os afrentar de que sea yo ruin, pues tenéis tan buena Madre. Imitadla y considerad qué tal debe ser la grandeza de esta Señora y el bien de tenerla por Patrona, pues no han bastado mis pecados y ser la que soy para deslustrar en nada esta Sagrada Orden” (Terceras Moradas 1, 3).

 

El autorCarmelitas descalzas. San José de Ávila

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