El nombre Tomás significa en arameo “mellizo”. No sabemos si santo Tomás, uno de los primeros en dejarlo todo para seguir a Jesús, tenía un hermano. Es venerado como santo por católicos, ortodoxos y coptos, y sus restos se encuentran en Ortona (Italia). Allí se encuentran las reliquias del santo, que evangelizó Siria, Mesopotamia y la India.
Santo Tomás apóstol está ligado desde el siglo I al episodio de su incredulidad. Jesús resucitó, se apareció inmediatamente a los apóstoles, y les dijo “Paz a vosotros”. Pero Tomás no estaba allí. Ocho días después, narra san Juan, el Señor se les aparece de nuevo, a puerta cerrada, y dice a Tomás: “Pon tu dedo aquí y mira mis manos; extiende tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente”.
“Tomás respondió: “¡Señor mío y Dios mío!”. “Porque me has visto, has creído. Bienaventurados los que crean sin haber visto”, dijo Jesús (Jn 20, 24-29).
“¡Señor mío y Dios mío!”
El Martirologio romano dice: “Fiesta de santo Tomás, apóstol, quien, al anunciarle los otros discípulos que Jesús había resucitado, no lo creyó, pero cuando Jesús le mostró su costado traspasado por la lanza y le dijo que pusiera su mano en él, exclamó: “Señor mío y Dios mío”. Y con esta fe que experimentó es tradición que llevó la palabra del Evangelio a los pueblos de la India”.
En efecto, según esta tradición, santo Tomás evangelizó Siria, Babilonia, en Mesopotamia, donde permaneció siete años. Luego la India, y desde Muziris, donde existía una comunidad judía que en poco tiempo se hizo cristiana, viajó hasta llegar a China, por amor al Evangelio. De vuelta a la India, murió mártir atravesado por una lanza, el 3 de julio del año 72.