Evangelio

Vida divina en la Eucaristía. Corpus Christi (C)

Joseph Evans nos comenta las lecturas del Corpus Christi (C) correspondiente al domingo día 22 de junio de 2025.

Joseph Evans·19 de junio de 2025·Tiempo de lectura: 2 minutos

Melquisedec es una figura muy misteriosa que aparece en el libro del Génesis. Se nos dice que es un sacerdote que bendijo a Abraham, pero al que el patriarca dio después el diezmo, la décima parte de todo lo que tenía, un claro signo de la superioridad de Melquisedec. Luego desaparece de la Biblia sólo para reaparecer crípticamente en una línea del Salmo 110, siempre visto como un salmo sobre el Mesías: “El Señor lo ha jurado y no se arrepiente: ‘Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec’». Y luego, en el Nuevo Testamento, el autor de la carta a los Hebreos no duda de que todo esto se refería en última instancia a Cristo (véase Hebreos 7).

El nombre de Melquisedec, que significa “Rey de Justicia”, y el hecho de que fuera Rey de “Salem”, que significa “paz”, apuntan a Jesús, que es el verdadero rey de justicia y paz. Y el hecho de que simplemente aparezca, sin referencia a su ascendencia, y luego desaparezca, sin referencia a su futuro, le da un sentido de eternidad, que de nuevo se cumple en Jesús: “Sin padre, sin madre, sin genealogía; no se menciona el principio de sus días ni el fin de su vida. En virtud de esta semejanza con el Hijo de Dios, es sacerdote perpetuamente” (Hb 7, 3).

En la fiesta del Corpus Christi de hoy, la Iglesia nos ofrece este episodio sobre Melquisedec y el salmo en el que se le menciona. Se muestra a Melquisedec ofreciendo un don de pan y vino a Abrahán con el que le bendice. Pero Jesús va mucho más allá. No sólo es capaz de multiplicar el pan, como vemos en el Evangelio de hoy (un signo de su poder sobre la creación), sino que también puede dar al pan y al vino un significado e incluso una realidad completamente nuevos. Es el don de la Eucaristía, que san Pablo describe en la segunda lectura. Jesús supera con creces la bendición que Melquisedec concedió a Abrahán. Mediante este nuevo don del pan y del vino, Jesús nos da ahora su propia vida divina, el cuerpo y la sangre, la humanidad y la divinidad de Dios hecho hombre.

Con aquel antiguo don del pan y el vino, Melquisedec bendijo la misión de Abrahán, su viaje en obediencia al mandato de Dios, y celebró su conquista sobre sus enemigos. La Eucaristía es ahora el alimento para el camino de nuestra vida hacia Dios y la eternidad -para compartirlo con el Sumo y Eterno Sacerdote Jesús- y nos ayuda a luchar y ganar todas las batallas que tenemos que librar al servicio de Dios. El Jesús que multiplica el pan también puede “multiplicar”, transformar por completo, su realidad, haciendo de él mismo para nuestra salvación, el pan de vida eterna (cfr. Jn 6, 64).

Newsletter La Brújula Déjanos tu mail y recibe todas las semanas la actualidad curada con una mirada católica