Hablar con el escultor japonés Etsuro Sotoo es entrar en otra dimensión, más pausada y menos material, de la vida. Sotoo, jefe de escultores de la Sagrada Familia de Barcelona. Allí llegó “a picar piedra” y, a través de esta piedra, y de la figura y la obra de Antoni Gaudí se convirtió al cristianismo.
El pasado 26 de junio, Etsuro Sotoo fue el encargado de inaugurar la primera edición de la Noche de Santo Tomás Moro, una velada dedicada a reflexionar sobre el papel de la cultura en el mundo contemporáneo desde la inspiración cristiana, impulsada por la Fundación Cultural Ángel Herrera Oria.
Poco antes de este encuentro, Omnes pudo entrevistar al autor de la fachada del Nacimiento del templo catalán y hablar con él de esa “puerta de atrás” por la que entró a la fe.
Usted abre la primera edición de la Noche de Santo Tomás Moro. Otro Tomás, el Aquinate, habló de la vía de la belleza para llegar al conocimiento de Dios. La belleza, ¿es el principio o la meta?
– Es una buena pregunta. Hasta ahora nadie me ha preguntado esto. La belleza es inicio y final. Esta es la respuesta correcta. Porque desde el inicio del mundo está presente el arte y creo que, en el futuro todo mundo será artista. Es el último oficio.
Todo está avanzando, es muy claro en la tecnología. La vida cambia. Pero el oficio de artista no sólo no se perderá sino que todo el mundo será artista.
El último oficio de la humanidad es el arte. Todo el mundo disfruta del arte. Eso será nuestro futuro.
Este arte, esta belleza, ¿es entonces la vía “última”, la que todo el mundo puede tener, para llegar a Dios?
– Gracias a Dios no somos iguales. No todo el mundo comparte la misma causa por la que encontramos a Dios. Goethe dijo aquello de que “quien no posee ciencia y arte, qué tenga religión”, a través de la religión, encontrarás esa ciencia y arte. Si tienes estudios, encontrarás Dios en la religión. Al final todos llegamos al mismo sitio: los que tienen estudios y los que no, los ricos y los pobres…
En mi caso, soy japonés y yo llegué a través del trabajo. Trabajando. Dios me puso esta manera de conocerle. Yo quería hacer bien de mi trabajo, construir, hacer las esculturas de la Iglesia con todo su simbolismo. Allí me puso Dios “mi zanahoria”. Si quería hacer bien esa tarea en la Sagrada Familia tenía que estar en el mismo punto que Gaudí y, ¿dónde está Gaudí? En el mundo de Dios. Yo tenía que estar allí. Al inicio mi motivo no era espiritual, era simplemente “hacerlo bien”, el punto débil de los japoneses (ríe).
Mi entrada a la fe fue un tanto peculiar, casi me da vergüenza de confesarlo, pero llegamos al mismo sitio. Dios calcula bien. El principio fue conocerlo bien, para hacer bien mi trabajo; era una “puerta de atrás”, y entré. Luego el camino católico es ancho, todos caben: hay gente que empieza a correr, gente que va en zigzag, … Yo, como buen japonés fui pasito a pasito.
¿Podríamos decir que se encontró a Dios entre las piedras?
– ¿Por qué empecé a picar piedra? ¿Por qué me enamoré de la piedra? Porque, desde pequeño, yo tenía una pregunta. Ni siquiera era consciente de cuál era o el significado de esa inquietud que tenía. Entonces descubrí la piedra.
Empecé a picar piedra, casi de manera irracional. Era una fuerza que me llevaba ahí para encontrar respuesta. “Para responder a esa pregunta que tengo en mi interior hay que picar piedra”. No sé por qué pensé así; pero para saber cuál era la pregunta y encontrar la respuesta a esta inquietud interior necesitaba sudar, necesitaba, incluso, sangrar, para encontrar, formar mi pregunta y encontrar respuesta de esta pregunta de mi vida.
Me ayudó mucho; porque la piedra me ha llevado a la Sagrada Familia, la Sagrada Familia me ha presentado a Gaudí, y Gaudí me ha presentado al Gran Maestro, a Dios. Se ve que el camino no era erróneo, sino al revés, era correctísimo.
Entre las obras en las que usted trabaja, una de las más importantes es la de la Sagrada Familia de Barcelona. ¿Cómo es la tarea de terminar lo que Gaudí imaginó para este templo?
– Gaudí no dejó nada escrito sobre la Sagrada Familia. Por eso necesitaba ver de manera diferente su proyecto. Ustedes han nacido en una sociedad cristiana, muchas veces, han sido bautizados casi sin darse cuenta…
Mi caso no es así, -aunque acudí a un parvulario católico-. Podía ver o fijarme en cosas en las que muchos católicos de siempre, no se fijan. Lo que para los católicos de siempre es normal para mí era una joya.
Muchas veces soy como un bebé descubriendo una hoja y es un regalo que he recibido. He aprendido cosas muy hermosas y buenas, a través de unos ojos extranjeros.
La Sagrada Familia lleva más de un siglo construyéndose. En una época en la que prima la rapidez y “lo efímero”, ¿qué podemos sacar de esta realidad? ¿Merece la pena?
– La sociedad quiere todo rápido y fácil. Nos hemos olvidado de “sudar”, del sacrificio. Y el camino rápido no lleva al Gran Maestro. Sin sacrificio no encontraremos nada, no lo hemos encontrado así en toda la historia de la humanidad y esto no va a cambiar el futuro.
Si una madre, al criar a su bebé sólo piensa en “ahorrar”: dinero, tiempo, energía, amor…, el niño quizás crecerá físicamente, como una planta, pero no estará formado. Claro que aquí hay un secreto: este sacrificio se transforma por el amor.
Las madres se sacrifican con amor, con gusto. Este es el secreto que hemos olvidado intentando ahorrar. Todos, al final, sufrimos, nos sacrificamos, pero lo tenemos que hacer de manera correcta, necesitamos maestros y necesitamos al Maestro.