El Papa León XIV visita el Cementerio de Verano de Roma
El papa León XIV deposita un ramo de rosas sobre una tumba en el cementerio Verano de Roma el 2 de noviembre, día de los Fieles Difuntos.
El papa León XIV deposita un ramo de rosas sobre una tumba en el cementerio Verano de Roma el 2 de noviembre, día de los Fieles Difuntos.
San Martín de Porres (1579-1639), al que la liturgia celebra el 3 de noviembre, es conocido como el primer santo mulato de América. Nació en Lima, hijo de noble español y mujer negra panameña, y es venerado por su caridad y servicio a pobres y enfermos, su humildad (‘Fray Escoba’) y los milagros que se le atribuyen.
San Martín de Porres nació el 9 de diciembre de 1579 en Lima, hijo de noble español y mujer negra panameña. Ingresó en la Orden dominica en el convento de Santo Domingo en 1594. En 1603, profesó sus votos como hermano lego. Se dedicó a tareas de barbero, enfermero y portero, y es recordado por usar la escoba como símbolo de servicio, y denominado ‘Fray Escoba’.
‘Fray Escoba’ destacó por su profundo amor al prójimo, atendiendo a enfermos de todas las razas y clases sociales, y también a los animales. Se le atribuyen milagros como curaciones prodigiosas, bilocación (estar en dos lugares a la vez) y la capacidad de comunicarse con los animales.
Fundó un albergue para huérfanos, y falleció en Lima el 3 de noviembre de 1639, dejando un gran vacío en la ciudad por su bondad y servicio a los más necesitados. Fue beatificado en 1837 por el Papa Gregorio XVI y canonizado en 1962 por el Papa Juan XXIII. Es considerado patrón de la justicia social, así como protector de los barberos, los enfermeros y la limpieza pública. Su festividad se celebra cada 3 de noviembre.
La web de los dominicos informa que fue el 2 de junio de 1603 cuando San Martín de Porres se consagra a Dios por su profesión religiosa. El P. Fernando Aragonés testificará: “Se ejercitaba en la caridad día y noche, curando enfermos, dando limosna a españoles, indios y negros, a todos quería, amaba y curaba con singular amor”. La portería del convento es un reguero de soldados humildes, indios, mulatos, y negros; él solía repetir: “No hay gusto mayor que dar a los pobres”.
El Martirologio Romano destaca que “aprendió la medicina que, después, siendo religioso, ejerció generosamente en Lima, ciudad del Perú, a favor de los pobres. Entregado al ayuno, a la penitencia y a la oración, vivió una existencia austera y humilde, pero irradiante de caridad († 1639)”.
Émile Perreau-Saussine explora la relación entre catolicismo y democracia desde la Revolución Francesa hasta el Vaticano II, destacando la libertad religiosa, el papel de los laicos y la evolución histórica de la Iglesia en la sociedad moderna.
Un análisis de los cambios religiosos y sociales en España
La Iglesia suma 31.000 misioneros laicos mientras el clero afronta 236 fieles más por párroco
Salvar a los jóvenes de las pantallas: la misión de la gente que leeÉmile Perreau-Saussine (1972-2010) fue sucesivamente profesor de Política y Estudios Internacionales en la Universidad de Cambridge y en el Instituto de Estudios Políticos de París (Sciences Po). Fue muy llorada su muerte prematura pues tanto su carrera académica, como sus publicaciones auguraban grandes avances en las ciencias humanas.
El trabajo que ahora presentamos, catolicismo y democracia, desea ser una verdadera síntesis de la historia del pensamiento político en la línea de la filosofía de la historia política en el más noble y amplio sentido. Al término de esta breve reseña el lector entenderá por qué no ofrecemos desde el comienzo una conclusión más desbordante.
Indudablemente, el planteamiento de este trabajo es absolutamente actual puesto que se plantea sin ambages la relación entre libertad y democracia y entre religión y democracia desde la revolución francesa hasta nuestros días.
Lógicamente, mientras leemos esta interesante lección de historia y de derecho y de teología no podemos menos de agradecer al autor la claridad de ideas para poder explicar algunos momentos de la historia, como fue la ruptura del Antiguo régimen, la antigua unión del trono y del altar y tomar el ejemplo de la separación de la Iglesia y del Estado desde el respeto muto y desde la plena aceptación del principio de libertad religiosa y del principio de libertad política de los cristianos de a pie que son los que construyen, con sus conciudadanos, la sociedad democráticas occidental.
Somos plenamente consciente que el Syllabus del beato Pío IX (p. 139) era una demostración clara de como la doctrina social de la Iglesia requiere constantes actualizaciones, pues siempre la inculturación de la Iglesia en cada momento de la historia requiere descubrir lo esencial y lo perenne y lo transitorio y efímero.
Lógicamente, nuestro autor, con gran agilidad y sencillez aprovecha para iluminar cuestiones que durante siglos fueron complejas y farragosas: “así es la historia y así se la hemos contado”.
Al igual que hubo una época en la que parecía fundamental la confesionalidad del Estado para que la Iglesia tuviera libertad de acción y los medios materiales necesarios para evangelizar al pueblo cristiano y dinamizarlo para que fuera siempre bien hijo de Dios y de la sociedad, llegó también el momento de la desconfesionalización de las naciones según se iba imponiendo la democracia y avanzaba la secularización, y así como afirma el refrán alemán: “el aire de la ciudad hace libre al hombre”.
Émile Perreau-Saussine, centrará su discurso en el estudio y en la comparación del Concilio Vaticano I y Vaticano II subrayando la importancia del papado para iluminar las conciencias y la capitalidad de la acción libre de los cristianos corrientes que han de ser, como decía el Vaticano II, como el “alma de la sociedad terrenal”. Además, nuestro autor centrará la investigación en Francia y recientemente: “Francia conjugó las vidas políticas, religiosas e intelectuales con una energía poco común, confiriendo a los grandes acontecimientos de su historia una rara fisionomía” (p. 29).
Después de navegar por problemas como la constitución civil del clero, la desconfianza de la ilustración y el serio y complejo problema del jansenismo tratará del galicanismo: “La afirmación de la autonomía de lo temporal no implicaba la secesión religiosa. Francia seguía en la Iglesia universal y reconocía la autoridad de los concilios universales” (p. 68).
Enseguida aterrizaremos en la revolución francesa y su consecuencia fundamental: la radical separación Iglesia y Estado con la que Francia afrontará el siglo XX y las guerras mundiales (p. 176), llevando la fe al interior de las conciencias y, a la vez, con un despliegue inaudito de las ordenes y congregaciones religiosas en su trabajo tanto misionero, en los pueblos y ciudades y en territorios de misión y en el ejercicio de las obras de misericordia corporales y espirituales que llenaron Francia de instituciones que dinamizaron la vida de la Iglesia y de la sociedad.
A la vez, las miradas se dirigieron a Roma buscando orientación para las conciencias en la sociedad liberal, en el desarrollo industrial y en la doctrina social de la Iglesia. Evidentemente se desarrolló la ciencia, la industria y la técnica, pero el hombre necesitaba de Dios y de los sacramentos: “En un mundo en plena convulsión, el papado manifiesta la permanencia de una identidad firme. En un mundo que buscaba con dificultades su principio organizador, el papado aparecía como la cúspide de una jerarquía, una fuerza estable y organizada” (p. 108).
Émile Perreau-Saussine arrancará la segunda parte de su libro estableciendo una comparación entre el laicismo intolerante y la laicidad liberal (p. 167), para terminar por estudiar el Concilio Vaticano II y concederle a los laicos cristianos el verdadero peso de la Iglesia cara al tercer milenio del cristianismo que estamos comenzando, no solo por la llamada universal a la santidad expresada de la Constitución dogmática “Lumen Gentium” (n. 11), sino sobre todo por la constitución “Gaudium et spes”, en donde pie a los laicos que iluminen el mundo desde dentro (n.43). lógicamente, para ello debían comenzar por superar el ateísmo basado en un racionalismo cientificista” (p. 175).
Es muy interesante que Émile Perreau-Saussine dedique un amplio espacio de su libro a estudiar un canon del Código de Derecho Canónico de 1983, en concreto el c. 285, § 3, que por cierto no estaba en el Código de 1917: “les está prohibido a los clérigos aceptar aquellos cargos públicos, que llevan consigo una participación en el ejercicio de la potestad civil”. De ese modo queda claro que la actuación de los clérigos católicos en la vida pública debe dar paso realmente a los laicos y se evite todo clericalismo (p. 233). Un poco después afirmará: “La Iglesia se volvió menos clerical porque ya no sentía la necesidad de oponer el catolicismo de los clérigos a la corrupción laica” (p. 245). Es muy interesante la defensa de la libertad de enseñanza de nuestro autor (p. 253) e incluso la afirmación: “El Estado debe servir a Dios a su manera: legislando con justicia para l bien común” (p. 254).
Los Scouts de Europa no solo ofrecen contacto con la naturaleza y formación cristiana, sino que son una escuela de formación del carácter, algo urgente en nuestros días.
En España existen diversas asociaciones de scouts, algunas de carácter laico, otras vinculadas a la Iglesia católica. Aunque en comparación con otros países el movimiento scout no ha tenido la misma fuerza, algunos grupos católicos han desarrollado una propuesta educativa sólida. Una de estas instituciones es sin duda la asociación Asociación Guías y Scouts de Europa. Hablamos con Javier de la Cruz, recientemente elegido Comisario General en España, para conocer su visión, su método y sus retos.
El grupo que dirige Javier de la Cruz pertenece a una asociación constituida como asociación privada de fieles de ámbito nacional por la Conferencia Episcopal Española. Abraham Cruz, sacerdote de la parroquia del Espíritu Santo en Madrid es el consiliario de la asociación para España.
Javier explica que el gobierno de la asociación cuenta con “una chica que es la comisaria general guía, mientras que yo soy el responsable de la parte de los chicos”. Y es que en los Scouts de Europa se apuesta por la educación diferenciada entre chicos y chicas. Aunque en España el Opus Dei es conocido por ser el principal impulsor de este tipo de educación este grupo scout no tiene nada que ver con ellos. Simplemente optaron por esta forma de educar desde su fundación en 1956 y la fórmula sigue teniendo éxito.

Javier explica que la asociación en España está presente en 9 diócesis (Madrid, Cataluña, Toledo, Valencia y Alicante) y cuenta con unos mil miembros, de los que la mayoría son niños y adolescentes, unos trescientos son adultos con distintas responsabilidades
Las actividades se organizan por edades: de 8 a 12 años; de 12 a 16 años; y de 17 años en adelante. “Los pequeños tienen actividades dos o tres veces al mes, una de ellas con una pernocta de acampada, y un campamento de ocho días en verano. En todas las actividades, los chavales se organizan con roles y responsabilidades”, comenta Javier.
Las actividades en sala, suelen hacerse en los locales de la parroquia o colegio donde está enraizada la asociación en cada lugar.
En España ha habido parroquias y colegios que han tenido malas experiencias con grupos scouts. Y Javier apunta la razón, que no es otra que haber “perdido su identidad cristiana e incluso haberse centrado en fomentar un ocio insulso, desvinculándose hasta del escultismo y la vida sana. Por eso, muchas personas han podido tener una imagen equivocada de lo que son los Scouts”.
“En nuestro grupo scout cuidamos con esmero la formación y la liturgia para ofrecer a los participantes una vivencia positiva de la fe”, subraya Javier, pero además añade que “ahora mismo los Scouts son una excelente respuesta a lo que necesita la juventud. En un mundo en el que los jóvenes están cada vez más atrapados en las pantallas, nuestra propuesta está en constante contacto con la naturaleza y nos centramos en desarrollar buenos hábitos y la responsabilidad de los jóvenes desde los 8 años”.

En un mundo en el que la libertad es la capacidad de elegir entre opciones fáciles, “en los scouts invitamos a los niños y a los jóvenes a tomar compromisos, ser serviciales, tomar decisiones, etc”. Además, “los valores vinculados al contacto con la naturaleza y la vida comunitaria, facilitan el desarrollo de virtudes”, señala Javier.
Javier señala que la pedagogía efectiva «parte del interés de la persona que se canaliza a través de la acción y el juego». Contrario al sistema escolar tradicional, en esta «educación se participa de manera activa, lo que lleva a la toma de responsabilidad y la realización de compromisos». Javier enfatiza la importancia de estos compromisos, afirmando que son «adaptados a la edad y las capacidades» y esenciales porque «el escultismo cree que cada persona tiene valor y talento para transformar la sociedad».
Una de imágenes del cuaderno scout de los más jóvenes ilustran bien el grado de concreción y el fomento de la responsabilidad desde edades tempranas.

Desde el punto de vista espiritual, en sus actividades está muy presente la fe, a través de las oraciones habituales del cristiano, canciones y la centralidad del sagrario y la Eucaristía. En los campamentos se tiene Misa diaria y se pone especial énfasis en el cuidado de la liturgia.

El nuevo equipo de liderazgo se ha marcado objetivos para los próximos tres años: “Nosotros seguimos una línea continuista con los responsables anteriores. En los próximos tres años queremos apostar todavía más por la formación de los que son mayores”, explica Javier.
También apunta la necesidad de consolidar alguno de los 17 grupos presentes en España y ampliar la presencia territorial.
Caminar en la vida espiritual no es un viaje solitario. Esta reflexión nos recuerda la importancia del acompañamiento y la dirección espiritual para crecer en libertad, responsabilidad y fe. Ser protagonistas de nuestra santidad implica avanzar junto a otros, compartiendo camino, experiencias y guía, sin perder la iniciativa personal en nuestra relación con Dios.
Cuentan de una persona que se dió cuenta que el camino de entrega que había iniciado no era el suyo. Fue a hablar con un obispo para exponerle, con gran tristeza, lo que consideraba su fracaso espiritual: unos meses “perdidos”, un futuro incierto, las dudas sobre la “validez” de su oración. Aquel prelado, de corazón paternal, lo escuchó y, entre ánimos y tranquilizadoras palabras, le animó a retomar su vida de relación con Dios, pero “nunca de manera solitaria. Los católicos francotiradores terminan abatidos. Siempre necesitamos una comunidad, una parroquia, un grupo…, con el que caminar”.
Caminar solos en la fe no es una opción. En la vida espiritual “es mejor ir acompañado” para poder avanzar, superar dificultades y descubrir el sentido profundo de la filiación y fraternidad en la Iglesia. Caminar exige una dirección concreta, no se trata de un vagabundeo errante, ni de un “ir probando”. Conocer y asumir el camino personal en la vida cristiana no es opcional y, en este discernimiento, entra en juego el acompañamiento espiritual.
Lo que hoy conocemos como acompañamiento, durante mucho tiempo ha sido conocido en la Iglesia como “dirección espiritual” y ha tenido grandísimos frutos de santidad. También ha sufrido algunas malas interpretaciones, que han derivado en algunas situaciones incluso abusivas y de las cuales seguimos sufriendo sus efectos en estos días. Sin embargo, la detección de estos errores ha llevado a poner más de relieve la importancia de la libertad personal y la responsabilidad en el desarrollo del propio camino. Pero esta ayuda, llamémosla dirección o acompañamiento, sigue siendo necesaria y es, realmente, el eje alrededor del cual pivota la sinodalidad, de ese caminar juntos necesario para el progreso espiritual personal y colectivo.
El acompañamiento espiritual es una práctica que nace de la propia necesidad social, familiar, comunitaria de la fe.
Todos somos acompañantes y acompañados, el trabajo de padres, formadores, sacerdotes y maestros es, quizás, mucho más delicado: la conjunción de libertad y consejo, el aceptar las diferencias que cada uno pueda tener en la recepción de los consejos y en la vivencia de la relación con Cristo. Por la otra parte, es necesaria la humildad de aceptar diferentes puntos de vista y sobre todo, poner en ejercicio la propia responsabilidad asumiendo el protagonismo de nuestra santidad.
Caminar juntos, pero dando cada uno los pasos personalmente, con la libertad propia de los hijos de Dios.
Al visitar los cementerios y rezar por sus seres queridos fallecidos, los cristianos lo hacen con la fe de que al final de esta vida volverán a estar juntos con el Señor. Así lo ha manifestado el Papa León XIV en la Misa de la tarde del 2 de noviembre, festividad de los Fieles Difuntos, en el cementerio más grande de Roma, el de Verano.
– Cindy Wooden, Roma (CNS)
Orar por los muertos y recordarles no es solo recordar una pérdida, sino que es una señal de fe en que, en la muerte y resurrección de Jesús, nadie se perderá, y que al final de la vida volverán a estar juntos. Así lo ha expresado el Papa León XIV a unas 2.000 personas que se han reunido en un camino entre las tumbas para la Misa en el cementerio de Verano, y en el Ángelus del mediodía en la Plaza de San Pedro.
“El Señor nos espera, y cuando finalmente nos encontremos con él al final de nuestro viaje terrenal, nos alegraremos con Él y con nuestros seres queridos que nos han precedido”, añadió el Pontífice. “Que esta promesa nos sostenga, seque nuestras lágrimas y eleve nuestra mirada hacia la esperanza en el futuro que nunca se desvanece”, dijo.
Al llegar al cementerio, depositó un ramo de rosas blancas sobre una de las tumbas, y al final de la misa bendijo las tumbas con agua bendita antes de dirigir la oración tradicional: “Dales, Señor, el descanso eterno, y que brille sobre ellos la luz perpetua”.
En la homilía: “los seguimos llevando en nuestros corazones”
El Papa comenzó su homilía hablando de los seres queridos enterrados en Verano. Y dijo a los congregados que «los seguimos llevando con nosotros en nuestros corazones, y su memoria permanece siempre viva dentro de nosotros en medio de nuestra vida cotidiana».
“A menudo», señaló, “algo nos los trae a la mente y recordamos experiencias que compartimos con ellos. Muchos lugares, incluso la fragancia de nuestros hogares, nos hablan de aquellos a quienes hemos amado y que nos han precedido, manteniendo viva su memoria para nosotros”.
Para quienes creen que Jesús venció a la muerte, dijo el Papa , “no se trata tanto de mirar hacia atrás, sino más bien de mirar hacia adelante, hacia la meta de nuestro camino, hacia el puerto seguro que Dios nos ha prometido, hacia el banquete eterno que nos espera”.
“Allí, junto al Señor Resucitado y nuestros seres queridos, esperamos saborear la alegría del banquete eterno”, dijo.
La creencia en la vida eterna, dijo el Papa , “no es una ilusión para mitigar el dolor de la separación de nuestros seres queridos, ni es mero optimismo humano. Es, en cambio, la esperanza fundada en la Resurrección de Jesús, quien ha vencido a la muerte y nos ha abierto el camino a la plenitud de la vida”.
“La caridad vence a la muerte”, dijo el Papa.
Este mismo día, el Papa dirigió el rezo del Ángelus ante miles de peregrinos y fieles reunidos en la Plaza de San Pedro. Y les dijo que iría al cementerio a celebrar la Misa por todos los fieles difuntos.
“En espíritu, visitaré las tumbas de mis seres queridos” —su madre falleció en 1990 y su padre en 1997— “y también oraré por aquellos que no tienen a nadie que los recuerde. ¡Pero nuestro Padre celestial nos conoce y nos ama a cada uno de nosotros, y no olvida a nadie!”.
Citando la encíclica del Papa Benedicto XVI sobre la esperanza, el Papa León XIV dijo que la “vida eterna” puede concebirse no como “una sucesión de tiempo sin fin. Sino como estar tan inmerso en un océano de amor infinito en el que el tiempo, antes y después, ya no existe”.
“Esa plenitud de vida y alegría en Cristo es lo que esperamos y aguardamos con todo nuestro ser”, dijo el Papa León.
En la oración por los muertos, subrayó, no se trata solo de recordar una pérdida, sino que es una señal de fe en que, en la muerte y resurrección de Jesús, nadie se perderá.
El Papa León rezó de este modo: “Que la voz familiar de Jesús nos alcance, y alcance a todos, porque es la única que viene del futuro. Que nos llame por nuestro nombre, nos prepare un lugar, nos libere de esa sensación de impotencia que nos tienta a renunciar a la vida”.
Tras el rezo del Ángelus, el Papa manifestó que sigue “con gran dolor las trágicas noticias que llegan de Sudán, particularmente de la ciudad de El Fasher, en el martirizado Darfur del norte. La violencia indiscriminada contra mujeres y niños, los ataques contra civiles indefensos y los graves obstáculos a la acción humanitaria están causando un sufrimiento inaceptable a una población extenuada tras largos meses de conflicto”.
“Recemos para que el Señor acoja a los difuntos, sostenga a los que sufren y toque los corazones de los responsables. Reitero mi sincero llamamiento a las partes implicadas para que decreten un alto el fuego y abran con urgencia corredores humanitarios. En fin, invito a la comunidad internacional a que intervenga con decisión y generosidad, ofreciendo asistencia y apoyando a quienes trabajan incansablemente para proporcionar asistencia humanitaria.
Recemos también por Tanzania, añadió León XIV, “donde, después de las recientes elecciones políticas, se han producido enfrentamientos que han causado numerosas víctimas. Insto a todos a evitar toda forma de violencia y seguir el camino del diálogo”.
La licenciada en Derecho Canónico Jenna Marie Cooper, con la fórmula pregunta-respuesta, explica por qué no se puede hablar de “tiempo” en el purgatorio y qué significaban antiguamente las indulgencias de “cien días” o “un año”, que no medían duración real, sino el valor espiritual de las oraciones y buenas obras.
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Las ánimas del Purgatorio: la importancia de la oración
5 consejos de Jacques Philippe para mantener la esperanzaPor Jenna Marie Cooper, OSV News
P: En una columna anterior, usted dijo que el purgatorio era un estado fuera del tiempo y que no podemos hablar de cuánto tiempo pasa alguien en el purgatorio en términos de años. Pero entonces, ¿por qué a veces se ven estampas religiosas antiguas que dicen que una oración vale «100 días de indulgencia» o algo similar?
R: El purgatorio es, en efecto, un estado que existe al margen del tiempo lineal que experimentamos en nuestra vida terrenal; por lo tanto, no podemos hablar con exactitud de cuánto tiempo pasa un alma en el purgatorio en términos literales de días, meses o años. Sin embargo, existen otras razones para utilizar a veces terminología temporal al hablar del purgatorio.
Dios siempre está dispuesto a perdonar nuestros pecados si nos volvemos a Él con sincero arrepentimiento. Sin embargo, como leemos en el Catecismo de la Iglesia Católica : «Es necesario comprender que el pecado tiene una doble consecuencia». Además de la posibilidad de perder nuestra entrada al cielo, «todo pecado, incluso venial, implica un apego malsano a las criaturas, que debe purificarse aquí en la tierra o después de la muerte en el estado llamado Purgatorio».
Este párrafo del Catecismo continúa señalando que los sufrimientos del purgatorio, que tienen como objetivo sanar las heridas del alma que provienen de un amor desordenado a las cosas creadas, se denominan «castigo temporal del pecado». La palabra «temporal» se refiere al concepto de tiempo, en el sentido de que el purgatorio es «limitado en el tiempo», a diferencia del sufrimiento eterno del infierno.
Hay varias maneras de, por así decirlo, «acortar el tiempo» en el purgatorio. Una de ellas es esforzarnos por romper con el pecado mientras aún estamos en la tierra, lo cual se logra cultivando el hábito de la oración, practicando la penitencia y realizando obras de caridad, y aceptando con paciencia cualquier sufrimiento que se nos presente.
Por nuestros amigos y familiares difuntos que ya se encuentran en el purgatorio y que no pueden hacer estas cosas por sí mismos, podemos acelerar su viaje al cielo rezando por ellos. Además, también podemos obtener indulgencias para nosotros mismos o para quienes están en el purgatorio.
Una indulgencia es un favor especial, concedido por la Iglesia con motivo de la realización de algún acto de piedad (como rezar una oración en particular o visitar una iglesia determinada), que remite parcial o totalmente la pena temporal debida por los pecados.
La Iglesia puede hacer esto gracias al «poder de atar y desatar» que Jesús le confirió; y también porque muchos santos fueron santos y virtuosos más allá de lo necesario para su propia salvación. Esta santidad «extra» de los santos se denomina «tesoro de la gracia», y la Iglesia puede aplicarla a las almas más necesitadas (véanse los párrafos 1475-1479 del Catecismo).
La indulgencia plenaria resuelve toda la purificación necesaria y libera al alma del purgatorio; mientras que la indulgencia parcial alivia el sufrimiento del purgatorio de forma incompleta.
Cuando se encuentran antiguas referencias a una indulgencia por un número determinado de días o años, esto indica que se trata de una indulgencia parcial. La mención de períodos de tiempo terrenales tenía como fin comunicar que la indulgencia tendría el efecto de la cantidad de sufrimientos pacientes o buenas obras que una persona podría soportar o realizar en ese lapso si estuviera en la tierra. Por ejemplo, una indulgencia de cien días otorgaría la misma gracia que una persona podría obtener realizando el equivalente a cien días de buenas obras.
Esta forma de calcular el tiempo de purgatorio podía resultar engañosa, por lo que el Papa San Pablo VI decidió abolir la práctica de cuantificar las indulgencias en términos de medidas de tiempo terrenales en 1967 con la Constitución Apostólica «Indulgentiarum Doctrina». La Iglesia sigue otorgando indulgencias parciales, pero ahora confiamos la cantidad exacta de gracia a la misteriosa providencia de Dios.
En tiempos de polarización, la película “Los domingos” muestra que la verdadera madurez no está en compartir las mismas ideas, sino en ser capaces de mirar al otro sin prejuicios y con empatía.
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La cocaína del siglo XXI: móviles y salud mental en menoresLa película «Los domingos», de Alauda Ruiz de Azúa ha conseguido devolverme la fe. No la fe en Jesucristo, que esa ya la tenía, aunque solo sea en una dosis homeopática, sino la fe en el ser humano, por lo que supone de ejercicio de comprensión hacia el que piensa distinto.
Y es que yo, como creyente, comprendo perfectamente a quien no cree; pero me cuesta comprender a quien, desde su planteamiento ateo o agnóstico ridiculiza a quien tiene fe cualquiera que sea su credo.
Igualmente, como hijo de emigrantes, puedo entender a quien se siente amenazado por la inmigración descontrolada, pero no puedo entender que haya quien levante muros inhumanos, los recluya en guetos, los explote o les niegue el deber de socorro como náufragos.
Como defensor del valor del ser humano en todos sus estadios, comprendo a las mujeres que deciden abortar por múltiples razones, pero me resulta difícil de entender que haya quien se oponga a que se ayude a las mujeres embarazadas que no querrían hacerlo si tuvieran el apoyo necesario. Desde el mismo planteamiento comprendo a quien pide la eutanasia, pero no puedo entender a quien niega la alternativa de los cuidados paliativos.
Como miembro de una familia de las denominadas «tradicionales» entiendo perfectamente a quien opta por formas de unión distintas, pero no puedo entender a quien se esfuerza por desprestigiar y destruir una institución milenaria de la que provenimos la mayoría y que sigue funcionando.
Como trabajador, entiendo que haya empresarios cuyo máximo interés sea generar más beneficios, pero no puedo entender que haya quien prime estos sobre el bien de las personas que trabajan para él, de la comunidad en la que se inserta su empresa o del medio ambiente.
Como padre de hijos en edad de independizarse entiendo que haya propietarios de viviendas que quieran conseguir una buena renta por alquilarla o venderla, pero me cuesta mucho entender que las administraciones no puedan hacer nada frente a la especulación salvaje.
Como amante de la paz, entiendo que haya ejércitos para salvaguardarla, pero no puedo entender a quien invade territorios ajenos, amenaza a los débiles o promueve la escalada armamentística.
Podría estar horas explicando opiniones totalmente contrarias a las mías que logro comprender poniéndome en el lugar del otro. También hay ideas que me parecen incomprensibles desde mi perspectiva actual pero que, dependiendo de las circunstancias, quién sabe si podría llegar a plantearme. No es relativismo, es conocer la frágil realidad humana y que hay que ponerse en los zapatos del otro para entenderlo.
La película «Los domingos», que retrata el drama familiar que provoca la decisión de irse a un convento de una joven en cuyo hogar la fe se vive a nivel meramente sociológico, nos enfrenta a la diferencia y nos obliga a salirnos de la cómoda polarización en la que todos, yo el primero, estamos situados.
Lo mejor de la película es que la directora no se moja. Se define como no creyente, pero en la cinta no hay un solo de los clichés con los que el cine contemporáneo (mucho más el español) se acerca a la realidad de la Iglesia Católica. Describe una Iglesia como la que conocemos cualquiera de los que la frecuentamos. Curas normales, monjas normales y fieles normales. Con sus más y sus menos, por supuesto, pero no todos son pederastas ni reprimidos ni mojigatos.
En este sentido y gracias a las magníficas interpretaciones que nos regala «Los domingos», a veces se tiene la sensación de estar viendo un documental. Ruiz de Azúa se acerca a la realidad eclesial con la humildad (virtud de los verdaderamente grandes) de quien quiere conocer qué fenómeno es ese que ella desconoce en profundidad pero que tantos otros viven como elemento fundamental de sus vidas. Y no nos da moraleja o, mejor aún, nos regala la moraleja de no tener moraleja, de tratar al espectador como un adulto para que resuelva los problemas por sí mismo.
Que en nuestra sociedad alguien elija abrir el diálogo a la confrontación; el conocer la realidad del otro al prejuicio; el centro a los extremos o la verdad que nos trasciende y que hemos de buscar entre todos a los dictados de las ideologías es buena noticia para el mundo. Hacen falta más.
Periodista. Licenciado en Ciencias de la Comunicación y Bachiller en Ciencias Religiosas. Trabaja en la Delegación diocesana de Medios de Comunicación de Málaga. Sus numerosos "hilos" en Twitter sobre la fe y la vida cotidiana tienen una gran popularidad.
En la Misa celebrada este 1 de noviembre, fiesta de Todos los Santos, el Papa León XIII concluyó el Jubileo del Mundo de la Educación, y ha proclamado a San Newman el 38 Doctor de la Iglesia, incluyéndolo entre los hombres y mujeres cristianos de Oriente y Occidente que han realizado contribuciones decisivas a la teología y la espiritualidad.
– Cindy Wooden, Ciudad del Vaticano (CNS)
Las vidas de San John Henry Newman, al que ha nombrado Doctor de la Iglesia, y de todos los santos, enseñan a los cristianos que “es posible vivir apasionadamente en medio de la complejidad del presente sin descuidar el mandato apostólico de ‘brillar como estrellas en el mundo’”, dijo el Papa León XIV en la conclusión del Jubileo de la Educación este 1 de noviembre.
A principios de semana, el Papa León XIII había reconocido oficialmente a San Newman como copatrono de la educación junto con Santo Tomás de Aquino.
San Newman nació en Londres el 21 de febrero de 1801, fue ordenado sacerdote anglicano en 1825, se convirtió al catolicismo en 1845 y fue nombrado cardenal en 1879 por el Papa León XIII. Murió en 1890.
Altos dignatarios de la Iglesia anglicana de Inglaterra y del gobierno británico asistieron a la misa en la que fue declarado Doctor de la Iglesia. La delegación anglicana estuvo encabezada por el arzobispo Stephen Cottrell de York, actual máximo prelado de la Iglesia de Inglaterra. La delegación gubernamental estuvo encabezada por David Lammy, viceprimer ministro del Reino Unido y secretario de Estado de Justicia.
Al saludar públicamente al arzobispo Cottrell al final de la Misa, el Papa León rezó para que san Newman “acompañara el camino de los cristianos hacia la plena unidad”.
El estandarte utilizado durante la Misa de canonización de San Newman en 2019 colgó del balcón central de la Basílica de San Pedro durante la misa y sus reliquias fueron colocadas sobre una mesa cerca del altar.

Si bien la teología, la filosofía y las reflexiones de San Newman sobre la educación universitaria fueron citadas en la presentación del Dicasterio para las Causas de los Santos durante la Misa, el Papa León optó por citar en su homilía el poema del santo británico, “Guía, luz bondadosa”, ahora un himno popular.
“En esa hermosa oración” de San Newman, dijo el Papa, “nos damos cuenta de que estamos lejos de casa, nuestros pies son inestables, no podemos interpretar claramente el camino que tenemos por delante. Sin embargo, nada de esto nos impide avanzar, puesto que hemos encontrado nuestro guía” en Jesús. «Guíame, Luz bondadosa, en medio de la oscuridad que me rodea, guíame tú», citó el Papa en inglés mientras leía su homilía en italiano.
Dirigiéndose a los maestros, profesores y demás educadores reunidos para la misa en la Plaza de San Pedro, el Papa León XIII dijo: “La tarea de la educación es precisamente ofrecer esta Luz Bondadosa a aquellos que de otro modo podrían permanecer prisioneros de las sombras particularmente insidiosas del pesimismo y el miedo”.
El Papa pidió a los educadores que “reflexionaran y señalaran a otros aquellas ‘constelaciones’ que transmiten luz y guía en este tiempo presente, oscurecido por tanta injusticia e incertidumbre”.
También les animó a “garantizar que las escuelas, las universidades y todos los contextos educativos, incluso los informales o callejeros, sean siempre puertas de entrada a una civilización de diálogo y paz”.
Otra cita de San Newman —”Dios me ha creado para prestarle un servicio concreto; me ha encomendado una obra que no ha encomendado a otro”— expresa “el misterio de la dignidad de toda persona humana, y también la variedad de dones que distribuye Dios”, dijo el Papa.
Según él, los educadores católicos tienen la obligación no solo de transmitir información, sino también de ayudar a sus alumnos a descubrir cuánto los ama Dios y cómo tiene un plan para sus vidas.
“La vida brilla con intensidad no porque seamos ricos, bellos o poderosos”, dijo el Papa. “Brilla, en cambio, cuando descubrimos en nuestro interior la verdad de que Dios nos llama, que tenemos una vocación, una misión, que nuestras vidas sirven a algo más grande que nosotros mismos”.
“Cada criatura tiene un papel que desempeñar”, dijo. “La contribución que cada persona puede hacer es valiosa de manera única, y la tarea de las comunidades educativas es fomentar y valorar esa contribución”.
“En el corazón del camino educativo”, dijo el Papa León XIII, “no encontramos individuos abstractos, sino personas reales, especialmente aquellas que parecen tener un rendimiento inferior según los parámetros de economías que las excluyen o incluso las aniquilan. Estamos llamados a formar personas para que brillen como estrellas en toda su dignidad”.
Por lo tanto, “podemos decir que la educación, desde la perspectiva cristiana, ayuda a todos a ser santos. Nada menos”, añadió el Papa, que citó a Benedicto XVI con motivo de su viaje apostólico a Gran Bretaña en septiembre de 2010.
Durante la beatificación del cardenal John Henry Newman «invitó a los jóvenes a ser santos con estas palabras: ‘Lo que Dios desea más que nada para cada uno de vosotros es que os convirtáis en santos. Él os ama mucho más de lo que podéis imaginar y quiere lo mejor para vosotros’.
“Esta es la llamada universal a la santidad que el Concilio Vaticano II convirtió en parte esencial de su mensaje (cf. Lumen gentium, capítulo V)”, subrayó el Pontífice. !Y la santidad se propone a todos, sin excepción, como un camino personal y comunitario trazado por las Bienaventuranzas!.
Rezo para que la educación católica ayude a cada uno a descubrir su vocación a la santidad. San Agustín, a quien san John Henry Newman apreciaba tanto, dijo una vez que somos compañeros de escuela que tienen un sólo maestro, cuya escuela y cátedra están en la tierra y en el cielo respectivamente (cf. Sermón 292,1)”, señaló el Papa.

David Lammy, viceprimer ministro del gobierno británico, declaró a Catholic News Service que había tenido el “gran honor y privilegio” de reunirse con el Papa León antes de la misa.
Como miembro de la tradición anglocatólica dentro de la Iglesia de Inglaterra, dijo que cree que “John Henry Newman realmente encapsula las profundas conexiones entre nuestros países y entre las comunidades cristianas, a través de la comunidad cristiana”.
La proclamación fue “un momento de unidad y reflexión”, dijo Lammy. “No se trata solo de un honor religioso, sino de un poderoso momento de cohesión que demuestra cómo abordar nuestras diferencias también puede unirnos”.
Según él, el legado de San Newman “nos recuerda que la historia religiosa de Gran Bretaña es más amplia que una sola tradición. Se ha enriquecido con el pensamiento, la valentía y la contribución católica”.
Además, el viceprimer ministro Lammy dijo: “Creo que su vida y sus escritos demuestran cómo la creencia y la razón juntas pueden guiar el liderazgo moral, la diplomacia, la compasión. Y creo que en una era de polarización, la insistencia de Newman en la reflexión moral nos llama de vuelta a lo que realmente importa, que es el liderazgo en la causa de lo que es correcto y justo, que es un principio que debería dar forma a nuestra política”.
“Compartir conocimientos no basta para enseñar: se necesita amor”, dijo el Papa León el 31 de octubre al reunirse con miles de maestros, profesores y otros educadores en la Plaza de San Pedro. Es el Jubileo del mundo de la Educación que concluye este 1 de noviembre.
– Cindy Wooden, Ciudad del Vaticano, CNS
El Papa León XIV recordó a los educadores lo que San Agustín había dicho: “El amor a Dios es el primer mandamiento; el amor al prójimo es la primera práctica”. Y resaltó que la enseñanza “es un gran acto de amor”.
La educación es “un camino que maestros y alumnos recorren juntos”, añadió el Papa León en este acto del Jubileo mundial de la Educación. Un Encuentro que culmina el 1 de noviembre, Fiesta de Todos los Santos, con la proclamación de san John Henry Newman como Doctor de la Iglesia.
El Pontífice afirmó que la conexión humana de amor y cuidado entre maestro y alumno es una parte fundamental del proceso educativo. Y que cobra aún mayor importancia en un momento en que tantos estudiantes experimentan fragilidad.
Una pancarta con el retrato de san John Henry Newman, a quien el Papa ha nombrado recientemente copatrono de la Educación, colgaba del balcón central de la Basílica de San Pedro. Muchos de los que se encontraban en la plaza planeaban regresar este 1 de noviembre para asistir a la Misa con el Papa y presenciar la proclamación de San Newman como “Doctor de la Iglesia”.
Los educadores, “que a menudo están cansados y sobrecargados de tareas burocráticas, corren el riesgo real de olvidar lo que san John Henry Newman resumió en la expresión ‘Cor ad cor loquitur’ («el corazón habla al corazón»). Y lo que dijo San Agustín: ‘No miren hacia afuera, vuelvan a ustedes mismos, porque la verdad habita dentro de ustedes’”, les dijo el Vicario de Cristo.
El Papa León XIV, que había sido maestro en la escuela agustina, dijo a los educadores que “hoy, en nuestros contextos educativos, es preocupante ver los crecientes síntomas de una fragilidad interior generalizada, en todas las edades”.
“No podemos cerrar los ojos ante estos silenciosos gritos de auxilio”, dijo. “Al contrario, debemos esforzarnos por identificar sus causas subyacentes”.
El Papa advirtió que “la inteligencia artificial, en particular, con su conocimiento técnico, frío y estandarizado, puede aislar aún más a los estudiantes que ya están aislados. Dándoles la ilusión de que no necesitan a los demás o, peor aún, la sensación de que no son dignos de ellos”.
Pero la enseñanza “es una labor humana”, dijo el Papa. «Y la alegría misma del proceso educativo es un compromiso plenamente humano, una “llama para fundir nuestras almas y de muchos hacer uno solo”, escribió San Agustín.
Tener un aula bonita, una biblioteca completa y la última tecnología no garantiza que se produzcan enseñanza y aprendizaje, afirmó.
“La verdad no se difunde a través de sonidos, paredes y pasillos”, dijo el Papa, “sino en el encuentro profundo entre las personas, sin el cual cualquier iniciativa educativa está condenada al fracaso”.
Como iglesia y como docentes, dijo, “cada uno de nosotros debería preguntarse qué compromiso estamos asumiendo para abordar las necesidades más urgentes. Los esfuerzos estamos realizando para construir puentes de diálogo y paz, incluso dentro de las comunidades de enseñanza”.
“Las habilidades que estamos desarrollando para superar ideas preconcebidas o visiones estrechas. Qué apertura estamos mostrando en los procesos de coaprendizaje. Y los esfuerzos que estamos realizando para atender y responder a las necesidades de los más frágiles, pobres y excluidos”.
“Compartir conocimientos no basta para enseñar: se necesita amor», subrayó. el Papa León.
Según el Dicasterio para la Cultura y la Educación, la Iglesia católica administra la mayor red de escuelas y universidades del mundo. Existen más de 231.000 instituciones educativas católicas en 171 países. Casi 72 millones de estudiantes cursan estudios en una escuela o universidad católica.
El mismo día, el Papa León se reunió con miembros de la Organización de Universidades Católicas de América Latina y el Caribe. Les dijo: “El objetivo de la educación superior católica no es otro que buscar el desarrollo integral de la persona humana. Formando mentes con sentido crítico, corazones creyentes y ciudadanos comprometidos con el bien común”.
Además de servir a las sociedades de las que forman parte, dijo, las universidades católicas deben crear “espacios de encuentro entre la fe y la cultura para proclamar el Evangelio dentro del entorno universitario”.
Al final, León XIV invitó a hacer de los valores agustinianos a los que se había referido en su discurso (interioridad, unidad, amor y alegría), los “puntos cardinales de la misión de ustedes para con sus alumnos. Recordando las palabras de Jesús: ‘Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo’ (Mt 25,40). Hermanos y hermanas, ¡les agradezco el valioso trabajo que realizan! Los bendigo de corazón y rezo por ustedes”.
Enfermedades como el Alzheimer, Parkinson, ELA, EPOC, cáncer, etc., y la dependencia total y fragilidad que crean, son una bomba para la sociedad y las familias. De ello ha conversado Omnes con David Rodríguez-Rabadán, director general del Hospital de Cuidados Laguna, que quiere extender su modelo de cuidado de los más débiles y frágiles.
El Hospital de Cuidados Laguna es uno de los hospitales de Cuidados Paliativos más grandes de Europa en número de camas, y uno de los primeros en España. Está dedicado específicamente al cuidado y atención de personas mayores en situación de especial fragilidad, o que sufren enfermedades sin expectativas de curación, y al apoyo de sus familias.
La Fundación Vianorte-Laguna, entidad sin ánimo de lucro, impulsó el centro social y sanitario en 2002. El director general del Hospital de Cuidados Laguna, David Rodríguez-Rabadán, ha conversado con Omnes sobre el impacto social, en el hospital y en las familias, de enfermedades avanzadas como el Alzheimer, Parkinson, ELA, EPOC, cáncer, etc.
En Laguna, la lista de espera es grande, y están pensando “extender” su “modelo de cuidados”, revela el director general, “por la gran demanda que hay”.
De momento, el Hospital de Cuidados Laguna ha organizado el concierto benéfico ‘Viaje al Centro de la vida’, a favor de los Cuidados Paliativos de Laguna, el día 28 de noviembre, en el Auditorio de Mutua Madrileña, de la mano de Musical Thinkers.
El concierto tiene dos motivaciones igual de importantes, afirma David Rodríguez-Rabadán a Omnes. La primera es “divulgar el valor de la vida al final de la vida”. Y la segunda es “la captación de recursos, para volcarse en el cuidado de los más débiles y los más frágiles”. Por ahí empezamos la conversación.

¿Por qué este concierto benéfico del Hospital de Cuidados Laguna el 28 de noviembre?
– Son dos motivaciones, las dos igual de importantes, al mismo nivel. Y cuando digo esto, no es un recurso. Realmente son dos motivaciones igual de importantes.
Casi me atrevería a decir que la primera es divulgar el valor de la vida al final de la vida. Laguna se ha convertido en una referencia en el cuidado de personas por las que muchos tirarían la toalla.
Porque podemos acabar pensando que una vida es más útil que otras, que una vida vale más que otras en función de lo que tu cuerpo o tu mente pueda hacer. O el tiempo de vida que un médico haya estimado que te queda por vivir.
En Laguna, la razón de ser de Laguna, en base al valor intrínseco de la persona, que es incalculable, se cuida a todo el mundo con todos los medios disponibles para que tenga una calidad de vida hasta el final natural de sus días.
Ese compromiso con la vida al final de la vida es muy bonito, y se nos tiene que llenar el corazón y la cabeza. Crear una cruzada de personas, concienciar a la sociedad en general de esta maravillosa misión, que es cuidar a los más frágiles y que se sigan sintiendo valorados.
Es una tarea divulgativa que el concierto también une. El que va al concierto sabe a lo que va, es apoyar a Laguna en su misión.
¿Y la segunda motivación?
– Y como segunda motivación, efectivamente está la captación de recursos, porque un paciente de estas características, como te puedes imaginar, las aseguradoras privadas no tienen ningún tipo de interés. Y los hospitales públicos, tampoco hay mucho que hacer, porque hablamos de pacientes crónicos, o encaminados a paliativos.
Entonces, cuando vienen a Laguna, no escatimamos en medios para cuidarles. Ese no escatimar en medios requiere encontrar recursos –de personal, de medios, de inversión–, para poder cuidarles bien.
Somos una fundación sin ánimo de lucro, y todo lo que se consigue es para volcarse en el cuidado en el cuidado de los más débiles y los más frágiles.
Pero lo uno sin lo otro no se entendería, y lo otro sin lo uno, tampoco.

Supongo que esto conecta con la idea fundacional de Laguna, con su génesis. ¿Usted está ahí desde el principio?
– No. Llevo seis años aquí, y Laguna lleva ya veinte años de existencia. A raíz del centenario de san Josemaría, en 2002, hubo un impulso para crear una institución que ayudase a las personas a morir bien, que nadie se sintiese una carga. Aliviar a las familias, volcar toda la profesionalidad que hay en avances químicos y asistenciales en esas personas que parece que están fuera del sistema, por así decirlo, o que el sistema no es capaz de atenderles como se merecen. Por sus pluripatologías, o enfermedades, o por el grado de avance de sus enfermedades.
Ustedes hablan de cuidar, cuando ya no se puede curar.
– En efecto. Laguna se creó hace veintitantos años para cuidar cuando no se puede curar. Curar es una labor maravillosa, pero cuando la medicina ya no puede curar, entonces hay que cuidar. Por eso Laguna se llama centro, hospital de cuidados Laguna.
Los cuidados podemos decir que son los paliativos de últimos días. La media de estancia del Hospital Laguna son 12 días. Es decir, Laguna es el último hogar para 200 personas que tratamos diariamente en régimen de ingreso, ahora mismo 103 ó 104 personas. Y tenemos otras 90 en régimen ambulatorio domiciliario. Todas tienen en común que están en una etapa muy crítica de su vida, donde la medicina ya no puede curarles, y lo que hay que hacer es cuidarles.
Ésa fue la génesis de Laguna. Durante estos años, es verdad que Laguna se ha ido adaptando. Fruto de ello, ahora mismo tenemos una unidad muy potente de atención cognitiva, pacientes geriátricos complejos con mucha debilidad, mucha fragilidad, con cuadros clínicos bastante complejos como digo. Y que además, presentan Alzheimer, deterioro cognitivo, en cualquiera de sus fases.
¿Cómo les afectan o les impactan enfermedades como el Alzheimer?
– Es una bomba en la sociedad actual, y va a más, el Alzheimer y el deterioro cognitivo, Parkinson, y otras en esta línea. También es una bomba para las familias. Al igual que en el tema de paliativos, atender el pre duelo y el duelo es fundamental, ayudar al paciente y a su familia a aceptar y darle un sentido a esa situación, trasciende lo que son los cuidados clínicos, y está en el ADN fundacional de Laguna.
Pues en la parte de Alzheimer, que a lo mejor no tiene un final de vida tan inmediato, es una enfermedad irreversible, y la familia tiene un desequilibrio emocional muy importante cuando se tiene que enfrentar a un ser querido que tiene Alzheimer. Aquí tenemos unas historias tan maravillosas, que te dejan el corazón muy compungido.
Ahí, Laguna ha venido a asistir la fragilidad y estas situaciones tan complejas, como parte de su visión fundacional. Es verdad que no estuvo al inicio. Podemos denominarlo cuidados paliativos de larga duración, cuidados paliativos prolongados, técnicamente. Es intentar dar calidad de vida en las condiciones clínicas de cada persona, atendiendo a su situación conflictiva.
Y por supuesto, integrando a la familia en todos los cuidados que hacemos. Laguna en este caso se convierte en un miembro más de la familia. Nuestra aspiración es ser uno más en la familia de cada persona que tratamos.
Es bonito esto.
– Pues sí.

Háblenos de cómo afrontar el deterioro cognitivo. Y de lo que llaman la historia de vida.
– Les voy a contar una anécdota. El otro día tuvimos una reunión interna, y el equipo de paliativos hablaba de lo que es la historia de vida de cada paciente.
Confeccionamos un librito de cada paciente, en base a lo que han sido, de dónde son, sus gustos y aficiones. Y esa historia de vida la utilizamos para tres cosas: la primera, para cuando tiene trastornos conductuales, saber a qué puede responder para, por ejemplo, calmarle. Si le gusta hablar en francés, le ponen un audio en francés, y de repente se calma y disminuye su conducta agresiva. O hablar de su pueblo natal, o cualquier cosa de su vida que le guste.
La segunda, porque la reminiscencia (el proceso de recordar y relatar el pasado) activa neuronas y partes del cerebro, y ayuda a que esa persona tenga conversaciones, interactúe, sea feliz recordando lo que le gusta.
Vamos con la tercera.
— Y la tercera, es porque detrás de esa persona que a veces no sabe ni cómo se llama, hay una dignidad, hay una historia, y sigue siendo esa persona que ha hecho todo durante su vida. Aquí tenemos pacientes que son escritores, médicos, una profesora de Ciencias Exactas, que sigue siendo, y ha sido eso.
Las personas que les atienden aquí, de manera proactiva, cuando se dirigen a los pacientes, no se dirigen a un paciente sin más, se dirigen a la grandeza que ha tenido esa persona en su vida, y realzan todo su potencial, aunque ahora esté con Alzheimer y con sus capacidades cognitivas muy limitadas. Me pareció muy bonito ese romper las reglas y mirar más allá, para llenarnos de vida de cada persona.
Antes ha hablado de doce días de estancia, de media. ¿Podría darse el caso de que los cuidados produzcan un alargamiento de la estancia, e incluso una reversión, o un deterioro más lento?
– Voy a contestar con datos. Uno puede entender la vida desde tres dimensiones, una es explicable y otras dos son no explicables. La explicable es todo aquello que la razón puede explicar, algunos tratamientos clínicos, etc. Después hay una dimensión afectiva, el enamoramiento, por poner un ejemplo, y luego una trascendente, espiritual.
Lo explicable. El nivel de exigencia profesional de Laguna yo no lo he visto en ningún sitio. En cuanto a los otros factores. Dentro de las condiciones críticas de cada paciente, los cuidados se traducen en calidad de vida. Los familiares de los pacientes que tenemos son los primeros que se sorprenden de la evolución en el sentido del que habla en la pregunta.
La realidad es que entre lo que explica la medicina y lo que explica esa dimensión inexplicable, afectiva, los pacientes crónicos complejos tienen una calidad de vida que solo se puede explicar desde el afecto, desde sentirse cuidados. Que no son un estorbo para nadie, que se les cuida por su valor. Esto no sucede en un caso aislado, es la generalidad en Laguna.
¿Pueden atender todas las peticiones?
– Lo comento. ¿Para quién se creó Laguna? Imaginemos tres círculos que se van pisando uno a otro. El primer círculo son enfermedades avanzadas, como Parkinson o Alzheimer, cáncer, ELA, EPOC, etcétera.
El segundo círculo es la dependencia, por ejemplo una persona que tiene dependencia total para su día a día.
El tercer círculo es la fragilidad. Un paciente con fibrosis pulmonar, por ejemplo, para el que un constipado puede ser grave.
Para pacientes con la confluencia de los tres factores es para los que se creó Laguna en primera instancia. Y a partir de ahí se empiezan a graduar las conjunciones de los tres círculos, la gravedad de cada paciente… A muchos pacientes decimos que no, porque las camas son limitadas. La lista de espera es grande. Antes hemos hablado de las camas y de los pacientes en régimen ambulatorio o domiciliario.

Quizá tienen en el horizonte una ampliación, aunque no es el tema de esta conversación…
– No me importaría decir que estamos deseando abrir otro centro por la gran demanda que hay, y por nuestra misión de llevar estos cuidados a todo el mundo, quizá en el norte de Madrid, apoyando otras iniciativas. Laguna tiene ese afán de extender nuestro modelo de cuidados.
Un último comentario sobre el Concierto.
– Animaría a que la gente vaya al Concierto por los motivos que hemos comentado inicialmente. Va a ser una maravilla. Me encantaría que hubiese un lleno a rebosar, llevamos ya la mitad de las entradas, se están vendiendo, que la gente disfrute en comunión con otros asistentes, con el público, en algo tan bonito, y que lo pase en grande. Además, habrá un cóctel.
El Auditorio de Mutua Madrileña (P.º de Eduardo Dato, 20, Madrid, 19.00 h.), es el lugar elegido para el Concierto del Hospital de Cuidados Laguna. Para conseguir las entradas y apoyar, pueden pinchar aquí.
En enero de 1966, Alberto García Ruiz entrevistó a Álvaro del Portillo, entonces secretario de la Comisión Conciliar “De Presbyteris”, para la revista Palabra (nº 5). Publicamos la entrevista con motivo del 60 aniversario de Omnes.
Karl Rahner explica el sentido de la Visita al Santísimo
El heroísmo de nuestros sacerdotes
Santo Domingo de la Calzada y beato Álvaro del PortilloBastaba asomarse a los medios del Vaticano II para saber que una de las personalidades que dedicaban lo mejor de su esfuerzo a redactar los documentos de la Magna Asamblea era don Álvaro del Portillo, secretario de la Comisión Conciliar encargada de preparar el Decreto «De Presbyteris».
Juan XXIII había nombrado al doctor Del Portillo presidente de la Comisión Antepreparatoria sobre el Laicado y, después, secretario de la Comisión Conciliar sobre la Disciplina del Clero, encargada, como dije antes, del esquema «De presbyterorum ministerio et vita». Ambos cargos son como un símbolo de la vida de este ilustre sacerdote español. Don Álvaro del Portillo es doctor en Filosofía y Letras y doctor ingeniero de Caminos. Miembro del Opus Dei desde los comienzos de esta Asociación, ejerció intensamente su trabajo profesional de ingeniero. Ordenado sacerdote el año 1944, doctor en Derecho Canónico, siempre en servicio responsable a la Iglesia —con esfuerzo y fidelidad ejemplares—, reside en Roma y es el secretario general del Opus Dei.
Este es a grandes rasgos el hombre que yo buscaba para que explicara a los lectores de PALABRA la figura del sacerdote que estaba delineando el Concilio. Pocos puntos de mayor interés —y por una persona tan autorizada— podían, en efecto, plantearse en una revista sacerdotal. La enorme tarea que pesaba sobre la Comisión De Presbyteris — se trabajaba día y noche— hizo prácticamente imposible abordar a don Álvaro. Le hice llegar un cuestionario. Acabó el Concilio. Tres días después tenía en mi poder las respuestas.
—Como usted bien sabe, la votación definitiva del Decreto «Presbyterorum Ordinis» y su promulgación por el Santo Padre tuvieron lugar el siete de diciembre, víspera de la clausura solemne del Concilio Ecuménico. Si antes de esas fechas no he querido aceptar la entrevista, ha sido por razones fáciles de comprender, que se reducen fundamentalmente a una sola: siendo el secretario de la misma Comisión Conciliar que preparaba el Decreto, no me parecía delicado dar públicamente mi parecer sobre problemas que eran aún objeto de estudio. Y menos aún tratándose de una problemática —el ministerio y la vida de los sacerdotes—, sobre la que una reciente literatura ha puesto tanto apasionado acento polémico…
—«L’Osservatore Romano», haciéndose eco de la opinión de los padres conciliares, ha calificado el Decreto «Presbyterorum Ordinis» como uno de los mejores y más completos documentos del Vaticano segundo. ¿Piensa que esta enseñanza del Concilio compondrá los extremos de esa polémica a la que usted antes aludía?
—Pienso que sí. Y no sólo por la fuerza moral de su autoridad, tratándose de un documento del Magisterio solemne, sino también por la misma estructura doctrinal de su contenido. Las diversas concepciones y opiniones particulares sobre las formas en que han de manifestarse hoy día la vida y la tarea apostólica de los presbíteros sólo pueden conciliarse fácilmente poniendo el problema en un plano, que no sea exclusivamente disciplinar, ni sólo pastoral, ni sólo moral o ascético. Fue precisamente la unilateralidad de puntos de vista lo que llevó a la diversidad de conclusiones, a veces fuertemente y polémicamente contrapuestas. El Concilio Ecuménico, en cam-bio, ha considerado y estudiado el problema de un modo global, partiendo de la teología del presbiterado y descendiendo luego progresivamente a las comunes consecuencias pastorales, ascéticas y disciplinares, que tienen en el ministerio y en la vida de los presbíteros la peculiar consagración y la específica misión que han recibido.
—Esta es la primera vez en la historia de la Iglesia que un documento conciliar ha tratado específicamente del presbiterado. ¿Cuáles han sido las razones que aconsejaron esa conveniencia?
—Ante el considerable desarrollo alcanzado por la doctrina sobre el episcopado y sobre el sacerdocio común de los fieles, muchos presbíteros se preguntaban justamente por el exacto valor y significado de su sacerdocio, de su propia tarea apostólica dentro de la misión única de la Iglesia. De otra parte, en un mundo en continua evolución social y cultural, era necesario precisar los términos fundamentales de la necesaria acomodación del ministerio y de la vida sacerdotal. Pero sobre todo, ¿cómo podría pensarse en una renovación misionera de la Iglesia que no tuviera como principal fundamento la santidad de vida y la solicitud pastoral de sus sacerdotes?
—¿Cuáles considera que son las notas principales que delinean la figura teológica del presbítero?
—Consagración y misión. La doble realidad significada en el conocido pasaje de la Epístola a los Hebreos, capítulo quinto, versículo primero, donde se dice que el sacerdote «ex hominibus assumptus, pro hominibus constituitur”. Elegido entre los miembros del Pueblo Sacerdotal de Dios, el presbítero participa, por una nueva y peculiar consagración, del sacerdocio ministerial del mismo Cristo. No es concebible una mayor elevación de la criatura, una mayor intimidad con Dios en su obra redentora. La debilidad humana es tomada, asumida, no sólo para que coopere con Cristo, sino para que lo represente ante los hombres, para que actúe en su mismo nombre y persona. Porque, como consecuencia de esa participación en el sacerdocio ministerial de Cristo, el presbítero es destinado a la misión de evangelizar, santificar y gobernar, en comunión jerárquica con los obispos, al Pueblo de Dios. Ahí está contenida toda la misteriosa grandeza de la vida sacerdotal: una peculiar consagración (añadida a la bautismal) que separa al hombre de los demás hombres y una misión que destina a ese mismo hombre al servicio pastoral de sus hermanos. Dos dimensiones —una vertical, de adoración; y otra horizontal, de servicio— de una misma vida, a la vez consagrada y enviada; una vida «dialogada» al mismo tiempo con Dios y con los hombres.
—En el mundo actual, ante las nuevas circunstancias sociales y culturales a que usted antes aludía, ¿cómo han de orientar los sacerdotes ese diálogo con el mundo y con los hombres? ¿Qué características fundamentales ha de tener la tarea misionera y pastoral de los sacerdotes —obispos y presbíteros— para que sea verdaderamente ministerio, servicio?
—Pienso que las formas concretas variarán con los distintos ambientes y niveles culturales. Pero en cualquier caso, es evidente que el hombre de la calle —de la universidad, de la oficina, del campo— sólo está dispuesto a escuchar al sacerdote, al «cura», que sepa dirigirse a él con sencillez de trato humano (como un hombre, diría, «al alcance de la mano») y a la vez con sincero y profundo sentido sobrenatural (como un hombre de Dios). Sencillez de trato humano —la eximia humanitas necesaria para la conversatio cum hominibus, como se dice en el Decreto— significa, en primer lugar, ejercicio de una serie de cualidades o virtudes naturales básicas (sinceridad, lealtad, amor a la justicia, reciedumbre, capacidad de comprensión, respeto a la justa libertad y autonomía de los laicos en las cuestiones temporales, etcétera). Después, significa también capacidad de estimar y de valorar debidamente todas las nobles realidades humanas: el trabajo profesional (como Cristo en Nazaret), el amor humano (como Cristo en Caná o en Naim), la amistad (como Cristo en Betania), etcétera. Es así como los hombres descubren en el sacerdote la disponibilidad y la comprensión que facilita el diálogo, y con el diálogo la enseñanza. Así es como se acostumbran a considerar al sacerdote como una figura próxima, familiar, amiga, y no como un ser lejano, singular y extraño.
—¿Es decir, que se requiere de nosotros, de los eclesiásticos, una forma de ser —permítame la expresión— menos clerical que en otras épocas, una manera menos clerical de comportarnos en la sociedad civil y en el trato con los laicos?
—Si usted al escribir su artículo pone clerical en cursiva, le respondo que sí. Menos clerical y más sacerdotal. Porque esos modales y esa mentalidad clerical a la que usted se refiere —frecuente en no pocos clérigos de épocas pasadas— fueron fruto de un falso concepto de la potestad (que ponía el acento más sobre la coacción que sobre la autoridad moral) y de un falso «sobrenaturalismo», poco sobrenatural. Pienso que muchas de las personas que se declararon o se declaran «anticlericales», como suele decirse, lo hicieron por reacción ante esos modales y ante esa mentalidad, que por cierto nada tiene que ver —como no ha dejado nunca de testimoniar el ejemplo de otros muchos magníficos sacerdotes— con un alma sinceramente sacerdotal, ni con las verdaderas exigencias del ministerio pastoral. Pero ya ve usted que se trata de un problema de «mentalidad», de contextura interior y, por tanto, de formación intelectual, de profundización doctrinal y ascética. Es decir, se trata de algo que no puede abordarse con soluciones superficiales y externas, que, además de simplistas, serían lamentablemente contraproducentes. Por ejemplo, la abolición del traje sacerdotal (sotana, clergyman o hábito), la admiración indiscriminada y bobalicona de todo «lo laico», la «temporalización» del ministerio sacerdotal, reduciéndolo a las solas tareas de asistencia social o económica, etcétera.
Por eso precisamente, el Decreto. «Presbyterorum Ordinis» insiste en que esa eximia humanitas del sacerdote ha de ir siempre estrechamente acompañada de un hondo sentido sobrenatural de las realidades terrenas, de la propia condición sacerdotal y del propio deber de estado. Nada, efectivamente, dificultaría más el diálogo con los hombres de nuestro tiempo que una especie actitud «naturalista» por parte del presbítero.
—¿Por qué motivos exactamente?
—Pues porque —y es éste uno de los grandes valores morales y culturales de nuestro tiempo— hoy los hombres aman apasionadamente la autenticidad de las actitudes, la sinceridad de las personas, y se rechaza automáticamente todo lo que sepa a falso, a fingido, a postizo o a falta de responsabilidad: y una actitud «naturalista» en el sacerdote sería todo eso al mismo tiempo. Pero, sobre todo, porque lo que los hombres quieren, lo que esperan —aunque muchas veces no sepan o no se den cuenta de que lo quieren y esperan— es que el sacerdote, con su testimonio de vida y con su palabra, les hable de Dios. Y si el sacerdote no lo hace así, si no les busca para eso, si no les ayuda a escuchar, a descubrir o comprender rectamente la dimensión religiosa de su vida, entonces el sacerdote les defrauda, como les defraudaría un bombero sin agua, un tabernero —perdone usted el símil— que despachase leche, o un médico que no se atreviese a diagnosticar y a recetar. Hoy, los hombres exigen ciertamente que se les hable de una manera bien determinada—positiva, vital, adherente a sus problemas espirituales y humanos concretos, alentadora y llena de ese optimismo cristiano que se llama «espíritu pascual»—, pero quieren y esperan que se les hable de Dios, y que se les hable abiertamente, porque ya hay demasiadas cosas en su vida social que lo ocultan. Se dan cuenta de que Dios les hace falta. Hasta el más solicitado por la prisa de sus mil ocupaciones diarias, hasta el más alejado o el que aparenta mayor indiferencia: todos, de una manera o de otra, con mayor o menor conciencia o lucidez, llevan a cuestas ese problema existencial de Dios. Y el sacerdote —homo fidei, Evangelii minister, educator in fide— tiene ése como primer deber de su ministerio: despertar esa luz o avivarla, traerla al plano de la conciencia personal.
En resumen, sincera humanidad en la forma y profundo espíritu sobrenatural en su contenido. El mismo Decreto Conciliar enseña que la Eucaristía es fuente y cumbre del ministerio sacerdotal. Y en la Eucaristía Cristo manifiesta egregiamente al mismo tiempo la inefable proximidad a los hombres del Hijo del Hombre y el infinito amor salvífico del Hijo de Dios.
Nos damos cuenta —pensando en el presbiterio, en la reafirmación del celibato eclesiástico, en la reforma de la incardinación y de los beneficios, etcétera— de que apenas hemos tenido tiempo de esbozar algunas de las muchas preguntas que queríamos hacer a don Álvaro del Portillo, uno de los peritos que más han contribuido al fatigoso trabajo del Concilio.
En el tintero quedan —como suele decirse— otros muchos temas. Quién sabe si la amabilidad de don Álvaro no nos permitirá reanudar este diálogo más adelante…
Sacerdote, licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra, y Doctor en Derecho Canónico.
De Newman a Ratzinger, pasando por Planck y Spaemann, distintas miradas muestran cómo la conciencia, la ciencia y la filosofía encuentran su plenitud en la fe.
¡He visto a Ratzinger!
John Henry Newman (1801-1890) Un santo para nuestro tiempo
"Ratzinger y los filósofos". El diálogo entre la teología y la filosofíaEn su “Carta al duque de Norfolk”, el próximo doctor de la Iglesia san John Henry Newman entiende la conciencia como luz que invita a la obediencia a la Voz divina que habla en nosotros y que el buen ejercicio de esa conciencia consiste en el hecho de dirigirse de modo inmediato a la conducta, a algo que debe hacerse o no hacerse. Dice también que Jesús quiso que el Evangelio fuera una Revelación reconocida y auténtica, pública, fija y permanente. En consecuencia, constituyó una sociedad de personas para que fuera la garante de su Revelación. Cuando iba a irse de la tierra, dio a los Apóstoles el encargo de enseñar a los que se convirtieran a guardar todas las cosas que Él les había enseñado. Y les manifestó que estaría con sus seguidores hasta el fin del mundo y de la historia.
Añade Newman que esa promesa de ayuda sobrenatural no caducó con la desaparición de los Apóstoles, ya que Cristo dijo “hasta el fin del mundo”, dando por supuesto que tendrían sucesores y comprometiéndose a estar junto a esos sucesores lo mismo que con los Apóstoles. La Revelación, continúa diciendo Newman, se concedió a los Doce de forma íntegra y la Iglesia sólo la transmite. Cree que la Iglesia tiene la misión de enseñar fielmente la doctrina que los Apóstoles nos dejaron como herencia. Por enseñanza de la Iglesia entiende no la enseñanza de tal o cual obispo sino sus voces unánimes y el Concilio es la forma que la Iglesia puede adoptar para que todos reconozcan lo que ella está enseñando. De igual manera, el Papa debe presentarse ante nosotros de una forma o con un gesto especial, para que entendamos que está ejerciendo su oficio de enseñar, es decir ex cathedra.
En su trabajo sobre “El desarrollo del dogma” afirma que la supremacía de la conciencia es la esencia de la religión natural y que la supremacía en la conciencia del cristiano es lo que en el Nuevo Testamento se nos revela y se nos confirma por la Iglesia. Considera que la Iglesia católica es la única de todas la Iglesias que se atreve a reclamar la infalibilidad, como si un instinto secreto y un recelo involuntario refrenase a las otras confesiones.
En su libro “Apologia pro vita sua” dice que se ve empujado a hablar de la infalibilidad de la Iglesia como de una disposición querida por la misericordia del Creador para preservar la religión en el mundo y para refrenar esa libertad de pensamiento -que sin duda en sí misma es uno de nuestros mayores dones naturales-, para rescatarla de sus propios excesos autodestructivos.
En su libro “El asentimiento religioso” afirma que quien cree en el depositum de la Revelación, cree en todas las doctrinas de ese depositum y, puesto que no puede conocerlas de una vez, conoce algunas doctrinas y no conoce otras… pero conozca poco o mucho, tiene la intención, si de verdad cree en la Revelación, de creer todo lo que haya que creer siempre que y tan pronto como se le presente.
Dice que hay una única religión en el mundo que tienda a satisfacer las aspiraciones y prefiguraciones de la fe y la devoción naturales, el cristianismo y que sólo él tiene un mensaje preciso dirigido a toda la humanidad.
Por su parte, el premio Nobel alemán Max Plank, autor de la teoría cuántica decía en una conferencia: «Donde quiera que miremos, tan lejos como miremos, no encontramos en ningún sitio la menor contradicción entre religión y ciencia natural, antes, al contrario, encontramos perfecto acuerdo en los puntos decisivos. Religión y ciencia natural no se excluyen, como algunos temen o creen hoy en día, sino que se completan y se condicionan la una a la otra. La prueba más inmediata de la compatibilidad de la religión y la ciencia de la naturaleza, también de la construida sobre una observación crítica, la ofrece el hecho histórico de que precisamente los máximos investigadores de la naturaleza de todos los tiempos, Kepler, Newton, Lebnitz, eran hombres penetrados de profunda religiosidad».
Y esa misma conferencia de Plank terminaba con las siguientes palabras: «Es la lucha siempre sostenida, nunca desfalleciente, que la religión y la ciencia natural conducen conjuntamente contra la incredulidad y la superstición, y en la que la consigna que marca la dirección, que la marcó en el pasado y la marcará en el futuro, dice: ¡Hacia Dios!» (“Cristo y las religiones de la tierra”, Franz Köning).
Es cierto que hay personas inteligentes dedicadas a la filosofía y a la ciencia y descreídas. Pero prefiero recordar, otra vez, a alguien que ha podido conciliar razón y fe: Robert Spaemann.
Al filósofo alemán le preguntaron en una ocasión si él, un científico de renombre internacional creía realmente que Jesús nació de una virgen y obró milagros, que resucitó de la muerte y que, con Él, se recibe la vida eterna. Puesto que una fe así, le decían, es típicamente infantil.
El filósofo, de 83 años, respondió: “Pues, si usted quiere, así es. Por cierto, creo más o menos lo mismo que creía cuando era niño, sólo que, entretanto, he reflexionado más sobre ello. Al final, la reflexión me ha confirmado siempre en la fe”.
A esta anécdota añadió Benedicto XVI: «¿Por qué Dios no habría de ser capaz de regalar un alumbramiento también a una virgen? ¿Por qué no podría resucitar a Cristo? Por supuesto, si yo mismo establezco lo que tiene permitido ser y lo que no, si yo y nadie más que yo determino los límites de lo posible, entonces tales fenómenos deben excluirse… Dios quiso entrar en este mundo. Dios quiso que no quedáramos limitados a presentirlo sólo desde lejos a través de la física y de la matemática. Él quiso mostrársenos…» (“La luz del mundo”, una conversación de Benedicto XVI con el periodista Peter Seewald).
En este mes de noviembre, la Iglesia invita a rezar especialmente por los difuntos y ganar indulgencias plenarias.
"Con los santos podemos tejer una relación de amistad"
51 razones para rezar el rosario
Obtener la indulgencia plenaria durante el Jubileo 2025La Iglesia Católica dedica el mes de noviembre, de modo especial, a la oración por los fieles difuntos. Este tiempo invita a los creyentes a ofrecer misas, plegarias y obras de misericordia en favor de las almas del Purgatorio.
En todo el mes de noviembre existe la posibilidad de ganar indulgencias plenarias por los difuntos, como ya se hizo durante los años de la pandemia. El Cardenal Mauro Piacenza, Penitenciario Mayor, explicó que esta práctica “es una forma de devoción muy sentida, que se expresa participando en la Misa y visitando los cementerios”, recordando que la indulgencia “es un signo de la ternura de Dios y de la comunión entre la Iglesia peregrina y la Iglesia purgante”.
Según el Manual de Indulgencias, los fieles pueden obtener indulgencias plenarias —aplicables solo a las almas del Purgatorio— cumpliendo las siguientes condiciones:
Quienes no puedan salir de casa por motivos graves o de salud pueden igualmente obtener la indulgencia uniéndose espiritualmente a las oraciones de la Iglesia, rezando por los difuntos ante una imagen del Señor o de la Virgen María.
La Iglesia enseña que la Santa Misa es la ofrenda más poderosa que puede hacerse por los difuntos, ya que es el mismo sacrificio de Cristo renovado de modo incruento sobre el altar.
Así lo recordaba el Papa Benedicto XV en su Constitución Apostólica Incruentum Altaris (1915), en la que concedió a todos los sacerdotes del mundo la facultad de celebrar tres misas el día 2 de noviembre, una por la intención que deseen, otra por todos los fieles difuntos y una tercera por las intenciones del Santo Padre.
El Papa subrayó que “el sacrificio del altar tiene el mayor poder para expiar las almas que descansan en Cristo”, e invitó a los fieles a asistir a esas misas con devoción, para que “una inmensa ola de alivio” llegue a las almas del Purgatorio.
El Catecismo de la Iglesia Católica enseña que la indulgencia es “la remisión ante Dios de la pena temporal por los pecados, ya perdonados, en cuanto a la culpa, que un fiel dispuesto y cumpliendo determinadas condiciones consigue por mediación de la Iglesia, la cual, como administradora de la redención, distribuye y aplica con autoridad el tesoro de las satisfacciones de Cristo y de los santos”.
Dios perdona sus pecados a aquellos que tras haber cometido un pecado, se arrepienten por medio del sacramento de la confesión. Sin embargo, queda una «responsabilidad pendiente» por las consecuencias que el pecado haya tenido para la misma persona o para otras, o incluso para la sociedad en general. Esta consecuencia se llama «pena temporal» y es una deuda que persiste y que hay que saldar ya sea en esta vida o en el Purgatorio.
Es entonces cuando la Iglesia, administradora de la redención, puede conceder indulgencias que pueden suprimir plenamente o parcialmente (dependiendo si se trata de una indulgencia plenaria o parcial) esta pena temporal por los pecados cometidos y confesados hasta ese momento.
Durante este mes, la Iglesia invita a los fieles a rezar por sus seres queridos difuntos, a participar en la Eucaristía, y a ofrecer obras de misericordia como signo de amor y comunión con la Iglesia Purgante.
Cada indulgencia ganada es un acto de caridad espiritual que abre el cielo a las almas que esperan su purificación.
A través del mercadillo solidario, el Patronato de Acción Social busca conseguir fondos para costear las becas de los seminaristas.
Luis Alberto Rosales: “La labor de CARF sale adelante porque hay tres santos muy empeñados en ello”
Álvaro Garrido: “La Fundación CARF no existiría sin los benefactores”
Patronato de Acción Social de Fundación CARF, todo para los sacerdotesDel 11 al 15 de noviembre, en los salones parroquiales de San Luis de los Franceses, el Patronato de Acción Social de la Fundación CARF celebrará un mercadillo solidario con el fin de aportar fondos para ayudar a los sacerdotes.
La Fundación CARF fomenta e impulsa las vocaciones sacerdotales, apoyando la formación de seminaristas, sacerdotes o religiosos, en Roma o Pamplona: “Trabajamos para llevar la sonrisa de Dios a todos los rincones del mundo a través de los sacerdotes y ayudando a su formación”.
Asociado a esta fundación y con este mismo fin, el Patronato de Acción Social coordina voluntariados parar coser y bordar las albas o lienzos litúrgicos que se entregan, junto con los estuches de vasos sagrados, a cada seminarista que termina su formación y regresa a su diócesis para ser ordenado.
La primera acción del Patronato es rezar por las vocaciones sacerdotales. “Rezar y ayudar a los sacerdotes motiva a muchas personas. Además, ellos también rezan por nosotros, por lo que, en realidad, salimos ganando”, apunta su presidenta, Carmen Ortega.
Además de esta labor, el mercadillo forma parte esencial del Patronato. Para ayudar a las vocaciones se movilizan distintas voluntarias que confeccionan ropa de punto, recogen muebles donados, objetos de decoración y organizan lo necesario para poner todas las donaciones a disposición del público.
En esta edición el 29 mercadillo semestral será del 11 al 15 de noviembre de 11 a 21 en los salones parroquiales de San Luis de los franceses (Calle Padilla, 9. 28006 Madrid).
"New revolution": el proyecto para frenar la pornografía
Cómo ayudar a dejar la pornografía
El precio oculto de la pornografíaOpenAI, la empresa responsable de ChatGPT, ha anunciado que a partir de diciembre de 2025 permitirá el acceso a contenido erótico para usuarios adultos que verifiquen su edad. La medida, impulsada por su consejero delegado, Sam Altman, supone un giro importante en la política de moderación de la compañía.
Altman justificó el cambio señalando que, hasta ahora, ChatGPT había sido “bastante restrictivo” con el fin de “asegurarnos de que teníamos cuidado con los problemas de salud mental”. Sin embargo, reconoció que esa prudencia lo hacía “menos agradable y útil para muchos usuarios que no tenían problemas de salud mental”. El nuevo enfoque, afirmó, busca “tratar a los usuarios adultos como adultos”.
La decisión ha generado controversia entre especialistas en ética tecnológica, terapeutas y las redes sociales. Los críticos advierten de que, bajo el argumento de la libertad de elección, se esconde una estrategia para monetizar la soledad y la hipersexualización digital, con potenciales consecuencias en la salud mental y en la normalización de conductas adictivas.
Algunos analistas señalan que las nuevas funciones que podrían incorporarse —avatares personalizables, simulaciones de pareja, conversaciones eróticas o cuerpos generados a medida— podrían marcar un punto de inflexión en la expansión de la pornografía digital. El riesgo, sostienen, no es solo la facilidad de acceso, sino la creación de entornos virtuales que sustituyan el contacto humano y fomenten vínculos afectivos con máquinas.
Mientras tanto, en España el Ministerio de Igualdad ha lanzado la campaña “Por no hablar”, centrada en alertar sobre las consecuencias del consumo de pornografía. Con mensajes como “El porno genera expectativas irreales”, “contiene alto contenido violento”, “erotiza la violencia” o “instaura modelos de relación basados en la dominación masculina”, la iniciativa busca promover una educación sexual que contrarreste la influencia de los contenidos pornográficos en la construcción de la identidad y el deseo.
El contraste resulta llamativo: mientras el Estado español trata de desincentivar el consumo de pornografía y fomentar la reflexión sobre sus efectos, una de las empresas tecnológicas más influyentes del mundo abre la puerta a una nueva forma de consumo erótico automatizado y despersonalizado. De momento, ningún gobierno ha criticado o anunciado medidas específicas para evaluar el impacto ético y psicológico de esta decisión.
Teniendo en cuenta el contexto general, resulta sorprendente la decisión de la televisión pública española de llevar a su prime time el programa La Revuelta (anteriormente llamado La Resistencia). Durante años, el programa original se autodefinió como «porno friendly«, defendiendo abiertamente la pornografía e incluyendo entrevistas de gran difusión con las principales estrellas del porno españolas.
La irrupción de la inteligencia artificial en el terreno de la sexualidad abre un debate de fondo sobre los límites entre la libertad individual, la ética tecnológica y la salud pública. En un mundo donde la IA está cada vez más presente, la pregunta sigue siendo inevitable: ¿debemos promover la pornografía, tolerarla o prohibirla? ¿Es la pornografía inofensiva?
Negar el dolor postaborto es negar la realidad de miles de mujeres que sufren en silencio, atrapadas entre la culpa y un sistema que llama libertad a su herida.
Miguel Delibes y Ana Iris Simón: ¿es el aborto progresista?
La sutil eugenesia que propone nuestra sociedad
"El vientre de la mujer es el altar donde Dios entra al mundo"La experiencia de Leire Navaridas ilustra el trauma que supone un aborto. Comprendió que una mujer embarazada ya es madre, e inspirada por su propia experiencia y acompañamiento, hoy trabaja con AMASUVE, organización que apoya a mujeres y hombres afectados por las secuelas del aborto, reconociéndolo como un hecho traumático con consecuencias profundas en las personas y en sus relaciones, así como en la sociedad. Para Leire, el aborto nunca soluciona un problema, pero el amor incondicional hacia un hijo, incluso perdido, puede ser un motor capaz de reconstruir el desorden en la vida de una mujer. Leire hablará de ello en el XII Simposio San Josemaría, que se celebra bajo el lema «voces de esperanza» los días 14 y 15 de noviembre. Tras el actual debate del síndrome postaborto, Leire expone su punto de vista en esta entrevista.
–Si comprendemos la realidad a un nivel profundo, porque la abordamos sin filtros ideológicos, considero que habría poco margen para debates. En el momento que comprendemos que la IVE es la Intervención Violenta de un Embarazo por la que se extrae sin vida al hijo o hija del útero de su madre gestante, ¿Cómo vamos a negar que es un hecho traumático?, ¿Qué madre no se va a sentir profundamente dañada después de perder un hijo así? En mi experiencia la respuesta es que todas nos sentimos traumatizadas. Otra cosa es cuándo y cómo se vaya a expresar ese trauma.
En mi caso, fui a abortar en 2008 como quien se va a depilar las inglés. Era proabortista y me había creído que la maternidad es la peor condena posible para una mujer que quiere ser libre, porque también me creí que el hombre es un depredador sexual del que no te puedes fiar. Y eso que el hombre que me dejó embarazada era mi marido. Una boda que realizamos por papeles, porque una “feminista” como yo, no podía caer en el romanticismo y casarse por amor y compromiso.
–Los pasos iniciales y fundamentales son dos. El primero, asumir la realidad de ser madre de dos hijos muertos -porque en mi caso, como consecuencia de la IVE, perdí de forma espontánea también al siguiente hijo-, lo segundo, conectarse al dolor que eso genera. Aquí lo más habitual es sentirse súper culpable porque las madres asumimos por completo la responsabilidad de esas muertes violentas. Sin comprender que nosotras también hemos sido víctimas de un sistema social, político, industrial y sanitario que justifica, niega y promueve dicha violencia. Porque lo visten y venden muy bien en concepto de derechos y libertad. Y las mujeres que estamos rotas por dentro, nos envenenamos fácil y rápidamente por esas ideologías que niegan y destruyen la biología.
–Negar el destrozo que supone un aborto provocado en la salud integral de la mujer me resulta una ofensa tan grande como si negaran que una mujer violada queda traumatizada. Negar el dolor de las mujeres, del que soy testigo tras 7 años de acompañamiento en el trauma postaborto, para reducirlo a un bulo de la ultraderecha o una invención de los movimientos provida es la señal de que al Gobierno de España y a sus Ministerios de Salud o Igualdad les importa mucho más mantener su posición política e ideológica que conocer verdaderamente la realidad profunda de una mujer embarazada abocada al aborto por manipulación o falta de recursos.
Si realmente les interesara promover la salud y la libertad de las mujeres, ofrecerían una información completa y transparente previo a derivarlas a una IVE y, por otro lado, invertirían los 34 millones que invierten en aborto en apoyo a la mujer embarazada en situación de vulnerabilidad. Porque es un engaño pensar que las mujeres van libres y empoderadas a un abortorio. Tan solo haría falta hablar con 10 mujeres que se han sometido a una IVE para entender que no hay libertad, por falta de información y de apoyos suficientes para no abortar cuando el embarazo supone una amenaza para la madre gestante. Solo a nivel físico cabe señalar que muchas mujeres en España se quedan estériles o sin la capacidad de traer más niños nacidos al mundo tras un aborto provocado realizado en una clínica.
–Se manipula la realidad con el lenguaje. Yo no puedo retomar el embarazo que “interrumpí voluntariamente” en 2008. La intervención violenta que nos arrebata un hijo sin vida es traumática y se acaba manifestando en el tiempo. En mi caso fueron años de creer que había sido una liberación y que no había herida. Tuve la suerte de no estar sangrando día tras día durante meses como es el caso de muchas mujeres tras una IVE y que no pueden negar el destrozo por mucho que quieran pasar página y enterrarlo en lo más profundo de su ser.
Luego está la realidad de que rara vez las mujeres lo tienen claro. Yo sí lo tuve. Pero si alguien se acercara a la sala de espera de un centro de abortos lo que se encontraría serían mujeres muy nerviosas, otras llorando, algunas desesperadas, otras coaccionadas por las parejas sexuales que les acompañan para asegurarse de que eso acaba sin hijo vivo, y otro tipo de ejemplos donde se ve de todo menos libertad, tranquilidad o seguridad en la mujer embarazada.
Y lo común, es que tarde o temprano, si no has tenido secuelas físicas, en algún momento lleguen las emocionales, como la culpa o la pena, o las psicológicas como pesadillas recurrentes, depresión o pensamientos suicidas. Lo veo cada día en las mujeres que acompaño. Otra cosa es que los psiquiatras no hilen que la mujer que les viene a urgencias con un ataque de ansiedad lo haga por un aborto provocado. Porque, por lo general, no registran estos datos en su ficha. Y la mujer, puede que tampoco lo asocie o simplemente le de mucha vergüenza contar que en algún momento de su vida se ha sometido a un aborto, o más. La media calculo que puede estar entre 1,5 – 3 abortos por mujer.
–En mi opinión, no podemos colocarnos de autoridad moral, ni terapéutica, frente a alguien que no quiere sanar. Ahora, si le podemos estimular y ofrecer una oportunidad para que pueda conectar con su dolor, que viene mucho antes del aborto. En este sentido, es muy importante comprender que el aborto no es el origen del malestar de una mujer, sino una consecuencia, es la gota que colma el vaso dentro de una trayectoria que no estaba bien. Tras un aborto provocado nos encontramos con mujeres abandonadas, abusadas o maltratadas. Por eso, una forma de abrir camino a sus heridas, es tratarla con mucho cariño, amor y respeto. Eso le puede impactar mucho más que colocarle una realidad que no es capaz de asumir ni afrontar.
–Como se acompañaría a cualquier madre en un tanatorio. Con mucho amor, mucho respeto, escuchándola, sirviéndola, acompañándola en su dolor. Dejándole sentir con unas palabras o, a veces, simplemente con una mirada que es amada y aceptada con todo lo que ha pasado. Sin juicio ni condescendencia. Desde ahí se puede establecer un vínculo afectivo y de confianza que le permita abrirse a lo que lleva en su corazón. Y a medida que va sacando el dolor, sumándole la comprensión de cuáles han sido los factores que le han abocado a someterse a un acto tan violento. Seguro que si abre su intimidad aparecen mucha soledad, vulnerabilidad, miedo, etc.
A nivel terapéutico, y también estratégico, es importante no centrar el discurso ni la cuestión en torno al aborto, que eso al fin y al cabo es un hecho violento que ya pasó, y centrarse en la realidad del presente: estamos ante una madre a la que le han matado al hijo antes de nacer. Cuando en una situación así empatizas y conectas con el dolor que lleva dentro, es fácil que la madre se rompa a llorar y pueda comenzar, en un proceso que lleva tiempo y compromiso, a liberarse del dolor y la culpa. Recomendable derivarla a especialistas, que no hay muchos. AMASUVE es ahí un punto de referencia gratuito y disponible a nivel mundial.
Por supuesto. El ser humano, aunque muchos piensen lo contrario, de forma innata es llamado al amor. Anhela el amor y se conmueve por amor. Y todo acto de amor trae siempre sus frutos. Por eso que cualquier acto que reúna a personas atraídas por el impulso de promover un Bien Común es un acto que no solo da esperanza, sino que ya está construyendo un bien en el presente. Así sea unir, reforzar y motivar a los asistentes. Además de sacar el tema a la palestra.
–Existe una forma muy accesible de contribuir a la causa: difundir los mensajes que transmiten conciencia, apoyo y motivación. Y muy necesario también y al alcance de cada adulto, ser ejemplo. Si yo como mujer disfruto de mi feminidad y mi maternidad podré influir a que mi hijo y los niños y niñas que me rodean tengan un referente de que ser mujer y madre es maravilloso. Nos hace brillar y disfrutar, siempre que tengamos un hombre colocado a nuestro lado apoyando nuestra creatividad.
Y si eres un hombre, entrégate a hacer felices a quienes te rodean, y así las niñas de tu entorno quedarán con un registro real, no de ficción, de que el hombre ama. Esto les permitirá cuando crezcan no entregar su sexualidad a un hombre que no les haga sentir igual de valoradas y especiales, porque sabrán que existe el hombre que respeta y ama a la mujer. Y si saben que son súper valiosas, no se conformarán con menos. Y el hombre que ama celebrará dejar a su mujer embarazada y eso dará lugar a una familia unida y feliz. Esto puede transformar la trayectoria humana.
La rápida descristianización de España no se explica solo por la transición política y los cambios profundos en los modos de vida a partir de los años sesenta. También la aceptación de la contracepción marcó un giro decisivo en la mentalidad, generando un individualismo que debilitó el tejido católico de la sociedad.
En noviembre de 2016 participé en Breslavia, Wroclaw (Polonia), en un congreso que tuvo como lema The value of culture – the culture of value. Mi intervención debía presentar el proceso de secularización vivido por España en los últimos años. Formaba parte de una mesa en la que participaron también el escritor y crítico musical irlandés John Waters, y el psicólogo holandés Gerard van der Aardweg. Los tres teníamos en común ser ciudadanos de países de larga tradición católica que habían experimentado unos procesos de secularización tan rápidos como intensos. Es comprensible que el problema preocupara a los católicos polacos que veían cómo el final del comunismo había supuesto en su país el comienzo de un proceso de descristianización, para algunos inesperado, para todos indeseado. Tuve la impresión de que nuestros anfitriones aspiraban a aprender de la experiencia ajena e intentar evitarla. Era manifiesta la extrañeza que les producía el proceso de cambio social, en especial de secularización, vivido por países como el nuestro.
Las exposiciones de mis compañeros de mesa me parecieron muy interesantes, me descubrieron aspectos que no conocía sobre la historia del catolicismo en sus países, y permitieron una discusión que todavía recuerdo. En mi intervención, que fue la primera, expliqué lo que pensaba sobre el proceso español, cómo se tiende a pensar que la descristianización fue consecuencia casi directa del final del régimen de Franco y, por tanto, algo ligado directamente a la democratización política y a la experiencia de las libertades públicas. Expliqué que esa interpretación de los hechos me parecía una simplificación que conducía a una falsedad. Para empezar, comparar el caso español con el italiano o el francés bastaba para desechar la idea de que la descristianización creciente de los setenta, acelerada en los ochenta, fuera consecuencia de la democratización, ya que afectó también a países en los que las libertades ciudadanas propias de las democracias eran algo vivido desde muchos años atrás.
En España, la democratización y la secularización coincidieron en el tiempo, se solaparon, y puede que en algunos aspectos se potenciaran, pero una no fue causa de la otra, salvo en ciertos aspectos que afectan más al comportamiento de la jerarquía católica que al de los políticos.
Mi tesis fue que la disminución del conocimiento y práctica de la fe cristiana respondía sobre todo a un cambio en los modos de vida que se había acelerado a finales de los sesenta y en los años setenta. Fue una mutación que afectó primero al lugar en que se vivía: los españoles emigraron masivamente a las ciudades en esos años. Ese traslado tuvo que ver con el trabajo que se realizaba, que cada vez estuvo menos ligado al sector primario, y condujo a un crecimiento de las rentas familiares que transformaron los modos de vida haciéndolos más consumistas y materialistas también.
El papel desempeñado por la televisión, el cine, la música y la publicidad en el cambio cultural vivido fueron de una importancia difícil de exagerar. Pero ese cambio en la manera de vivir tuvo un aliado, que potenció el cambio social de forma impresionante, y ese aliado tenía relación, precisamente, con la religión. La gran transformación había sido impulsada por el cambio de horizonte moral que trajo consigo la crisis católica posconciliar. El vendaval que supuso para las conciencias de muchas personas produjo un cambio de mentalidad sin apenas precedentes. El hundimiento se manifestó de forma impresionante en las defecciones de sacerdotes, religiosos y religiosas que abandonaron su compromiso espiritual para entregarse a uno nuevo y temporal. No fue algo forzado desde el exterior fue un proceso vivido desde dentro de la Iglesia, una suerte de implosión.
Ahora bien, parecía claro que eso afectaba a un sector minoritario de la población: por importante que fuera para el mundo católico, no era suficiente para explicar un cambio social. Había algo más que había llevado a transformar la vida de millones de católicos españoles. Sostuve que eso había sido el cambio en la moral sexual y la aceptación práctica de la contracepción como algo habitual por los matrimonios cristianos, una aceptación contraria a las enseñanzas del Papa Pablo VI en su encíclica Humanae Vitae, pero difundida por no pocos clérigos y algunos obispos como algo razonable y hasta deseable.
El uso generalizado de los anticonceptivos me parecía la causa principal de la difusión de una mentalidad individualista que reforzaba el consumismo de forma impresionante y que cambiaba la forma de pensar de las personas, también en materia religiosa. Se trataba de un cambio en los modos de vida tan importante que tuvo un efecto de alta intensidad en toda la sociedad al cabo de pocos años. Desde mi punto de vista, ahí estaba la clave para entender las transformaciones en cascada que vinieron después: el cambio en la manera de vivir es mucho más trascendente que un mero cambio político.
Mi colega holandés, tanto en su intervención como en el coloquio, subrayó su coincidencia con esta tesis. Holanda había sido en los años cincuenta el país europeo que, en números absolutos, más misioneros enviaba fuera de sus fronteras. Casi al mismo tiempo, en medio de una crisis doctrinal que afectó a su episcopado y a sus teólogos, la difusión de los medios contraceptivos terminó con el tejido católico de la sociedad holandesa casi hasta anularlo. John Waters, nuestro irlandés, estaba de acuerdo con la tesis, pero subrayaba, en su caso, un clericalismo nocivo que había conducido en Irlanda a que los padres abdicaran de sus obligaciones y fueran casi sustituidos por los clérigos en sus responsabilidades familiares, con la connivencia de las madres, en un proceso que resultó funesto para la institución familiar.
Volví de Wroclaw convencido de que debíamos explicar mejor a nuestros estudiantes el cambio tan profundo que se había producido en los años sesenta y setenta en toda Europa. Bueno, no en toda. Los católicos del otro lado del Telón de Acero se habían ahorrado este proceso, lo que me puso sobre la pista de la difusión mediática del Concilio Vaticano II y de la importancia de la publicidad como factores determinantes en esos cambios, o en su ausencia.
Cuando profundicé en la cuestión, descubrí que la raíz de esa transformación estaba en años anteriores, en la crisis de comienzo de siglo en Europa y, muy especialmente, en la de finales de los cincuenta y primeros sesenta en los Estados Unidos de América, en su contracultura y en la aceptación de la contracepción, y también del aborto, como medios de vivir de sus familias y, por tanto, de su sociedad. Ese gran cambio aterrizó en Europa a finales de los sesenta, estalló en mayo del 68, se propagó y provocó el mayor cambio social del siglo XX, la separación de amor matrimonial y sexualidad, que todavía conforma nuestro tiempo. A su alrededor han sucedido muchas más cosas, y sus raíces van todavía más lejos de lo mencionado aquí, pero esa es otra (apasionante) historia.
Contenido facilitado por el profesorado del Máster de Cristianismo y Cultura Contemporánea de la Universidad de Navarra.
Catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Navarra
El conocido como "Cementerio de Verano" de Roma, será el lugar en el que el Papa León celebrará la Misa por los fieles Difuntos, el 2 de noviembre a las 16:00 horas.
El domingo 2 de noviembre, día de la Conmemoración de todos los fieles difuntos, el Papa León XIV
presidirá la celebración eucarística en el Cementerio Comunal Monumental Campo Verano, popularmente conocido como «Cementerio del Verano».
Esta celebración, presidida por el Obispo de Roma, se suele hacer en alguno de los cementerios que existe en la capital italiana, en los últimos años, el Cementerio Militar Francés de Roma, el Cementerio teutónico o el Cementerio Laurentino han acogido esta celebración de la Santa Misa.
Al día siguiente, el Papa presidirá la Santa Misa en sufragio del difunto Romano Pontífice Francisco y de los cardenales y obispos fallecidos durante el año en la capilla papal de la Basílica de San Pedro a las 11 de la mañana.
La liturgia católica celebra el 30 de octubre a san Marcelo, centurión romano, venerado mártir por las Iglesias católica y ortodoxa, patrón de León (España). Y al beato presbítero ucraniano Alejandro Zaryckyj. La Iglesia conmemora a san Marcelo I, Papa, el 16 de enero.
San Marcelo fue un centurión que nació y vivió en León durante la segunda mitad del siglo III. Es venerado como santo, y patrón de la ciudad de León. El otro santo local, san Froilán, es patrón de la diócesis.
Estando en servicio como centurión, fue requerido para participar en los actos oficiales paganos. En particular, la celebración del cumpleaños del emperador Maximiano Hercúleo (o de los emperadores bajo la diarquía) en el año 298. El acto incluía sacrificios a los dioses. La tradición narra que Marcelo, al ver que la celebración era contraria a su conciencia cristiana, se levantó, arrojó sus insignias de centurión (cinturón, espada), y declaró: “Sirvo a Jesucristo, Rey eterno”.
Inmediatamente fue arrestado. Según el Martirologio Romano, fue juzgado por primera vez en España el 21 de julio de 298, aunque se fija su juicio final y decapitación en Tánger el 29 ó 30 de octubre de 298. El prefecto Aurelio Agricolano dictó sentencia de muerte por decapitación, al considerar que Marcelo había abandonado su puesto militar y renegado del culto imperial.
Se presenta a san Marcelo casado con santa Nonia (o Nona) y padre de doce hijos. Entre ellos Claudio, Lupercio y Victorico, también mártires. Sus reliquias fueron trasladadas a la ciudad de León, en España, de la que es patrón.
Entre otros santos, hoy se celebra también al beato ucraniano Alejandro Zaryckyj, nacido en 1912. Fue ordenado sacerdote en 1936, ejerció de párroco, y en 1948 las autoridades le detuvieron durante la II Guerra Mundial. Tras ser detenido y luego exilado en Karaganda (Kazajstán), fue excarcelado en 1956 gracias a una amnistía general, y nombrado posteriormente administrador apostólico de Kazajstán y de Siberia. Pero en 1962 le arrestaron de nuevo, y murió mártir de la fe un año después en el campo de concentración de Dolinka (Kazajstán).
En tiempos donde el mal se disfraza de diversión, la conciencia cristiana está llamada a despertar y elegir la luz sobre la oscuridad.
Halloween y la religión verdadera
Noviembre: mes para rezar por los difuntos y ganar indulgencias
En el día de los difuntos el Papa anima a los fieles a soñar con el cieloEn una cultura que ha aprendido a reírse del mal, Halloween se presenta como un síntoma más del progresivo adormecimiento de la conciencia moral. Lo que antes se temía, hoy se celebra; lo que se consideraba oscuro, ahora se viste de fiesta. Bajo luces naranjas y máscaras inocentes, el mundo ha aprendido a jugar con lo terrorífico, creyendo que nada ocurre por «un simple gesto».
Muchos viven el 31 de octubre como una tradición inofensiva. Sin embargo, antes de introducirla en nuestra cultura, cabría preguntarse: ¿Qué estamos celebrando realmente? ¿Lo que celebramos es acorde a lo que creemos? El Evangelio nos llama a ser “sal de la tierra y luz del mundo”. Participar en celebraciones que exaltan lo contrario, aunque sea de modo superficial, no glorifica a Dios. Y si algo no glorifica a Dios, debemos examinar con sinceridad si conviene hacerlo.
El mayor triunfo del demonio, decía el poeta Baudelaire, es hacernos pensar que no existe o que no tiene poder. Halloween encaja perfectamente en ese engaño. Bajo la apariencia de diversión, se banaliza lo oscuro y lo maligno, convirtiendo en juego lo que en realidad representa el mal.
Cuando nos reímos del demonio y lo convertimos en motivo de fiesta, dejamos de reconocer su presencia real y su capacidad de tentar. Poco a poco, nuestra conciencia se adormece: lo que antes nos escandalizaba, ahora nos parece una broma. Así es como el mal se cuela —no de golpe, sino gota a gota— y va ganando terreno.
Algunos dirán: “solo es un disfraz, solo es decoración”. Sin embargo, todo acto humano tiene un significado, incluso cuando no lo percibimos. La historia está llena de ejemplos: los símbolos, las palabras y las celebraciones moldean culturas enteras.
Por eso no da igual disfrazarse de santo o de demonio, de mártir o de monstruo. Cada signo comunica algo, y educa el corazón de quien lo vive. ¿Qué imagen de la vida y de la muerte se ofrece a los niños cuando lo feo, lo violento o lo demoníaco se confunde con algo celebrable? Si acostumbramos a nuestros hijos a celebrar un día donde reinan «los malos», corremos el riesgo de que perciban el mal de manera equivocada. Debemos enseñarles a reconocer su gravedad y no ceder ante él, incluso en apariencia de diversión, porque «quien juega con fuego, se quema».
Frente a esto, educar en la luz, en la esperanza y en la santidad es infinitamente más fecundo. Un niño que celebra la vida de los santos aprende que la verdadera valentía no está en asustar, sino en amar; no en provocar miedo, sino en ser testigo de la bondad. Así, los cristianos debemos resaltar la belleza de Dios frente a la fealdad del pecado y lo macabro. El demonio no se merece una fiesta. Los santos, en cambio, sí. Ellos son los verdaderos héroes.
De esta forma, la Iglesia propone una alternativa luminosa: Holywins, que significa “la santidad vence”. Esta iniciativa nació en París en 2002 y hoy se extiende por parroquias y colegios de todo el mundo.
Holywins recupera el auténtico sentido cristiano del 1 de noviembre: honrar a todos los santos, conocidos y desconocidos, que viven ya en la presencia de Dios. Se anima a los niños a disfrazarse de sus santos preferidos, a conocer sus historias, a rezar y a celebrar la vida eterna con alegría.
En muchas comunidades, Holywins incluye procesiones, juegos, cantos, y momentos de adoración o misa. Los niños reparten estampas y testimonian que la verdadera alegría no está en el miedo, sino en el amor de Cristo.
Mientras Halloween glorifica la oscuridad, Holywins exalta la luz. Mientras Halloween se burla del mal, Holywins enseña a vencerlo con el bien. Mientras Halloween banaliza la muerte, Holywins proclama la victoria de la vida eterna. Porque, en definitiva, no hay comparación posible entre el horror y la santidad. El cristiano no está llamado a «coquetear» con el mal, sino a ser testigo de la victoria de Cristo.
Un debate necesario sobre el papel del cristianismo en la vida pública renace en esta obra colectiva coordinada por Ricardo Calleja, que reúne voces consolidadas y nuevas para reflexionar sobre cómo las ideas cristianas pueden influir y dialogar en una sociedad cada vez más poscristiana.
En 2020, un artículo escrito por Diego Garrocho publicado en la prensa desencadenó un debate sobre el papel de los intelectuales en la vida pública que logró extenderse por más de dos años. Este texto sirvió como catalizador de una conversación que involucró a múltiples pensadores, voces y perspectivas.
Ahora, esta obra colectiva, dirigida y coordinada por Ricardo Calleja, busca reactivar y enriquecer esa discusión tan relevante. En sus páginas escriben muchos de los autores que contribuyeron al debate, además de algunas caras nuevas.
La discusión sigue estando plenamente abierta, planteando preguntas esenciales: ¿Dónde están hoy las voces cristianas en la esfera pública? ¿De dónde deberían emerger estas voces? ¿Qué temas deberían abordar? ¿Tiene el cristianismo algo específico y único que aportar al diálogo público contemporáneo? ¿Es necesaria una guerra cultural para defender ciertos valores? Y, sobre todo, ¿cómo deben presentarse estas voces y sus ideas en el contexto actual?
Los capítulos son diversos en extensión, tono y procedencia, pero todos comparten un hilo conductor claro: una preocupación común por el papel del cristianismo en la cultura contemporánea y en la configuración de la opinión pública.
En un contexto global cada vez más poscristiano, donde los valores tradicionales son desafiados y las certezas se diluyen, esta obra se convierte en un espacio de reflexión colectiva que aspira a encontrar caminos para que las ideas y principios cristianos sean más visibles y pertinentes.
Ricardo Calleja, como editor, aporta una introducción bien articulada que enmarca el contexto y las principales inquietudes abordadas en el libro. Además, realiza sus propias contribuciones, enriqueciendo el debate con análisis y planteamientos personales.
Para quienes siguieron la polémica inicial originada por el artículo de Garrocho, este libro proporciona una oportunidad única de hacer un balance, de examinar con serenidad las distintas posturas y de formarse una opinión más rigurosa al respecto.
Al mismo tiempo, la obra tiene el potencial de inspirar a aquellos lectores que aún no se han involucrado en este tipo de debates. En un mundo cada vez más secularizado, esta presencia es no solo necesaria, sino urgente, y el libro actúa como una invitación a reflexionar y actuar.
Joseph Evans nos comenta las lecturas de la fiesta de los Fieles Difuntos (c) correspondiente al día 2 de noviembre de 2025.
En los países católicos, muchas personas acuden hoy al cementerio para rezar por sus seres queridos fallecidos. Tenemos la sensación de estar en comunión con ellos más allá de la muerte. Esta sensación también ha estado presente en culturas no cristianas a lo largo de los siglos, y diferentes civilizaciones han expresado su unión con los muertos de diversas maneras.
Pero lo que para los pueblos paganos no era más que una intuición, nos ha sido revelado explícitamente en la Iglesia. El mismo Antiguo Testamento ya mostraba conciencia de la vida después de la muerte. El Segundo Libro de los Macabeos habla de “la expiación por los muertos, para que fueran liberados del pecado” (2 Mac 12, 46). Y el Libro de la Sabiduría es consciente de que el destino de los justos y de los pecadores después de la muerte no es el mismo. “La vida de los justos está en manos de Dios, y ningún tormento los alcanzará (…) Están en paz (…) Los impíos, en cambio, serán castigados por sus pensamientos, pues despreciaron al justo y se apartaron del Señor” (Sab 3, 1. 3. 10).
Nuestros hermanos protestantes no suelen aceptar estos libros, porque Lutero tampoco lo hacía. Esto se debe en parte a que él no aceptaba la doctrina del Purgatorio, tanto por los numerosos abusos relacionados con esta creencia en su época (como la venta de indulgencias) como por su exagerado sentido de la fe. Él pensaba que la fe en Dios era todo lo que necesitábamos y que solo ella era nuestra salvación y purificación.
Sin embargo, varios pasajes del Nuevo Testamento también nos sugieren la realidad del Purgatorio. San Pablo habla de un fuego purificador. En el “día” del juicio (privado al morir, público al final de los tiempos), “la obra de cada cual quedará patente, la mostrará el día, porque se revelará con fuego. Y el fuego comprobará la calidad de la obra de cada cual” (1 Cor 3, 13). Si hemos edificado sobre Cristo (solo las obras realizadas para Cristo, explícita o implícitamente, nos llevarán al Cielo), dice Pablo, este fuego revelará la calidad de las obras que hemos realizado. Utiliza las metáforas del “oro, plata, piedras preciosas, madera, hierba, paja” (v. 12). Las obras que son mera paja, de poca sustancia, serán quemadas. Las obras de oro sobrevivirán al fuego.
Y concluye: “Si la obra que uno ha construido resiste, recibirá el salario. Pero si la obra de uno se quema, sufrirá el castigo; mas él se salvará, aunque como quien escapa del fuego” (vv. 14-15). Así pues, Pablo tiene en mente un fuego salvador que pone a prueba las obras que hemos realizado, quemando las malas y purificando las buenas para prepararnos para el Cielo. Esto es el Purgatorio y, como enseña 2 Macabeos, nuestras oraciones tienen el poder de ayudar a liberar de pecado a las almas que se encuentran allí. Esta es la razón de la conmemoración de hoy y por la que la Iglesia dedica todo este mes a las almas, entre las que esperamos encontrarnos algún día.
En una Audiencia muy numerosa, el Papa León XIV ha invitado a las tradiciones religiosas a “actuar juntos” para “transmitir el espíritu de amistad y colaboración entre religiones a la generación futura, verdadero pilar del diálogo”. Se cumplen ahora 60 años de la Declaración ‘Nostra aetate” del Concilio Vaticano II.
En el 60 aniversario de la declaración ‘Nostra Aetate’ (En nuestro tiempo), una declaración del Concilio Vaticano II de apenas dos folios, firmada por san Pablo VI, el Papa León XIV ha invitado a todas las religiones a trabajar “juntos”.
Hace sesenta años, el 28 de octubre de 1965, el Concilio Vaticano II, con la promulgación de la Declaración ‘Nostra aetate’, “abrió un nuevo horizonte de encuentro, respeto y hospitalidad espiritual”, ha dicho el Pontífice, refiriéndose al diálogo interreligioso.
“Este luminoso documento nos enseña a encontrar a los seguidores de otras religiones no como extraños, sino como compañeros de viaje en el camino de la verdad. A honrar las diferencias afirmando nuestra humanidad común. Y a discernir, en toda búsqueda religiosa sincera, un reflejo del único Misterio divino que abarca toda la creación”.
El Papa había iniciado la reflexión de su catequesis, dedicada al diálogo interreligioso, con «el diálogo del Señor Jesús con la mujer samaritana: ‘Dios es espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad’”.
“La esencia del auténtico diálogo interreligioso son las personas que se abren y escuchan recíprocamente con sinceridad. Este diálogo nace de la sed que tiene Dios del corazón humano y de la sed que la humanidad tiene de Dios.»
“Queridos hermanos y hermanas, sesenta años después de Nostra aetate, ¡actuemos juntos! Transmitamos el espíritu de amistad y colaboración entre religiones a la generación futura, porque es el verdadero pilar del diálogo”, ha añadido el Papa.
Un mensaje que ha ido transmitiendo a los peregrinos de diversas lenguas, como hace habitualmente.
Por ejemplo, a los de lengua española, ha dicho: “Roguemos al Señor para que todas las tradiciones religiosas puedan contribuir a aliviar el sufrimiento humano y a cuidar de la creación. Sabemos que la oración tiene el poder de transformar nuestras actitudes, nuestros pensamientos, nuestras palabras y nuestras acciones”.
Poco después, al recordar que «la primera orientación de ‘Nostra aetate’ fue hacia el mundo judío, con el que san Juan XXIII quiso restablecer la relación original”, se ha dirigido a los peregrinos de lengua inglesa.
“El mundo necesita más que nunca el poderoso testimonio de hombres y mujeres de todas las religiones que conviven en unidad, amistad y cooperación”.
“De esta manera, podemos trabajar juntos para alcanzar la paz, la justicia y la reconciliación que hoy se necesitan con tanta urgencia. Que por tanto, nunca perdamos la esperanza de que un mundo nuevo sin divisiones sea posible”.
Al profundizar en las relaciones con el pueblo judío, el Santo Padre ha subrayado que la Iglesia, “consciente del patrimonio que tiene en común con los judíos, y movida no por motivos políticos, sino por la caridad religiosa evangélica, deplora los odios, las persecuciones y todas las manifestaciones de antisemitismo de cualquier tiempo y persona contra los judíos”.
Desde entonces, ha proseguido, “todos mis predecesores han condenado el antisemitismo con palabras claras. Y, por lo tanto, yo también confirmo que la Iglesia no tolera el antisemitismo y lo combate, en virtud del Evangelio mismo”.
“Hoy podemos mirar con gratitud a todo lo que se ha logrado en el diálogo judeo-católico en estas seis décadas. Esto no se debe solo al esfuerzo humano, sino a la asistencia de nuestro Dios que, según la convicción cristiana, es en sí mismo diálogo”.
El Pontífice ha reconocido que en este período también ha habido “malentendidos, dificultades y conflictos”, pero éstos nunca han impedido la continuación del diálogo.
“Tampoco hoy debemos permitir que las circunstancias políticas y las injusticias de algunos nos alejen de la amistad, sobre todo porque hasta ahora hemos logrado mucho”.
Al concluir, el Sucesor de Pedro ha manifestado que “hace sesenta años, ‘Nostra aetate’ trajo esperanza al mundo que salía de la Segunda Guerra Mundial.
Hoy estamos llamados a refundar esa esperanza en nuestro mundo devastado por la guerra y en nuestro entorno natural degradado. Colaboremos, porque si estamos unidos todo es posible. Hagamos que nada nos divida”, ha reafirmado.
A los peregrinos de lengua alemana, y a una Plaza de San Pedro, y calles adyacentes, llenas de fieles, les ha dicho el Papa: “Queridos peregrinos de habla alemana, al finalizar este mes dedicado a Nuestra Señora del Rosario, los invito a permanecer fieles a esta hermosa oración a la Madre de Dios, que es también nuestra Madre: ‘Que nosotros, con su divino Hijo, bendigamos a la Virgen María’”.
¿El fin del mercantilismo educativo? El Papa León XIV lanza un Manifiesto Global para que la escuela católica sea un "Laboratorio de Esperanza" y priorice la dignidad sobre la eficiencia.
La Carta Apostólica «Diseñar nuevos mapas de esperanza» del Papa León XIV, con motivo del 60º aniversario de la Declaración conciliar Gravissimum educationis, reafirma las propuestas de la educación católica. El Santo Padre propone un modelo integral que se opone al mercantilismo, enfatizando la centralidad de la persona y el aprendizaje de virtudes.
Entre sus principales propuestas se encuentran: asegurar la calidad y el acceso a los más pobres, vincular la justicia social y ambiental, promover la colaboración de toda la «constelación educativa», y formar con la mente, el corazón y las manos para ser «coreógrafos de la esperanza». Este documento exhorta a las instituciones a ser laboratorios de discernimiento y testimonio profético, poniendo siempre la persona antes que el programa. Para conseguir todo esto enfatiza la necesidad de la formación del profesorado.
1. Los carismas educativos no son fórmulas rígidas.
2. La educación cristiana es una obra coral: nadie educa solo. La comunidad educativa es un «nosotros» en el que el docente, el estudiante, la familia, el personal administrativo y de servicio, los pastores y la sociedad civil convergen para generar vida.
3. La cuestión de la relación entre fe y razón no es un capítulo opcional: “la verdad religiosa no es solo una parte sino una condición del conocimiento general”. Estas palabras de San John Henry Newman —a quien, en el contexto de este Jubileo del Mundo Educativo, tengo la gran alegría de declarar copatrono de la misión educativa de la Iglesia junto con Santo Tomás de Aquino—.
4. La universidad y la escuela católica son lugares donde las preguntas no se silencian, y la duda no se prohíbe, sino que se acompaña. Allí, el corazón dialoga con el corazón, y el método es el de la escucha que reconoce al otro como un bien, no como una amenaza.
5. La acción educativa es esa obra, tan misteriosa como real, de “hacer florecer el ser… es cuidar del alma”, como se lee en la Apología de Sócrates de Platón (30a-b).
6. La formación cristiana no opone lo manual y lo teórico, la ciencia y el humanismo, la técnica y la conciencia; pide, en cambio, que la profesionalidad esté impregnada de ética, y que la ética no sea una palabra abstracta, sino una práctica cotidiana. La educación no mide su valor solo en función de la eficiencia: lo mide en función de la dignidad, la justicia y la capacidad de servir al bien común.
7. Los educadores están llamados a una responsabilidad que va más allá del contrato de trabajo: su testimonio vale tanto como su enseñanza. Por eso, la formación de los profesores — científica, pedagógica, cultural y espiritual— es decisiva.
8. La familia sigue siendo el primer lugar educativo. Las escuelas católicas colaboran con los padres, no los sustituyen, porque “el deber de la educación, sobre todo la religiosa, les incumbe a ellos antes que a cualquier otra persona”
9. Olvidar nuestra humanidad común ha generado fracturas y violencia; y cuando la tierra sufre, los pobres sufren más. La educación católica no puede callar: debe unir la justicia social y la justicia ambiental, promover la sobriedad y los estilos de vida sostenibles, formar conciencias capaces de elegir no solo lo conveniente, sino lo justo. Cada pequeño gesto —evitar el desperdicio, elegir con responsabilidad, defender el bien común— es alfabetización cultural y moral.
10. La historia enseña, además, que nuestras instituciones acogen a estudiantes y familias no creyentes o de otras religiones, pero deseosos de una educación verdaderamente humana. Por esta razón, como ya ocurre, se deben seguir promoviendo comunidades educativas participativas, en las que laicos, religiosos, familias y estudiantes compartan la responsabilidad de la misión educativa junto con las instituciones públicas y privadas.
11. Pero exige discernimiento en el diseño didáctico, la evaluación, las plataformas, la protección de datos y el acceso equitativo. En cualquier caso, ningún algoritmo podrá sustituir lo que hace humana a la educación: la poesía, la ironía, el amor, el arte, la imaginación, la alegría del descubrimiento e incluso la educación en el error como oportunidad de crecimiento.
12. Entre las estrellas que orientan el camino se encuentra el Pacto Educativo Global. Con gratitud recogemos esta herencia profética que nos ha confiado el Papa Francisco. Es una invitación a formar una alianza y una red para educar en la fraternidad universal. Sus siete caminos siguen siendo nuestra base: poner a la persona en el centro; escuchar a los niños y jóvenes; promover la dignidad y la plena participación de las mujeres; reconocer a la familia como primera educadora; abrirse a la acogida y la inclusión; renovar la economía y la política al servicio del hombre; custodiar la casa común.
13. A las siete vías añado tres prioridades. La primera se refiere a la vida interior: los jóvenes buscan profundidad; necesitan espacios de silencio, discernimiento, diálogo con la conciencia y con Dios. La segunda se refiere a lo digital humano: formamos en el uso sabio de las tecnologías y la IA, anteponiendo a la persona al algoritmo y armonizando la inteligencia técnica, emocional, social, espiritual y ecológica. La tercera se refiere a la paz desarmada y desarmante: educamos en lenguajes no violentos, reconciliación, puentes y no muros; «Bienaventurados los pacificadores» (Mt 5,9) se convierte en método y contenido del aprendizaje.
El Papa resume las aportaciones de la Iglesia a la educación, mostrando una tradición continua y visionaria, centrada en el desarrollo integral y la justicia social.
Sesenta años después de la declaración conciliar Gravissimum educationis, el papa León XIV ha emitido la carta apostólica para «Dibujar nuevos mapas de esperanza» en el ámbito educativo, donde realiza un resumen histórico de las aportaciones de la iglesia a la educación:
En los primeros siglos, los Padres del desierto enseñaron la sabiduría con parábolas; redescubrieron el camino de la custodia del corazón.
San Agustín, al injertar la sabiduría bíblica en la tradición grecorromana, comprendió que el maestro auténtico suscita el deseo de la verdad, educa la libertad para leer los signos y escuchar la voz interior.
El monacato ha llevado adelante esta tradición en los lugares más inaccesibles, donde durante décadas se han estudiado, comentado y enseñado las obras clásicas, de tal manera que, sin este trabajo silencioso al servicio de la cultura, muchas obras maestras no habrían llegado hasta nuestros días.
“Desde el corazón de la Iglesia” surgieron las primeras universidades, que desde sus orígenes se revelaron como “un centro incomparable de creatividad y de irradiación del saber para el bien de la humanidad”.
En sus aulas, el pensamiento especulativo encontró en la mediación de las órdenes mendicantes la posibilidad de estructurarse sólidamente y llegar hasta las fronteras de las ciencias.
No pocas congregaciones religiosas dieron sus primeros pasos en estos campos del saber, enriqueciendo la educación de manera pedagógicamente innovadora y socialmente visionaria .
En la Ratio Studiorum, la riqueza de la tradición escolar se fusiona con la espiritualidad ignaciana, adaptando un programa de estudios tan articulado como interdisciplinario y abierto a la experimentación.
En la Roma del siglo XVII, San José Calasanz abrió escuelas gratuitas para los pobres, intuyendo que la alfabetización y el cálculo son dignidad antes que competencia.
En Francia, San Juan Bautista de La Salle, “dándose cuenta de la injusticia causada por la exclusión de los hijos de los obreros y campesinos del sistema educativo, fundó los Hermanos de las Escuelas Cristianas.
A principios del siglo XIX, también en Francia, San Marcelino Champagnat se dedicó “con todo su corazón, en una época en la que el acceso a la educación seguía siendo un privilegio de unos pocos, a la misión de educar y evangelizar a los niños y jóvenes”.
De manera similar, San Juan Bosco, con su “método preventivo”, transformó la disciplina en razonabilidad y cercanía.
Mujeres valientes, como Vicenta María López y Vicuña, Francesca Cabrini, Josefina Bakhita, María Montessori, Katharine Drexel o Elizabeth Ann Seton, abrieron caminos para las niñas, los migrantes y los más desfavorecidos. Reitero lo que afirmé con claridad en “Dilexi te”: “La educación de los pobres, para la fe cristiana, no es un favor, sino un deber”. Esta genealogía de concreción atestigua que, en la Iglesia, la pedagogía nunca es teoría desencarnada, sino carne, pasión e historia.
Aunque nuestra sociedad ha logrado un gran progreso técnico y científico, su avance moral y ético sigue siendo cuestionable.
Cuando en el seno de una familia nace un hijo con una enfermedad incurable, el mundo se detiene. De pronto, la vida que imaginabas se convierte en una sucesión de preguntas sin respuesta. Pero llega un momento en el que uno comprende que no hay alternativa más humana que aprender a vivir con ello, porque, en estos casos, vida y enfermedad se vuelven una sola realidad.
En las sociedades que se llaman “avanzadas”, existen recursos para ayudar a las familias: tratamientos, apoyo psicológico, investigación, etc. Y sin embargo, detrás de ese progreso, hay algo que inquieta: una tendencia silenciosa hacia la eugenesia, una idea disfrazada de bienestar que sugiere que solo algunas vidas merecen ser vividas.
Yo lo he experimentado de frente. El mismo médico que cuida con esmero a mi hijo Álvaro —que padece fibrosis quística, una enfermedad genética rara—, me ofreció sin titubeos la posibilidad de seleccionar embriones sanos en caso de querer tener más hijos. Lo hacía con buena intención, como una forma de evitar el sufrimiento. Pero en el fondo de esa propuesta se esconde una idea brutal: que mi hijo no debería haber nacido.
Gracias a la investigación médica, Álvaro puede tener una vida plena, jugar, reír, crecer como cualquier niño. Pero esa misma ciencia que le da esperanza, también me sugiere que su existencia es un error que podría haberse evitado. Y eso, como madre, me duele más que la enfermedad.
Porque va en contra de algo elemental: la convicción de que toda vida vale por sí misma, sin condiciones, sin filtros, sin diagnósticos previos que la midan. No hay argumento racional, ético ni afectivo que pueda justificar que una vida, por ser imperfecta, sea descartada.
La sociedad llama “progreso” a la selección embrionaria, y puede parecer una solución lógica. Pero cuando me propusieron usarla, sentí que me estaban diciendo —sin decirlo— que si hubiéramos sabido antes, podríamos haber evitado a Álvaro. Y eso es lo más cercano que he sentido al abismo moral: imaginar que, en nombre de la salud, podríamos negar la vida de quien amamos.
Hay enfermedades que se superan, y otras que se incorporan a la vida hasta ser parte de la identidad. Álvaro tendrá una vida maravillosa, con sus ojos marrones y con su fibrosis quística. No son cosas separadas: son parte de la misma historia.
Hoy la ciencia ha logrado tratamientos que no curan, pero que permiten vivir. Y eso, lejos de hacernos dioses, debería recordarnos algo esencial: la vida no se descarta, se acompaña. No hay tecnología capaz de medir el valor de un ser humano. Y no hay argumento que pueda explicarle a un hijo que el mundo habría sido mejor sin él.

Octubre ha sido un mes de datos preocupantes para los cuidados paliativos. Más de la mitad del planeta no tiene acceso a los servicios básicos. Y 3,2 millones de personas en los 22 países del Mediterráneo Oriental necesitan paliativos, mientras sólo el 10-20 por ciento acceden a servicios adecuados.
Más de la mitad de los países del mundo no tiene acceso a servicios básicos de cuidados paliativos. El dato es más relevante si se tiene en cuenta que el sufrimiento relacionado con la salud crecerá casi un 90 por ciento desde hoy a 2060 si no se amplían los cuidados paliativos. El problema será mucho mayor si no se actúa.
Así lo ha revelado el Mapa Mundial de los Cuidados Paliativos impulsado por el Observatorio Global de Cuidados Paliativos ‘Atlantes’ del Instituto Cultura y Sociedad (ICS) de la Universidad de Navarra. El estudio, liderado por los doctores Carlos Centeno y Vilma Tripodoro, incluye el primer ranking global en este campo, con información de 201 países y territorios.
El resultado dibuja un mapa preocupante marcado por la desigualdad. Los países con mayor grado de desarrollo socioeconómico concentran la mayoría de los sistemas de cuidados paliativos del mundo.
El ranking, inédito hasta el momento de su divulgación, está encabezado por Alemania, seguido de Países Bajos y Taiwán. En la parte baja de la tabla, comparten la última posición diez países: Antigua y Barbuda, Mali, Mauritania, Nauru, Níger, St. Kitts y Nevis, San Vicente y las Granadinas, Surinam, Tuvalu y Yemen.
“Se trata de una clasificación inédita: por primera vez existe un ranking mundial de cuidados paliativos con datos comparados. Y no solo es un mapa estático. Permite ver qué país está arriba, quién progresa y quién se queda atrás”, explican los investigadores.
España, situada en el nivel avanzado, ocupa el puesto 28, por detrás de Uganda (puesto 26).
El informe fue publicado por la revista científica ‘Journal of Pain and Symptom Management’, elaborado con una metodología rigurosa que sigue los parámetros de la Organización Mundial de la Salud (OMS), de la que ‘Atlantes’ es centro colaborador.
Y ha contado con el apoyo de la Worldwide Hospice Palliative Care Alliance (WHPCA). Su lanzamiento coincidió con la celebración del Día Mundial de los Cuidados Paliativos (11 de octubre). El lema de este año ha sido “Cumplir la promesa: acceso universal a los cuidados paliativos”.
En el mapa mundial se han valorado 14 indicadores que permiten analizar los cuidados paliativos a la luz de seis dimensiones: empoderamiento de la sociedad, políticas sanitarias, investigación, educación, uso de medicinas esenciales y provisión de cuidados paliativos para adultos y niños. El resultado permite clasificar a los países en cuatro niveles de desarrollo: emergente (40%), en progreso (28%), establecido (17%) y avanzado (14%).
En general, la mayoría de los países con un índice de desarrollo humano (HDI) más alto concentran la mayoría de los sistemas de cuidados paliativos en nivel avanzado 6. Y los clasificados como países de ingresos más bajos se ubican en el nivel emergente. Sin embargo, los casos de Uganda y Tailandia, con importantes limitaciones económicas, “indican que la voluntad política, las estrategias locales y la inversión focalizada pueden romper parcialmente la correlación estructural”, apuntan Centeno y Tripodoro.

Por otra parte, el Atlas de los Avances en Cuidados Paliativos en los Países del Mediterráneo Oriental 2025, elaborado por Atlantes, ha analizado los 22 países que comprenden la región. Desde Afganistán o Bahréin, Egipto, Irán, Iraq, Jordania, Kuwait, Líbano o Libia, hasta Marruecos, Omán, Pakistán, Qatar, Arabia Saudí, Sudán, Siria, Túnez, Emiratos Árabes Unidos o Yemen.
En esta amplia región del Mediterraneo Oriental, 3,2 millones de personas experimentan cada año sufrimiento relacionado con la salud que requiere cuidados paliativos, incluyendo alrededor de 300.000 niños.
En el denominado Mediterráneo Oriental, las principales causas de sufrimiento grave en relación con la salud son el cáncer, las enfermedades cerebrovasculares, nacimientos prematuros, lesiones graves y problemas de hígado. Para paliar estas dolencias, en la región existe un total de 258 servicios especializados de cuidados paliativos. Únicamente en Kuwait y Arabia Saudí se ofrecen de forma sistemática.
De media, hay 0,04 servicios por cada 100.000 habitantes, muy por debajo de los estándares internacionales. La Organización Mundial de la Salud recomienda 2 servicios por cada 100.000 habitantes.
Por otro lado, el acceso a medicamentos esenciales sigue siendo desigual. Siete países ofrecen medicamentos esenciales en los centros de atención primaria urbanos. De ellos, solo Arabia Saudí, Emiratos Árabes y Túnez tienen morfina oral de liberación inmediata disponible de manera regular.
Joseph Evans nos comenta las lecturas del día de todos los Santos (C) correspondiente al día 1 de noviembre de 2025.
En su Sermón de la Montaña, el Evangelio de la solemnidad de Todos los Santos que celebramos hoy, Jesús nos da el “plan de estudios” para la santidad. Para subir la montaña de la santidad necesitamos el aliento, la acción del Espíritu Santo. Sin su gracia nos cansaríamos rápidamente y nos daríamos por vencidos. Es el Espíritu Santo quien nos inspira tanto el deseo de santidad como la voluntad efectiva de trabajar para alcanzarla. Pero Jesús nos esboza la forma de vida que el Espíritu inspira en quien sigue verdaderamente sus movimientos. Y como la santidad es como escalar una montaña, Jesús sube a una para decirnos cómo debemos vivir para alcanzarla.
“Se sentó y se acercaron sus discípulos”. Jesús nos habla desde su “cátedra”, como maestro. Solo Él conoce el camino hacia la santidad, porque solo Él es el mediador, la escalera, el camino entre la Tierra y el Cielo (véase 1 Tim 2, 5; Jn 1, 51; 14, 6). Solo Él conoce el camino a la casa del Padre (Jn 14, 2). Por lo tanto, en lugar de agotarnos tratando de idear nuestro propio camino al Cielo, lo mejor que podemos hacer es “acercarnos” a Jesús, a través de quien llegamos al Padre (Jn 14, 6).
Las primeras cuatro bienaventuranzas están relacionadas con la humildad, con el reconocimiento de nuestra propia pobreza espiritual. Si somos pobres de espíritu, vacíos de nosotros mismos, dejamos que Dios nos llene. Lloramos porque nada en esta Tierra puede satisfacernos y somos muy conscientes de nuestra propia pecaminosidad y del mal que nos rodea, que solos no podemos vencer. Somos mansos al aceptar pacíficamente nuestras limitaciones y la situación imperfecta en la que nos encontramos, pero siempre confiando en Dios. Y tenemos hambre y sed de justicia, de vivir como Dios quiere que vivamos y de que la sociedad funcione como Dios quiere, sabiendo siempre que solo Él puede satisfacer nuestra hambre y sed y provocar un cambio positivo.
Pero esta conciencia de nuestra propia necesidad nos lleva a ver las necesidades de los demás. Nos lleva a un corazón misericordioso y puro que busca dar a los demás y no solo buscar el placer egoísta de ellos. Nos esforzamos por construir la paz en la sociedad, la paz que Cristo mismo nos ha dado (véase Jn 14, 27; 16, 33; 19-21, 26). Y ofrecemos a Cristo con valentía a los demás, incluso a costa de la persecución.
Es viviendo las bienaventuranzas como nosotros también estaremos entre esa multitud “que nadie podía contar”, desconocida quizá para el mundo, pero conocida por Dios, que, como leemos en la primera lectura de hoy, clama alabanzas a Dios en el Cielo, dándole gracias por la salvación que viene únicamente a través de su Hijo Jesucristo.
Navarro e ingeniero de formación, Daniel Callejo, que creció en una familia de 12 hermanos, dejó su profesión para seguir su vocación sacerdotal. Daniel comparte cómo crecer en una familia numerosa ha marcado su vida de fe y lo ha guiado hacia su vocación.
Daniel Callejo es pamplonés. Creció en una familia de 12 hermanos y se formó como ingeniero en Barcelona. Después de trabajar y abrirse camino en el mundo profesional, lo dejó todo para seguir la llamada de Dios. Ahora está realizando un doctorado en Filosofía en la Pontificia Universidad de la Santa Cruz de Roma.
Daniel asegura que la fe siempre ha estado presente en su vida, primero en casa y después en el colegio. “Mis hermanos mayores siempre han sido un referente para mí al verles vivir cosas tan sencillas como ir juntos a misa o entrar en una iglesia durante un viaje para saludar a Jesús en el sagrario. De esa forma, entendí de manera natural lo que significaba vivir la fe”.
Uno de sus hermanos mayores también es sacerdote desde hace ocho años, un ejemplo cercano que influyó en su propio camino vocacional. “En casa lo han vivido con gran alegría y apoyo, tanto en la oración como en lo afectivo. Nos han acompañado con sinceridad y entusiasmo. Ha sido una alegría compartida”.
Ya antes de entrar en el seminario, era numerario del Opus Dei. “Lo que más me atraía de la Obra era encontrar a Dios en las cosas cotidianas y la idea de santificar el trabajo. Después, poco a poco, fui descubriendo en la oración y en el ejemplo de otros que quizá Dios me pedía dejar de lado ese desarrollo profesional y servir como sacerdote a través, sobre todo, de los sacramentos”. Daniel subraya que fue un proceso progresivo en el que Dios le ha ido mostrando poco a poco su voluntad.
Daniel cuenta que, gracias a Dios, ha vivido siempre en la fe, con distinta intensidad, pero siempre teniéndole presente: “desde niño supe que Dios es Padre y que está conmigo”. Reconoce también la importancia de la formación en el colegio: “El ambiente de confianza, los amigos, los profesores…, todo ayudaba. Además, las clases de religión, las charlas de sacerdotes y poder ir a Misa o confesarme completaban lo que ya vivía en mi familia”.
“En mi experiencia la fe no fue una imposición. La adolescencia es un momento en el que se busca independencia y hay que acompañar sin forzar. Lo importante es que las puertas estén abiertas para que, si alguien se aleja, sepa que puede volver y ser acogido”.
En Roma, además de la formación sacerdotal, está terminando un doctorado en Filosofía: “estudiar es un ejercicio que, aunque es arduo y requiere mucho tiempo, resulta muy valioso. En un mundo que va tan rápido es bueno pararse a pensar y preguntarse por las razones de fondo de las cosas. Además, fomenta el diálogo: al buscar esas razones de fondo en uno mismo, también se puede ayudar a otros a descubrir las motivaciones más profundas de su vida, de sus actos y de lo que les sucede”.
Al hablar del temor que muchos sienten ante la llamada de Dios y las renuncias que conlleva, Daniel tiene su respuesta clara. Para él, lo esencial es ir al centro del mensaje cristiano: Dios es nuestro Padre y nadie nos ama más que Él. Esa certeza sostiene todo.
“Es verdad que Dios puede pedir cosas que parecen muy exigentes o inciertas, pero siempre lo hace con amor. Y nos da, paso a paso, las motivaciones, los sentimientos y la fuerza para llevarlo adelante. En mi caso, también experimento incertidumbre respecto al futuro: no sé qué vendrá o si estaré a la altura. Pero al mismo tiempo tengo la seguridad de que entregar mi vida a Dios es lo más firme y verdadero”.
Al mirar atrás, Daniel ve que Dios siempre ha estado con él, en las dificultades y en los momentos de luz. “Claro que seguir una vocación implica lanzarse a lo desconocido, igual que en la vida matrimonial: nadie puede saber de antemano si tendrá la fortaleza suficiente o si superará todos los obstáculos”. Para él, lo importante es el amor, y la decisión de renovarlo cada día.
“Si pensamos en Pedro, cuando estaba pescando, ¿qué habría sentido si le hubieran contado todo lo que viviría después? Seguro que se habría visto incapaz, como también los otros apóstoles. Pero lo que tenían claro era que Jesús, al mirarlos con infinito amor, los llamaba a seguirle. Y la única respuesta posible era: ‘sí, quiero ir contigo’, aunque no supieran cómo sería el futuro”.
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George Gänswein habla del relativismo como una amenaza contra la fe y la libertad
El Papa da luz verde a la beatificación de 11 mártires del nazismo y comunismoEn presencia de cientos de sacerdotes y fieles laicos apiñados en los bancos y de pie a lo largo de las paredes, el cardenal estadounidense Raymond L. Burke celebró la tradicional misa en latín en el Altar de la Cátedra de la Basílica de San Pedro.
El Vaticano dijo que el Papa León XIV había autorizado al cardenal a celebrar la liturgia previa al Vaticano II el 25 de octubre con las personas que asistían a la peregrinación anual Ad Petri Sedem “Summorum Pontificum” a Roma.
“Summorum Pontificum” fue el documento de 2007 del Papa Benedicto XVI que amplió el acceso a la antigua liturgia, dando a los sacerdotes discreción sobre si celebrarla y afirmando que los fieles tenían derecho a pedirla.
Pero, citando preocupaciones sobre la unidad de la iglesia y sobre la falta de aceptación del Concilio Vaticano Segundo, el Papa Francisco emitió “Traditionis Custodes” (“Guardianes de la Tradición”) en 2021, que limitó significativamente las celebraciones de la misa tradicional en latín utilizando el Misal Romano de 1962.
Aun así, las peregrinaciones Ad Petri Sedem “Summorum Pontificum” de octubre de 2021 y 2022 —después de “Traditionis Custodes”— pudieron celebrar la antigua misa en la Basílica de San Pedro. El papa Francisco dio el permiso, según Andrea Tornielli, director editorial del Dicasterio para la Comunicación.
Cuando se anunció la Misa de peregrinación de 2025, Joseph Shaw, presidente de Una Voce Internacional, una federación de grupos católicos fieles a la liturgia anterior al Vaticano II, declaró: «Agradecemos al Papa León su respuesta pastoral a la solicitud de una Misa Tradicional en San Pedro. Esta celebración simboliza la unidad con el Santo Padre, tan anhelada por los católicos fieles al antiguo rito de la Misa».
La liturgia de la Iglesia celebra el 28 de octubre a dos de los Doce Apóstoles que llamó Jesús tras pasar una noche en oración. Son los santos Simón y Judas Tadeo, que murieron mártires del Evangelio en Mesopotamia.
Los santos Simón y Judas Tadeo son dos de los Apóstoles menos conocidos, cuando se cuentan entre los más próximos al Maestro, pues son dos de sus primos, señala el santoral vaticano. La tradición es bastante cierta en el caso de Judas Tadeo, ya que de las Escrituras se deduce que su padre, Alfeo, era hermano de san José, según Vatican News. Mientras que su madre, María de Cleofás, era prima de la Virgen. Por lo que se refiere a Simón, no existen certezas.
San Fortunato de Poitiers afirma que Simón y Judas Tadeo fueron sepultados en Suanir, ciudad persa en la que padecieron el martirio. Según la tradición, es casi seguro que en esta zona del mundo Simón, llamado “el zelote” o “el cananeo”, emprendiera el camino con su compañero de misión y de destino.
Hubo dos Judas que siguieron a Jesús, de los cuales Tadeo es el menos conocido, al llamarse igual que el que le traicionó, Iscariote. Cuando los Once salieron de Jerusalén para anunciar el Reino de Dios en otras tierras, Judas Tadeo pasó por Galilea y Samaria para dirigirse, con el paso de los años, a Siria, Armenia y la antigua Persia. En esta zona encontró a Simón. La predicación de ambos llevó al bautismo a miles de babilonios y de personas de otras ciudades, añade la agencia vaticana.
El Martirologio Romano escribe: “Fiesta de san Simón y san Judas, apóstoles, el primero llamado Cananeo o Zelotas, y el segundo, hijo de Santiago o también Tadeo. El cual, en la última Cena preguntó al Señor acerca de su manifestación, recibiendo esta respuesta. ‘El que me ame, observará mi palabra, y el Padre mío le amará, y vendremos a él y haremos nuestra mansión en él’”. Los dos fueron martirizados.
San Judas escribió poco. Tan sólo una Carta suya se encuentra en la Biblia. Fue una crítica severa contra los gnósticos, herejía que separa lo corporal de lo espiritual. Lo físico o corporal es malo, y lo espiritual es bueno. Su Carta termina así: “Sea gloria eterna a nuestro Señor Jesucristo, que es capaz de conservarnos libres de pecados, y sin mancha en el alma y con gran alegría”.
La música tiene hambre espiritual, sed de Dios. Lauren Jackson, editora de ‘The Morning’, del New York Times, habló de ello en su proyecto ‘Believing’. Famosos cantantes y compositores lo cuentan en entrevistas y conciertos: Daddy Yankee, Paris Jackson, hija de Michael Jackson, Rosalía, Mónica Naranjo, el congoleño Yal Le Kochbar, etc.
No se refería sólo al mundo de la música. Pero también a él. La editora de la newsletter ‘The Morning’, del New York Times, Lauren Jackson, ha desarrollado en el último año un proyecto sobre religion y espiritualidad ahora, Believing. Su conclusión era taxativa: ‘Estados Unidos quiere un Dios’.
Y en estos meses, aunque también antes, algunos conocidos cantantes, y ellas también, han revelado que rezan y buscan a Dios. Seguramente no sean un manual de ortodoxia, o sí, pero son una muestra de la sed de Dios y cómo está de actualidad manifestar públicamente la fe.
«Mi súper poder es la sobriedad. El único ‘vicio’ que me queda es la oración», ha dicho Paris Jackson, hija de Michael Jackson a ‘Elle’ (22 de octubre), tras confesar que también va a «terapia dos veces por semana», y que «me implico mucho en mi salud mental».
La cantante catalana Rosalía ha vendido millones de copias en todo el mundo, ha ganado numerosos Grammys, Grammy Latinos… Y no sé si había hablado con tanta claridad antes sobre cuestiones espirituales.
El 16 de octubre ha explicado en una conversación en catalán, en Radio noia, con Mar Vallverdú, que «es la primera vez que he hecho un disco sin miedo al fracaso», al referirse al que será su cuarto álbum, de publicación inminente.
En una conversación distendida e informal, cuenta Xavier Cervantes, «Rosalía ha mostrado también una vertiente espiritual, como cuando ha asegurado que ‘cuanto más espacio haces dentro de ti, mejor receptáculo eres’». «A veces tengo un deseo que sé que este mundo no podrá satisfacer, porque no podrá llenar ese vacío. Quizás este espacio sólo lo puede llenar Dios, si tienes la predisposición necesaria», ha argumentado. Y luego ha dicho: «Admiro mucho a las monjas, son como ciudadanas celestiales».
Rosalía ha tenido ciertos guiños en su carrera hacia la religión y la fe. Uno de ellos puede ser la bella canción ‘Aunque es de noche’, en la que canta versos del místico san Juan de la Cruz, revela ‘Religión en libertad’.
‘La Vanguardia’ recoge también la entrevista de Rosalía, quien admite que su próximo proyecto nace de la necesidad de vaciarse espiritualmente: «Como artista, hay una conexión entre el vacío y la divinidad. Si tú haces espacio, quizá alguien que está por encima de ti puede llegar y pasar a través tuyo. Yo tengo un deseo que sé que este mundo no lo puede satisfacer».
«Dios es el único que puede llenar los espacios si tú tienes la predisposición, la actitud y la manera de abrirte para que eso pueda pasar». Ella misma se autodefine como una especie de monja contemporánea: «Me gusta la idea de vivir en clausura, como una monja». Se compara con ellas porque le gustaría estar centrada en crear y encontrar la paz.
Por otra parte, el legendario reguetonero puertorriqueño Daddy Yankee ha estrenado la semana pasada su primer disco de toque cristiano, ‘Lamento en baile’. Es también el primero tras retirarse de la música popular, y reflexiona, informó Efe, sobre el hecho de que la música «tiene el poder de sanar, inspirar y celebrar».
El famoso cantante de reguetón Daddy Yankee ha reaparecido «renacido» en su fe cristiana, y con una nueva misión de «predicar el Evangelio», durante la clausura de las charlas de la Semana de la Música Latina de Billboard 2025, según ‘El Universal’.
El artista, cuyo nombre real es Ramón Luis Ayala Rodríguez, se inspira en un salmo bíblico. Aseguró que mantiene «la misma potencia, el mismo sabor y el mismo flow», pero ahora con un propósito espiritual, combinando reguetón, salsa, reparto y hip hop con letras cristianas.

«Me siento renacido, con nuevas energías, alegre, contento, con todo lo que estoy viviendo y el cambio personal, espiritual, en mi fe», expresó el puertorriqueño, quien lució un traje marrón que contrastó con sus tradicionales atuendos urbanos.
Esta fue su primera aparición pública desde diciembre de 2023, cuando cerró su gira La última vuelta en Puerto Rico, declarando ante su público: «Reconozco que Jesús vive en mí».
El nuevo disco incluye 19 temas, entre ellos DTB (Dios te bendiga), TE alabaré (Sal 27) y Jezabel y Judas. «Tenemos de todo en el álbum, y la gente está diciendo: ‘Wow, no sabíamos que se podía hacer música cristiana urbana’», comentó.
«Confío mucho en Dios. La fe es más importante de lo que creéis porque no es fácil tener 18 años y vivir en un país extranjero como México, pero lo hice». Así revela la cantante y productora Mónica Naranjo reflexiones sobre su carrera, la fe y decisiones íntimas, en una entrevista en La Vanguardia, también este mes de octubre.
Su visión sobre la fe ocupa buena parte de la entrevista. Naranjo recuerda a la periodista que creció «bajo la batuta religiosa de misioneras», que le ayudaron a construirse como persona. Ahora, mantiene una relación íntima con Dios: «Yo soy muy creyente y me gusta mucho ir a la iglesia. Me gusta para ordenar mi cabeza y mi corazón».
En la entrevista revela que lo que hace para no estar nerviosa antes de salir al escenario es «confiar en Dios»: «Si Él está contigo, ¿quién puede estar en contra? Nadie. La fe es más importante de lo que creéis y nos ayuda en los momentos más difíciles. No es fácil tener 18 años y vivir en un país extranjero como México. Lo hice y fui muy feliz».
Su primer álbum, explica, no terminó de funcionar en España, así que Naranjo se fue a vivir a México y allí vendió casi un millón de copias. Para ella, la religión no es solo una cuestión espiritual, sino también moral. «La religión da valores. Y los valores son muy importantes en la vida de los seres humanos», defiende. Además, si hubiera «más colegios que impartieran religión, habría más valores actualmente en la sociedad», añade.

El rapero de la República Democrática del Congo, Yal Le Kochbar, quiere llevar esperanza a los jóvenes de su país a través de la música. Nacido en Goma, al este de la R.D.C, el 10 de junio de 1997, vivió la guerra con su madre y sus hermanos, y finalmente regresaron a Kinshasa en 1999.
Yal es cabeza de una familia de seis hermanos, dos varones y tres mujeres, marcada por el trauma de la guerra. Hace años dió un giro profesional y se metió en el mundo de la música y comenzó a componer y cantar canciones, ha contado Omnes en el número de junio de este año.
A través de su música, quiere transmitir «luz, autoconciencia, la verdad sobre la vida y la necesidad de unidad y amor universal», y su inspiración es Fally Ipupa.
Yal Le Kochbar se convirtió al catolicismo fruto de una larga búsqueda espiritual, tras sufrir una grave enfermedad. «Pedí a Dios, y a Jesús en particular, que se manifestara si realmente existía, y Él me respondió. Fue el comienzo de una nueva relación».
«Me doy a conocer poco a poco, gracias a mi música, que está disponible en todas las plataformas. También estoy desarrollando mi presencia en las redes sociales. Mi proyecto Music of Light está pensado para traspasar fronteras: se basa en lo universal».
La polarización del debate sobre el aborto dificulta el diálogo y subraya la necesidad de comprender las circunstancias de las mujeres y ofrecerles apoyo.
"El vientre de la mujer es el altar donde Dios entra al mundo"
Miguel Delibes y Ana Iris Simón: ¿es el aborto progresista?
¿Dignidad del ser humano o libertad para abortar?La polarización que vivimos en gran parte de la sociedad occidental busca dividir, hacernos pensar que discrepar en lo que dice otro es discriminar. Algo así hemos vivido en España, en las últimas semanas, con la reavivación del debate (nunca cerrado) sobre el aborto a raíz de una campaña, promovida desde el gobierno estatal y algunos locales, en los que el aborto se impulsa e incluso se trabaja para incluirlo como “derecho constitucional”.
En este tablero, cualquier opinión contraria a la eliminación del no nacido, a la ayuda a las madres…, se ha tachado de “discriminatoria”, “retrógrada” o “antifeminista”. Cuando tener una opinión diferente y defenderla no es estar polarizado sino tener polaridad (opinión, ideas, sentido propio de la vida). Y lo bonito, y esto es de envidiar, es poder dialogar, tener posiciones dispares, y que se puedan defender, sin sentirse atacados o caer en el victimismo.
En esta línea, de buscar entendimiento, han aparecido vídeos y artículos que conducen el debate a mostrar que el aborto es algo no querido, que muchas veces se lleva a cabo por la situación precaria en la puede estar una mujer embarazada, ya sea por motivos económicos, por la angustia vital, la falta de información o porque no se ofrecen suficientes ayudas cuando se quiere llevar a termino un embarazo. Todo esto está muy influenciado por los interéses económicos que hay detrás, ya que el aborto es un negocio muy rentable. Pero la argumentación para defender el “derecho al aborto” no muestra estas circunstancias, ya que el relato pro aborto es otro. Va por la línea de visibilizar que hay pocas ayudas para ejercer la libertad y poder interrumpir el embarazo, por eso han elaborado una herramienta para informar a través de la web “quieroabortar.org”, que recibe el apoyo del Ministerio de Sanidad y de Igualdad, para poder abortar según la comunidad autónoma donde vivas. Dando a entender que es una tarea imposible llevar a cabo esta práctica en España, cuando se abortan al año 106.172. O que el 80 % se lleva a cabo en centros privados, sin decir que estos centros están subvencionados con dinero público. Y para consolidar el argumentario proponen que sea un derecho constitucional esta práctica.
Para entender esta postura sesgada, poco dialogante y alejada de la realidad, conviene ver algunos vídeos como el de Juan Soto Ivars, el de Chapu Apaolaza o leer el artículo de Ana Iris Simón, en el que cita a Leire Navaridas, que ha saltado a la actualidad. Es “madre de tres maravillosas criaturas y fundadora de AMASUVE, una asociación apolítica y aconfesional para el Acompañamiento y Visibilización del trauma postaborto”, como explica en su web. Esta feminista abortó en 2008, como lo testimonia en múltiples vídeos (como en esta entrevista a Vozpópuli ). Su decisión de interrumpir la vida de su hija, por el agobio vital ante la situación de no querer aceptar la maternidad, porque estaba mal asesorada y porque en su situación no veía otra solución, al principio no le afectó, salió como si se hubiera hecho “las inglés”. Pero cuando se hizo cargo de que no se había vaciado de un “amasijo de células”, sino de un ser vivo, fruto de haber recibido terapia por unos vértigos. Años después, además de fundar la asociación para el acompañamiento de mujeres embarazadas, es voluntaria de Red Madre. Esta es una “red solidaria de apoyo, asesoramiento y acompañamiento a la mujer para superar cualquier conflicto surgido ante un embarazo imprevisto”.
El mensaje es claro, el debate aborto no está cerrado. Hay que ser dialogantes y tender puentes para entender las circunstancias que viven muchas mujeres embarazadas. Ante esta situación tan delicada hay que ofrecer alternativas de todo tipo para ayudar a las mujeres que quieren llevar a cabo su embarazo. Como explica la web de reciente creación quierosermadre.org, que trata de facilitar el deseo de llevar a cabo la maternidad. De esta manera, cuando venga un embarazo no esperado, habrá más posibilidades de no verse abocado a sufrir la operación de obstetricia más violenta que puede haber para la mujer y letal para el nuevo ser humano que viene en camino.
El rey Carlos III y el Papa León XIV son el primer monarca británico y el primer Pontífice católico en rezar juntos en un servicio religioso desde la Reforma del siglo XVI.
El nuncio apostólico en Lituania, Letonia y Estonia, el arzobispo Georg Gänswein, recordó a los cristianos los peligros del relativismo en la sociedad actual durante una conferencia celebrada recientemente en Šiluva, Lituania. Señaló que el relativismo “conduce a la erosión y, en última instancia, a la destrucción de una fe basada en la confesión de la verdad. Y esto conduce a un envenenamiento de la fe”.
La conferencia, organizada conjuntamente por el grupo cívico lituano “Laisvos visuomenės institutas” (“Instituto de una Sociedad Libre”), el Sindicato de Trabajadores Cristianos de Lituania y la Facultad de Teología Católica de la Universidad Vytautas Magnus, reunió a académicos, líderes cívicos, intelectuales públicos y clérigos para debatir los principios de la Declaración de Šiluva.
Esta es la tercera conferencia dedicada a reflexionar sobre la Declaración de Šiluva, publicada el 12 de septiembre de 2021, durante la fiesta mariana anual de la ciudad. El documento público aboga por la defensa de los derechos humanos fundamentales, el fomento de la virtud y la promoción del bien común de la sociedad. Reconoce la importancia de una sociedad construida sobre los pilares de la verdad, los valores familiares, la dignidad humana y la fe en Dios. Desde entonces, se ha convertido en un punto de referencia moral para los pensadores sociales católicos de Lituania.
El arzobispo Georg Gänswein, antiguo prefecto de la Casa Pontificia y secretario personal durante muchos años del papa Benedicto XVI, pronunció el discurso de apertura, basándose profundamente en la filosofía del difunto pontífice. Su conferencia ofreció una rica reflexión filosófica y teológica sobre la fe, la razón y el relativismo, aspectos que describió como “un tema constante en la obra de Ratzinger”. El arzobispo Gänswein advirtió que cuando se menoscaba la fe o la razón, se produce inevitablemente “patologías y la desintegración de la persona humana”.
La conferencia comenzó con las intervenciones del arzobispo Kęstutis Kėvalas, de Kaunas, y del arzobispo Gintaras Grušas, de Vilna, quienes destacaron el deber cristiano de defender la verdad en la vida pública.
En su discurso de apertura, el arzobispo K. Kėvalas instó a la vigilancia contra las tentaciones de experimentar con la naturaleza y la dignidad humanas. También recordó a los asistentes que Šiluva, un santuario mariano conocido por una de las primeras apariciones aprobadas en Europa, simboliza la fidelidad al orden de Dios en la creación. “El lugar santo de Šiluva invita al respeto por el orden que el Creador ha dado a este mundo”, afirmó.
El arzobispo G. Grušas recordó las palabras del papa León XIV de que la Iglesia “nunca puede eximirse del deber de decir la verdad sobre el hombre y el mundo, utilizando, cuando sea necesario, incluso un lenguaje duro que inicialmente pueda causar malentendidos”. Subrayó que todos los cristianos, incluidos los que participan en la vida pública, tienen el deber de defender la verdad, que describió como “no una idea abstracta, sino un camino por el que una persona descubre la verdadera libertad”.
El arzobispo Georg Gänswein instó a los participantes a que, ante los grandes retos actuales, como el pensamiento técnico y la globalización, el primer paso debe ser recuperar el pleno alcance de la razón. Describió la verdadera razón como intrínsecamente veraz, contrastándola con el relativismo, al que calificó de “expresión de un pensamiento débil y estrecho de miras… basado en el falso orgullo de creer que los seres humanos no pueden reconocer la verdad y en la falsa humildad de negarse a aceptarla”. “La verdad nos hace libres”, añadió, haciendo referencia a Juan 8, 32, y señaló que sirve como norma por la que los seres humanos deben medirse a sí mismos y que aceptarla requiere humildad.
La conferencia también contó con una serie de charlas que invitaron a la reflexión sobre la identidad moral y política de Lituania, los retos de la democracia liberal, los cambios sociales postsoviéticos y el papel de la fe y la familia en la vida pública. Concluyó con una mesa redonda sobre la dirección moral de Europa, la libertad de expresión y la renovación de los valores cristianos en la sociedad.
El arzobispo Gänswein finalizó su intervención advirtiendo que el relativismo, la mentalidad que define la modernidad, que describió como “un veneno insidioso”, socava en última instancia la libertad humana. Impulsado por la autosuficiencia y amplificado por las redes sociales, ciega a las personas ante la verdad y su propósito último. El verdadero objetivo de la humanidad, afirmó, es “llegar al conocimiento de la verdad, que es Dios, y así alcanzar la vida eterna”. Su discurso fue recibido con un aplauso prolongado.
Fundador de “Catholicism Coffee”
Philipp Blom, en su libro "La tierra sometida" recorre la historia del pensamiento sobre la naturaleza, la razón y la relación entre Dios, ciencia y humanidad.
Los demonios, de F.M. Dostoyevski. Un viaje a la "solidaridad" moral
¡Gracias, maestros!
¡No a la globalización de la indiferencia!La relación del hombre con el mundo ha tenido diversas interpretaciones a lo largo de la historia y, sobre todo, actualmente tenemos una clara sensación de haber llegado tarde en el dominio despótico de la naturaleza, como si ya no tuviera arreglo y hubiéramos provocado un deterioro casi irremediable. En ese marco se mueve este extraordinario trabajo del historiador Philipp Blom siempre inteligente y con ideas para aportar al debate intelectual y a la ciencia histórica.
Eso sí, siempre hablará desde la historia de las ideas, con profundidad y rigor, a pesar de ser temáticas diversas y dispersas. Es muy importante la visita de Blom a la Sagrada Escritura y a la antigüedad clásica para comprobar el pecado de idolatría del pueblo judío (p. 63) junto al mandato de “someter la tierra” (p. 93).
Respecto a san Agustín y su famosa aportación en el tratado “de bono matrimonii”, acerca de la concupiscencia, nos recordará Blom su origen en el maniqueísmo y en el neo-platonismo lo que explicaría “la obsesión por la sistemática griega, la oposición platónica a los placeres carnales y la paranoia maniquea” (p. 112).
Es particularmente interesante el estudio de Blom sobre uno de los padres de la ciencia moderna, Francis Bacon (1561-1626) contemporáneo de Montaigne (1533-1592), pero mucho más incisivo que él a la hora de someter la tierra con la razón instrumental (p. 186). Por ejemplo, en su “Novum Organum” nos dirá: “El hombre, servidor e intérprete de la naturaleza, ni obra ni comprende más que en proporción de sus descubrimientos experimentales y racionales sobre las leyes de esa naturaleza: fuera de ahí, nada sabe ni nada puede” (p. 187).
El Bacon parlamentario acabó mal pero el “Bacon jurista y político fue un pensador productivo en sus conversaciones o en la correspondencia con otros eruditos” (p. 188). Por eso afirmará Blom: “la ambición de Bacon iba más lejos: no solo quería ser un servidor de la naturaleza: también aspiraba como Telesio, a dominarla aprendiendo, a conocerla de dentro hacia fuera” (p. 192).
Blom terminará esta pequeña síntesis del pensamiento de Bacon con una cita de Descartes para cerrar un capítulo que comenzó con la visión del racionalista sobre el alma animal (p. 178): “Descartes reconoció que su imagen de la naturaleza también se apoyaba en la opinión y los intereses de las masas, pero en sus libros la defendió hasta quedarse sin tinta: solo el hombre tiene alma; el resto de la naturaleza está compuesto de autómatas no sintientes que han de servir al hombre, con ayuda de la razón, a llevar a cabo -dominándola- su misión divina” (p. 193).
Enseguida recalará en Baruc Spinoza (1632-1677) un autor tan vilipendiado en su época que casi no podía mencionársele en el debate intelectual por ser considerado “subversivo y escandaloso” (p. 194), pues afirmaba que “Dios es la materia y las leyes de la naturaleza, y el mundo, en la legendaria formulación de Spinoza, es deus sive natura, Dios o la naturaleza, dos términos intercambiables” (p. 196).
Y más: “Como atento lector de Montaigne y de Bacon, de Telesio y de Descartes, Spinoza conocía los modelos de sus predecesores y desarrolló su argumento con una elegancia insuperable, como si Montaigne hubiera movido la pluma de Descartes. La naturaleza es un sistema infinitamente complejo cuyas leyes se soslayan y se tergiversan por ignorancia o codicia” (p. 198). Finalmente Spinoza quedó sepultado en el índice de libros prohibidos, “sin embargo, su labor se hundió bajo el movimiento general hacia el nuevo evangelio de la dominación científica y racional de la naturaleza, motor de nuevos profetas…”(p. 199).
Las cosas siguieron su cauce “La Ilustración nunca fue una escuela de pensamiento con dogmas vinculantes, aparte del acento que ponía en la razón, un optimismo de base y cierta tendencia elitista que, sin embargo, ya tenía caras muy diversas” (p. 208). Además, empezaron a diferenciarse diversas tendencias: “La ilustración racionalista y moderada de un Inmanuel Kant o de un Voltaire, un Thomas Hobbes o un Leibniz fue, para sus no pocos adversarios, un ataque al orden tradicional del mundo, aunque en realidad desempeñó también la función contraria, pues, en un mundo secular, infundió nueva vida a muchas ideas centrales de la tradición cristiano teológica” (p. 209).
Enseguida nos recordará Blom: “La mayoría de los ilustrados habían recibido una educación cristiana y esas ideas eran tan familiares para ellos y sus sociedades que les parecían la única estructura posible del pensamiento. Aunque los autores ilustrados atacaron dogmas cristianos, empleaban también argumentos e imágenes conceptuales de la tradición cristiana para reescribirlos a su manera” (p. 211).
Lógicamente, Philipp Blom debía dedicar un capítulo al terremoto de Lisboa el 1 de noviembre de 1755 que provocó miles de víctimas en esa ciudad y en otras cercanas y, además, el tsunami que todavía se llevó a otros miles de personas más y sobre todo, un amplio y enconado debate filosófico, científico y teológico acerca del mal físico y del mal moral (p. 219). La conclusión, para Blom, después de exponer los argumentos kantianos, de Voltaire o de Herder es la siguiente: “Lisboa llegó a ser sinónimo de la debilidad analítica de la religión racional. Al menos para la élite culta, el terremoto de 1755 fue un temblor intelectual” (p. 223).
Además, añadirá: “A fin de cuentas, tanto la aristocracia como la Iglesia derivaban su legitimidad de un mandato divino y de la gracia de Dios (incluso los calvinistas ricos habían aprendido a considerar que su prosperidad era prueba del favor de Dios, lo cual al mismo tiempo les permitió no sentirse responsables de los pobres). Por lo tanto, todo razonamiento que cuestionara el orden divino y alejara del trono y de la Iglesia la autoridad del saber y de la moral era en sí mismo un acto revolucionario” (p. 224).
Llegado a la sustancia de la ilustración nos dirá Blom: “Por una parte Kant llevó a sus contemporáneos a la desesperación en la medida en que su filosofía afirmaba que con la experiencia sensorial de la esencia del mundo era imposible percibir jamás nada y, por tanto, nada tampoco de una esperada verdad espiritual, es decir, de Dios, pero, por la otra, como Descartes con su res cogitans, creó un espacio que daba cabida al misterio y al Creador, un lugar que nunca se rozaría con la ciencia” (p. 226).
Aunque Dana Gioia no escribe en tono confesional, su poesía refleja una profunda raíz católica. Tyler Cowen, que lo entrevistó en su pódcast Conversations with Tyler, lo valora como una de las personas más ilustradas de Estados Unidos, y William Oxley, autor del prólogo de su única antología poética en español, lo considera el poeta más relevante de su país desde los años ochenta.
Daniel Cotta, desde la luminaria de una fe viva
Simone Weil, poeta antes que filósofa
Marcela Duque: “La poesía es una manera de estar atenta”Quien se acerca a la obra poética de Dana Gioia -de fondo metafísico y asentada en un genuino realismo visionario- descubre que son dos sus claves fundamentales. La primera es su vínculo con el New Formalism, un movimiento estadounidense surgido en reacción a las tendencias vanguardistas predominantes durante las décadas de 1980 y 1990, y que encontró en Gioia no sólo a su representante más destacado sino a su teórico más lúcido. Lejos de promover un simple retorno a la métrica tradicional, el Nuevo Formalismo buscó renovar la atención a la forma y rescatar la musicalidad del lenguaje, tanto en el verso rimado como en el versolibrismo. Para Gioia, la poesía es una forma artística profundamente ligada al canto. Como él mismo afirma: “Utiliza el sonido y el ritmo para crear una conexión física con el oyente y evocar significados más allá de las palabras”.
La segunda clave es su dimensión espiritual, especialmente su raíz católica, aunque su obra no contenga referencias religiosas explícitas a temas tradicionales. El propio Gioia ha respondido a esta cuestión, planteada en torno a por qué su identidad como poeta católico ha pasado inadvertida durante tanto tiempo. Su respuesta fue clara: “La mayoría de los lectores son muy literales y se centran sobre todo en el tema. Como no escribía poemas sobre la crucifixión o la Virgen María, nunca se les ocurrió que fuera un poeta católico. Lo que hace que mi poesía sea católica es la cosmovisión, el uso sacramental de los símbolos, el papel redentor del sufrimiento, la interpenetración de lo sagrado y lo mundano y, quizás de manera crucial, la convicción de que la verdad y la belleza son interdependientes. (…) Escribo a partir de los detalles cotidianos de la vida real. No debería ser necesario visitar el Vaticano para percibir lo divino. Está en todas partes si sabes cómo mirar”.
En efecto, Gioia no sermonea desde sus poemas ni se refugia en gestos litúrgicos. Su mirada busca lo trascendente en lo común, lo eterno en lo cotidiano. Es, quizás, ahí donde su voz alcanza una de sus mayores singularidades: en esa capacidad de crear belleza con hondura, sin solemnidad ni aspavientos, pero con una fidelidad absoluta a la música interior del lenguaje.
Precisamente, su poema más católico -en expresión del propio autor- es Plegaria en el solsticio de invierno, un título nada casual que alude al día más breve y oscuro del año, símbolo ancestral del recogimiento, la espera y la esperanza de la resurrección. El poema en cuestión dice así: “Bienaventurado el camino que nos mantiene vagando. / Bienaventurada la montaña que nos bloquea el paso. / Bienaventurado el hambre y la sed, la soledad y el deseo. / Bienaventurado el trabajo que nos consume sin fin. / Bienaventuradas la noche y la oscuridad que nos ciega. / Bienaventurado el frío que nos enseña a sentir. / Bienaventurados el gato, el grillo y el cuervo. / Bienaventurado el halcón que devora a la liebre. / Bienaventurado el santo y el pecador, redimidos entre sí. / Bienaventurados los muertos, apacibles en su perfección. / Bienaventurado el dolor que nos humilla. / Bienaventurada la distancia que impide nuestra alegría. / Bienaventurado el día breve que nos hace anhelar la luz. / Bienaventurado el amor que descubrimos al perderlo”.
El propio poeta ha descrito ese texto como “un conjunto de bienaventuranzas que alaban el sufrimiento y la renuncia necesarios para alertarnos espiritualmente, desde las que celebra la naturaleza transformadora y redentora del sufrimiento, una de las verdades espirituales centrales del cristianismo, así como una que se olvida fácilmente en nuestra cultura consumista materialista. También es un poema sobre enfrentar las duras realidades de nuestra existencia. Nuestra sociedad del bienestar intenta negar el sufrimiento, a menos que pueda venderte una pastilla o un producto para desterrarlo”.
Así, sin solemnidad ni posicionamientos doctrinales, Gioia ofrece una plegaria nacida desde la oscuridad, una voz que busca sentido en medio del dolor y que afirma, con la fuerza del lenguaje poético, que también allí -en lo más inhóspito- puede habitar lo divino.
De esa misma factura son otros muchos poemas suyos, en los que aborda temas íntimos como el amor esponsal -en Matrimonio de muchos años, por ejemplo, defiende su fidelidad conyugal-; el duelo por el fallecimiento de su hijo –Pentecostés es un texto desgarrador que sirve de botón de muestra, en el que se entrecruzan la culpa, la impotencia y una fe quebrada pero persistente, y donde la muerte se presenta como una transformación radical, un “pentecostés” oscuro-; o la memoria familiar y las raíces personales, como en Regreso a casa, trasfondo habitual de bastantes de sus poemas.
Asimismo, explora dimensiones existenciales a través de formas simbólicas o fantasmagóricas, en las que objetos, lugares o almas dialogan con el personaje poemático, generando una atmósfera de extrañamiento cargado de resonancias metafísicas. A ello se suma una reflexión sobre la naturaleza misma del lenguaje que, en su obra poética no es sólo herramienta expresiva, sino también sustancia misma de la realidad y vehículo hacia lo trascendente. A este respecto, su poema más elocuente es Palabras, pues sugiere que la existencia excede lo que las palabras pueden abarcar, aunque el lenguaje sigue siendo esencial: “Nombrar es conocer y recordar”, afirma,dejando entrever la necesidad de la fe para penetrar en la propia entidad de lo real.
Así pues, la obra poética de Dana Gioia debe entenderse a la luz de las dos claves ya expuestas: la renovación formal -heredera del New Formalism– y una visión espiritual profundamente encarnada, sostenida por una sensibilidad católica no formulada, pero sí constitutiva. Desde esa doble perspectiva, resulta legítimo entenderlo como un poeta sacramental, y no porque emplee, como digo, una imaginería religiosa convencional, sino porque su poesía expresa una convicción esencial -y a menudo contracultural- de que lo divino habita en lo real, en lo específico, en lo corriente.
En una época dominada por la frivolidad en el ámbito de la cultura, la superficialidad estética y el olvido de lo espiritual, la obra de Gioia se alza como una afirmación silenciosa pero firme de la dignidad humana. En sus versos -musicales, hondos, iluminadores- resuena la certeza de que la belleza, cuando es auténtica, no es mera ornamentación, sino un camino revelador hacia una verdad más sublime.
El Papa León XIV llama a construir una Iglesia humilde, sinodal y guiada por el amor, donde nadie imponga sus ideas ni domine a los demás, sino que todos escuchen, sirvan y busquen juntos la verdad con espíritu de fraternidad y humildad.
¿Los cristianos responden con amor?, pregunta León XIV en una “fiesta de la santidad”
El Papa da luz verde a la beatificación de 11 mártires del nazismo y comunismo
El Papa y Carlos III comparten una oración histórica en la Capilla Sixtina– Carol Glatz (Ciudad del Vaticano, CNS).
La regla suprema en la Iglesia Católica es el amor, que impulsa a todos los fieles a servir, a no juzgar, excluir o dominar a los demás, afirmó el Papa León XIV. «Nadie debe imponer sus propias ideas; todos debemos escucharnos. Nadie está excluido; todos estamos llamados a participar», dijo en su homilía durante una misa en la Basílica de San Pedro el 26 de octubre. «Nadie posee toda la verdad; todos debemos buscarla humildemente y buscarla juntos», afirmó.
La Misa marcó la clausura del Jubileo de los Equipos Sinodales y Órganos de Participación, celebrado del 24 al 26 de octubre. Cerca de 2.000 miembros de equipos y órganos sinodales, como consejos presbiterales, consejos pastorales y consejos de finanzas a nivel diocesano, eparquial, nacional y regional, se inscribieron para los eventos del Jubileo.
El Jubileo incluyó talleres y otros encuentros para fortalecer aún más la fase de implementación del documento final del Sínodo de los Obispos 2021-2024 sobre la sinodalidad. «Debemos soñar y construir una Iglesia más humilde», afirmó el Papa León en su homilía.
Debe ser una Iglesia que no se levante «triunfante e inflada de orgullo, sino que se incline a lavar los pies de la humanidad», dijo. Debe ser una Iglesia que no juzgue, dijo, «sino que se convierta en un lugar de acogida para todos; una Iglesia que no se cierre en sí misma, sino que permanezca atenta a Dios para poder escuchar igualmente a todos».
Al «revestirnos de los sentimientos de Cristo, ampliamos el espacio eclesial para que sea colegial y acogedor», afirmó. Esto nos permitirá vivir con confianza y un espíritu renovado en medio de las tensiones que atraviesan la vida de la Iglesia.
«Debemos dejar que el Espíritu transforme» las tensiones actuales en la Iglesia «entre unidad y diversidad, tradición y novedad, autoridad y participación», afirmó. «No se trata de resolverlos reduciendo uno a otro, sino de dejar que sean purificados por el Espíritu, para que puedan armonizarse y orientarse hacia un discernimiento común», afirmó.
“Ser Iglesia sinodal significa reconocer que la verdad no se posee, sino que se busca juntos, dejándonos guiar por un corazón inquieto y enamorado del amor”, afirmó. Los equipos sinodales y los órganos de participación, dijo, deben «expresar lo que ocurre dentro de la Iglesia, donde las relaciones no responden a la lógica del poder sino a la del amor».
En lugar de seguir una lógica «mundana», la comunidad cristiana se centra en «la vida espiritual, que nos revela que todos somos hijos de Dios, hermanos y hermanas, llamados a servirnos los unos a los otros», afirmó.
«La regla suprema en la Iglesia es el amor. Nadie está llamado a dominar; todos están llamados a servir», afirmó.
Dijo que Jesús mostró cómo pertenece “a los humildes” y condena a los moralistas en la parábola del fariseo y el publicano, que fue la lectura del Evangelio del día (Lc 18,9-14).
El fariseo y el publicano entran al templo a rezar, dijo el Papa, pero están divididos sobre todo por la actitud del fariseo, que está «obsesionado con su propio ego y, de esta manera, termina centrado en sí mismo sin tener relación ni con Dios ni con los demás». «Esto también puede ocurrir en la comunidad cristiana», dijo. «Sucede cuando el ego prevalece sobre el colectivo, provocando un individualismo que impide relaciones auténticas y fraternales».
“También ocurre cuando la pretensión de ser mejores que los demás… crea división y convierte a la comunidad en un lugar de juicio y exclusión; y cuando uno utiliza su rol para ejercer poder, en lugar de servir”, dijo el Papa. El publicano, en cambio, reconoció su pecado, pidió misericordia a Dios y «regresó a casa justificado», es decir, perdonado y renovado por el encuentro con Dios, según la lectura.
Todos en la Iglesia debemos mostrar la misma humildad, dijo, reconociendo que «todos tenemos necesidad de Dios y unos de otros, lo que nos lleva a practicar el amor recíproco, escucharnos unos a otros y disfrutar del caminar juntos». Ésta es la naturaleza y la praxis de los equipos sinodales y de los órganos de participación, afirmó, llamándolos «una imagen de esta Iglesia que vive en comunión».
“Comprometámonos a construir una Iglesia totalmente sinodal, ministerial y atraída por Cristo y, por tanto, comprometida en servir al mundo”, afirmó.
El Papa León citó las palabras del difunto obispo italiano Antonio Bello, quien oró por la intercesión de María para ayudar a la Iglesia a «superar las divisiones internas. Intervenir cuando el demonio de la discordia se infiltra en su seno. Extinguir el fuego del faccionalismo. Reconciliar las disputas mutuas. Calmar sus rivalidades. Detenerlos cuando deciden seguir su propio camino, descuidando la convergencia en proyectos comunes».
La Iglesia católica , dijo, «es el signo visible de la unión entre Dios y la humanidad, donde Dios quiere reunirnos a todos en una sola familia de hermanos y hermanas y hacer de nosotros su pueblo: un pueblo formado por hijos amados, todos unidos en el único abrazo de su amor».
Más tarde, antes de rezar el Ángelus del mediodía con los reunidos en la Plaza de San Pedro, el Papa León continuó su reflexión sobre el Evangelio del día, diciendo: «No es haciendo alarde de nuestros méritos como nos salvamos, ni escondiendo nuestros errores, sino presentándonos honestamente, tal como somos, ante Dios, ante nosotros mismos y ante los demás, pidiendo perdón y encomendándonos a la gracia del Señor».
Así como una persona enferma no intenta ocultar –por vergüenza u orgullo– sus heridas al médico, el cristiano tampoco debe intentar ocultar su dolor si quiere ser sanado, afirmó.
«No tengamos miedo de reconocer nuestros errores, de exponerlos, de asumir la responsabilidad y de confiarlos a la misericordia de Dios», dijo. «Así, su reino —que no pertenece a los orgullosos, sino a los humildes, y se construye mediante la oración y la acción, practicando la honestidad, el perdón y la gratitud— podrá crecer en nosotros y a nuestro alrededor».
Los días 14 y 15 de noviembre se celebrará en Jaén el XII Simposio internacional de San Josemaría, este año bajo el lema 'Voces de Esperanza'.
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¿Optimistas o esperanzados?
Tomás Trigo: “Sin la esperanza del Cielo, no daríamos un paso en la vida”El Simposio internacional san Josemaría celebra ya su duodécima edición este año, los días 14 y 15 de noviembre, en el Palacio de Congresos de Jaén. Este encuentro anual reúne a expertos, académicos y público interesado para profundizar en las enseñanzas y el mensaje de san Josemaría Escrivá, fundador del Opus Dei, en los distintos aspectos de la sociedad y nuestra vida.
El lema central del simposio, “Voces de esperanza”, invita a reflexionar sobre cómo la esperanza en Cristo puede inspirar y sostener todos los valores humanos, desde la amistad y la cultura hasta la ciencia y la espiritualidad. Así lo decía san Josemaría: «Es tiempo de esperanza, y vivo de este tesoro. No es una frase, Padre —me dices—, es una realidad”. Entonces…, el mundo entero, todos los valores humanos que te atraen con una fuerza enorme —amistad, arte, ciencia, filosofía, teología, deporte, naturaleza, cultura, almas…—, todo eso deposítalo en la esperanza: en la esperanza de Cristo».
El simposio comenzará el viernes 14 de noviembre con la recepción de asistentes y la conferencia inaugural “De dos en Dios. Una propuesta de espiritualidad matrimonial según las enseñanzas de san Josemaría”, impartida por Javier Vidal-Quadras, presidente de la Asociación FERT. Además, se entregará el Premio Simposio Internacional San Josemaría.
El sábado 15 de noviembre contará con diversas ponencias y paneles de debate, comenzando con la conferencia “La esperanza del cristiano. Una lectura desde la encíclica Spe salvi de Benedicto XVI”, a cargo de Pablo Blanco, sacerdote y catedrático de Teología Sistemática en la Universidad de Navarra, y varios paneles que abordarán la esperanza desde perspectivas como la acción social, la realidad humana y la vida profesional. Participarán ponentes como Almudena Calvo, Leire Navaridas, Ignacio Morón Henche, Aniceto Masferrer y más.
El simposio concluirá con la conferencia “San Josemaría, los enfermos y la esperanza”, impartida por el catedrático Miguel Ángel Martínez, y la despedida oficial a cargo de Luis Alberto Prados, vicario de la Prelatura del Opus Dei en Andalucía Oriental.
La entrada a todas las actividades requiere inscripción previa y el acceso se realizará mediante código QR, disponible en la web oficial.
El teólogo Abel de Jesús inauguró el primer curso de Arteología promovido por la Fundación Vía del Arte, un espacio formativo que busca tender un puente entre la creación artística y la experiencia espiritual.
Bajo el lema “Artistas, cargad con la belleza y traedla al campamento de los hombres”, Abel de Jesús invitó a los asistentes a contemplar el arte como una vía de revelación, donde la belleza se convierte en camino hacia lo divino.
El curso, estructurado en cuatro módulos —Ars Credendi (la fe), Ars Celebrandi (la liturgia), Ars Vivendi (la moral) y Ars Orandi (la oración)—, propone redescubrir las artes fundamentales del cristiano a través del lenguaje estético. El primer trimestre, conducido por Abel de Jesús, aborda temas como la creación y la tribulación, la expectativa y la revelación, la figura de Cristo como el hombre eterno, la caridad como amor, y el árbol de la vida en medio de la plaza.
Durante la primera sesión, celebrada en el taller del escultor Javier Viver, Abel de Jesús planteó una reflexión sobre el papel del artista en el mundo contemporáneo. Para él, el artista es un heraldo de Dios: alguien capaz de percibir la profundidad de lo real y transmitirla a los hombres mediante la belleza. “El artista es el hombre cargando la Belleza y llevándola al campamento de los hombres”, afirmó.
El teólogo explicó esta idea recurriendo a una imagen poderosa tomada de la “Ilíada”: la escena en la que Aquiles rescata el cuerpo sin vida de su amigo Patroclo, muerto por Héctor. Aquiles, vencido por el dolor y el amor, carga el cuerpo de su compañero y lo lleva de vuelta al campamento de los griegos. Para Abel, esta escena simboliza la tarea del artista: cargar con la belleza herida del mundo, rescatarla del campo de batalla del dolor y del caos, y traerla de regreso al corazón de la humanidad. El arte, entonces, no es un adorno, sino un acto de redención.
El artista, añadió, es aquel que vence la tentación del materialismo y logra conectar con la vida divina. Su obra, entonces, no es solo fruto del talento, sino eco de una experiencia trascendente. “Uno escucha «El Cascanueces» de Chaikovski —decía Abel— y dice: aquí está Dios”.
La experiencia de la belleza, según el teólogo, no está exenta de sufrimiento. “El hombre está herido por lo eterno”, afirmó, recordando que todo ser humano lleva en sí una nostalgia del absoluto. Esa herida nos empuja hacia la búsqueda de lo divino, pero también nos confronta con nuestra finitud. “La experiencia de Dios es dolorosa —añadió—. Santa Teresa decía: muero porque no muero. Ese anhelo místico se reconcilia finalmente con lo cotidiano”.
La mística, decía Abel, es lo que Dios pone en el alma; la ascesis, lo que el hombre ofrece para disponerse a Dios. Sin embargo, advertía que la experiencia de lo divino no es manipulable: “La Belleza es indisponible. No sabes cuándo vas a experimentar un síndrome de Stendhal. Y cuando ocurre, te quedas sin aliento. Se abre una herida: la del pecado original”.
En una de las reflexiones más profundas de la sesión, Abel de Jesús se preguntó: “¿Quién es Dios?” Su respuesta apuntó al deseo humano de totalidad: “Creemos en un solo Dios porque nuestro anhelo nos proyecta hacia una realidad última. No nos consolamos con lo penúltimo, sino con lo último”.
Citó a Ortega y Gasset: “Si la amada se va, la ciudad queda vacía.” Así explicó que el amor auténtico busca la unidad con lo amado. Cuando ese amor se orienta hacia Dios, el alma se eleva; cuando se queda en lo terrenal, se hunde. “No es que Dios sea insuficiente —aclaró—, sino que nuestras experiencias de Él son ideológicas o superficiales”.
Abel instó a los artistas a desprenderse de las estructuras humanas que a menudo sustituyen a Dios, a vivir su propia “noche oscura del alma”, en palabras de San Juan de la Cruz, y a buscar “más adentro, en la espesura”. Solo allí, decía, se purifican las alegrías y las tristezas que no vienen de Dios.
“La creación es un acto de amor hacia otro”, explicó Abel. El amor, como el arte, implica una tensión entre la unidad y la alteridad. “Ser distinto, pero tender a la unidad: ese es el drama del amor.” El teólogo relacionó esta dinámica con la Trinidad: el Padre que ama, el Hijo que es amado, y el Espíritu Santo que es el movimiento del amor. “El amor se realiza en la alteridad y solo así puede crear”.
Desde esa mirada, la creación del mundo es expresión de un amor que desborda. En el paraíso, el hombre vivía reconciliado con su cuerpo y con la naturaleza. Todo era armonía. El pecado, sin embargo, introdujo la ruptura: la criatura bella se volvió perecedera, herida. Aun así, la belleza conserva su poder de atracción, aunque siempre nos remite a algo que la trasciende. “Todo lo que no está enraizado en Dios se vuelve insuficiente”, recordaba el teólogo.
Abel también advirtió sobre el peligro de una belleza desligada de lo divino. “Sin Dios, la belleza se convierte en infierno”, afirmó, recordando los intentos del siglo XX por sustituir la religión por ideologías totalitarias. “Hitler tenía una idea de belleza fascista, y todo lo que no se ajustaba a ella le resultaba intolerable. Cuando se elimina a Dios, la belleza deja de iluminar y pasa a devorar”.
Citó los casos de Nietzsche y Freud como ejemplos de la desesperación moderna. “Cuando uno se aleja de Dios —dijo—, necesita llenar el vacío con otras cosas.” Hoy, ese vacío se disfraza de hiperconexión, redes sociales o consumismo, cuando lo que el alma necesita son “lámparas de Verdad que den luz y calor a las cavernas del sentido”.
“El artista —concluyó Abel— debe ser un malabarista del deseo que conduzca al hombre hacia lo eterno, hacia el amor incondicionado de Dios creador.” Esa misión, insistió, no es opcional: exige entrega total, riesgo y fidelidad a la verdad interior. Su tarea no es entretener, sino despertar.
La formación continúa. Si quieres sumarte a la próxima sesión del curso –Expectativa y Revelación, impartida por Abel de Jesús- puedes ver la información aquí.
Periodista y poeta.
El Papa reconocerá oficialmente el martirio de quienes sostuvieron su fe en medio de la barbarie nazi y la persecución comunista.
El Papa León honrará a casi 1.700 mártires modernos, símbolos de esperanza
¡Tú también puedes ser santo!
Pío XII no guardó silencio ante el nazismoEn un gesto solemne de memoria, el Papa León XIV ha aprobado el martirio —por odio a la fe— de once sacerdotes católicos víctimas de la persecución ideológica durante las décadas de 1940 y 1950. Entre ellos figuran los Siervos de Dios Jan Świerc y ocho compañeros, religiosos profesos de la Sociedad Salesiana de San Juan Bosco asesinados en los campos de concentración de Auschwitz (Polonia) y Dachau (Alemania) entre 1941 y 1942, y los sacerdotes diocesanos Jan Bula y Václav Drbola, quienes sufrieron el martirio entre 1951 y 1952 en Jihlava (entonces Checoslovaquia).
Los nueve detenidos y asesinados «in odium fidei» por su condición de sacerdotes. El 27 de junio de 1941, en el campo de concentración de Auschwitz, fueron ejecutados los sacerdotes Jan Świerc, Ignacy Dobiasz, Franciszek Harazim y Kazimierz Wojciechowski. Ignacy Antonowicz murió el 21 de julio de 1941 como consecuencia de los malos tratos sufridos aquel día.
El 5 de enero de 1942 falleció el sacerdote Ludwik Mroczek tras torturas y múltiples operaciones quirúrgicas. El 14 de mayo de 1942 fue fusilado Karol Golda en Auschwitz, tras acusaciones por administrar el sacramento de la confesión a soldados alemanes. El 7 de septiembre de 1942 murió Włodzimierz Szembek por malos tratos en Auschwitz.
Finalmente, el 30 de mayo de 1942, el sacerdote Franciszek Miśka fue asesinado en el campo de concentración de Dachau (Alemania) tras sufrir torturas y malos tratos.
Paralelamente, el pontífice ha dado luz verde al reconocimiento del martirio de Jan Bula y Václav Drbola, sacerdotes diocesanos que fueron víctimas del régimen comunista checoeslovaco entre 1951 y 1952.
Václav Drbola fue ejecutado el 3 de agosto de 1951 en Jihlava como resultado de un juicio político. Jan Bula fue condenado y ahorcado el 20 de mayo de 1952, también en Jihlava. Ambos sacerdotes habían sido acusados sin fundamento de conspiración, vinculados al llamado “juicio de Babice”, un montaje estatal para criminalizar la actividad religiosa y la fidelidad católica.
Auschwitz-Birkenau, símbolo del genocidio nacionalsocialista donde murieron 1,1 millones de personas (un millón de ellas judías), también fue un lugar de confinamiento para miles de católicos, principalmente polacos, gitanos y homosexuales. Entre 1940 y 1945, al menos 464 clérigos y 35 religiosas fueron deportados al complejo.
Pese a que las SS —una organización particularmente anticristiana— habían prohibido terminantemente toda actividad religiosa y la posesión de objetos de culto, la fe sobrevivió en la clandestinidad. El Museo Auschwitz-Birkenau documenta numerosos testimonios que revelan cómo los internos, arriesgando castigos severos (como 25 latigazos), lograron mantener viva su vida sacramental.
Se celebraron Misas clandestinas (especialmente en Dachau, con hostias y vino introducidos secretamente). En Auschwitz se realizaron confesiones discretas, a menudo junto a las paredes de los bloques, proporcionando «profundo alivio y consuelo» a los reclusos.
Las comadronas del campo, con permiso de las madres, bautizaban a los recién nacidos que apenas tenían posibilidades de sobrevivir. Incluso se celebró un matrimonio con un sacerdote prisionero bendiciendo a la pareja a través de la alambrada que separaba los campos.
Los internos también formaban grupos para rezar el rosario en octubre o realizaban las devociones de mayo en alabanza a la Virgen María.
Esta vida de fe, impulsada por figuras como el padre Maximiliano Kolbe (que confesó a Władysław Lewkowicz) y la comadrona Stanisława Leszczyńska (quien bautizó a Adam y a muchos otros niños), no solo ofreció consuelo a los moribundos, sino que demostró la fortaleza del espíritu humano frente a la barbarie. La fe, en el corazón del campo de exterminio, fue un testimonio de la inseparabilidad de la vida espiritual de la persona.
La Conferencia Episcopal Española elige el lema "Tú también puedes ser santo" para la campaña del Día de la Iglesia diocesana.
“Sin la Conferencia Episcopal es incomprensible el recorrido de la Iglesia en España”
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"El amor es más fuerte que la muerte": un testimonio de esperanza tras el suicidioLa Conferencia Episcopal Española ha presentado hoy, 24 de octubre, la Campaña del Día de la Iglesia diocesana, que se celebra el 9 de noviembre, bajo el lema «Tú también puedes ser santo«. Así, el secretariado para el Sostenimiento de la Iglesia invita a conectar la santidad con el día a día de nuestras vidas.
En la rueda de prensa de presentación han participado Mons. Vicente Rebollo, obispo responsable del secretariado para el Sostenimiento de la Iglesia; José María Albalad, director de este secretariado; y Lourdes Grosso, directora de la oficina para las Causas de los Santos.
El obispo Rebollo ha explicado que este año la campaña se centra en celebrar la santidad: «No deja de ser algo esencial en la vida del cristiano, una vocación que todo bautizado tiene». Recalca también la belleza del Día de la Iglesia diocesana, que invita a ser parte activa de la Iglesia, a entender y descubrir que somos una parte importante de la Iglesia universal. «Es importante que cada uno se sienta iglesia, que sepa que su casa común es su diócesis».
«La santidad se concibe como algo del pasado, como una estampa en blanco y negro» afirma José María Albalad, explicando que, frente a un mundo en el que prima un dios utilitarista, es contracultural hablar de santidad y «por eso esta llamada resulta transformadora». El deseo de santidad de cada uno, comenta, es el mejor modo de contribuir al sostenimiento de la Iglesia diocesana. Ha recalcado así la llamada que hizo el Papa León en Tor Vergata a «aspirar a cosas grandes y no conformarse con menos».
La portada de campaña expone a un ‘gamer’ con la imagen de Carlo Acutis en su habitación, siendo esta una invitación directa a encontrar inspiración para llevar una vida de santidad en los «amigos de Dios». Esta campaña ha encontrado especial inspiración en este santo, que ha supuesto un gran impulso para que los jóvenes se acerquen a la Iglesia. Su sorprendente y rápida llegada a los altares es vista como una clara obra del Espíritu Santo, manifestada especialmente a través de los milagros médicos atribuidos a su intercesión. «La providencia ha querido que este joven sea reconocido como santo con una fuerza especial, y su ejemplo ha inspirado a muchos jóvenes a contemplar la santidad como una meta posible y cercana en la vida cotidiana» comenta Lourdes Grosso.
«La santidad es el rostro mas bello de la iglesia» afirma José María Albalad. Así, en la página web de la campaña se han seleccionado santos y beatos que se dan a conocer a través de una breve biografía y una oración. Albalad comenta que en esta selección hay santos que poca gente conoce: «en este mundo donde el éxito se mide a golpe de ‘likes’ y seguidores hay vidas muy fecundas a la sombra, sin abrir portadas de periódicos».
Lourdes Grosso ha señalado que el 9 de noviembre, fecha que coincide con la dedicación de la Basílica de San Juan de Beltrán, posee un profundo sentido providencial. En sus palabras, el sostenimiento y la santidad pueden ir de la mano, pues queda claro que lo que realmente sostiene a la Iglesia es el Espíritu Santo junto con la vida de los santos. El Papa Francisco expresó su deseo de que, en esta fecha, la Iglesia hiciera presente a todos aquellos que han vivido santamente en cada territorio —santos, beatos, venerables y siervos de Dios—, aunque no todos gocen de culto público, para que sean conocidos y recordados. Este gesto busca resaltar la importancia de la santidad en la Iglesia particular y recordarnos que nosotros mismos estamos llamados a ser los futuros santos que continúen sosteniendo a la Iglesia.
La liturgia celebra el 24 de octubre a San Antonio María Claret (Sallent, Barcelona, 1807), Fundó la Congregación de los Misioneros Hijos del Corazón Inmaculado de María (claretianos). Se ordenó sacerdote, fue arzobispo de Santiago de Cuba y confesor de la reina Isabel II. Penitente, afrontó pruebas y murió desterrado en 1870.
Antonio Claret nació en el seno de una numerosa familia. A los dos días, en la fiesta de la Natividad del Señor, sus padres, Juan y Josefa, le bautizaron en la iglesia parroquial de Santa María, en Sallent. Antonio es el quinto de once hermanos, de los cuales cinco mueren antes de cumplir los cinco años. Vive en un hogar dedicado a la fabricación textil. A los pocos meses, el sonido de los telares se ve perturbado por la invasión francesa, relata la web claretiana.
Fue educado cristianamente y se distinguió inmediatamente por su devoción a la Virgen y a la Eucaristía. Tuvo que ayudar a sostener a la familia, y se dedicó a tejer junto a su padre. Sin embargo, Antonio ya sabía que su lugar estaba en otra parte.
A los 22 años ingresó en el seminario de Vic. Aún no había concluido los estudios teológicos, y el 13 de junio de 1835 recibe la ordenación sacerdotal. Su ideal era partir para la misión, marchó a Roma y entró en contacto con los jesuitas. Pero debido a una enfermedad tuvo que volver a España, y predicó en toda Cataluña y en Canarias. El santoral vaticano dice que “era muy convincente por su testimonio coherente y por su límpida vida ascética: siempre caminaba a pie, como un peregrino, con una Biblia y un breviario en mano”.
El 16 de julio de 1849 fundó, en una celda del seminario de Vic, la Congregación de los Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María. “La gran obra de Claret comienza humildemente con cinco sacerdotes dotados del mismo espíritu que el Fundador”. Y a los pocos días, el 11 de agosto, comunican a mosén Anton su nombramiento como arzobispo de Santiago de Cuba.
A pesar de su resistencia y su preocupación por no dejar huérfanas a la Librería Religiosa y a la recién fundada Congregación de Misioneros, aceptó el cargo por obediencia. Pero en 1957, la reina Isabel II le elige personalmente como su confesor y se vió obligado a trasladarse a Madrid. Luego participaría en el Concilio Vaticano I.
El Martirologio Romano dice: “San Antonio María Claret, obispo, que, ordenado presbítero, durante varios años se dedicó a predicar al pueblo por las comarcas de Cataluña, en España. Fundó la Sociedad de Misioneros Hijos del Corazón Inmaculado de la Virgen María y, ordenado obispo de Santiago de Cuba, trabajó de modo admirable por bien de las almas. Habiendo regresado a España, tuvo que soportar muchas pruebas por la Iglesia, muriendo desterrado en el monasterio de monjes cistercienses de Fontfroide, cerca de Narbona, en el mediodía de Francia († 1870)”.
La persona se distingue del universo porque no solo existe, sino que es libre, capaz de amar, de convivir con otros y de transformar el mundo con su acción consciente.
El amor verdadero no está en internet
Falsa libertad
Un análisis de los cambios religiosos y sociales en EspañaDe todo lo que existe podríamos decir -de un modo un tanto radical, pero cierto-, que hay dos seres: las personas y todo lo que no es persona, a lo que llamaría universo. Hay tres modos de ser personas: divina, angélica y humana. Y es evidente que el universo no es persona, por mucho que la persona humana habite en ella, la personas angélicas actúen en el universo y la divina crea y cuida del universo. Y lo que diferencia la persona y el universo es la libertad. La persona es libre, el universo no. Y esta diferencia es tan abismal, que no puede igualarse esos modos de ser. El modo de ser del universo es muy inferior al personal. Es más, uno de los errores más actuales al que empezamos a acostumbrarnos es tratar al mundo mejor que a las personas (o igual), y es un error porque el ser personal es mucho más valioso que el universo, por muy mal que se comporte el ser humano.
El universo está, tiene sus normas intrínsecas inamovibles, su modus operandi, su forma de ser tan estupenda y a la vez tan limitada. Del mundo aprendemos lo que sabemos, del mundo nos admiramos de su belleza, en el mundo vivimos, en el mundo estamos, el él crecemos y crecemos como personas. La cultura, la verdadera cultura es hacer el mundo más habitable, más humano, más bello. Esto significa que la cultura consiste en perfeccionar lo que se nos ha dado: el mundo. Y, por el contrario, hacerlo peor, destruirlo, no es cultura, es anticultura. El culto, el cuidado, el mejorar el mundo es lo propio de la cultura. También existe un culto a Dios, que sería propiamente la religión, que es el modo de relacionarse con el creador. Pero el mundo no ama, no es libre, existe pero no coexiste, es universo, no intelige… es decir, no es persona.
La distinción entre universo y persona es clave para entendernos a nosotros mismos. ¿Qué significa ser persona? Persona significa no sólo ser criatura porque también el universo es creado, sino ser hijo. Y ser hijo no sólo consiste en nacer, también el universo animal nace (nacer viene de nascor, de ahí la palabra naturaleza). El hombre nace sintiendo necesidad, siendo dependiente. El mundo, el universo nace siendo ya prácticamente independiente. Ser persona significa nacer de modo dependiente, necesitado, es co-ser, co-existe… no es uni-verso, la persona es el co del co-existir. Mientras el universo existe, el ser humano co-existe y su condición de co es radical, porque el hombre sólo no es posible.
La pretensión moderna y posmoderna no acepta esta dependencia. Y por eso se habla mucho de autonomía y de una libertad que no es la libertad de un hijo, sino la libertad de un dios… en el fondo la pretensión moderna es que el hombre no es hijo sino un dios… Y como se ve como dios, entonces no tiene que rendir cuentas a nadie, y en ello les va su concepción de la libertad. Es la pretensión de no tener origen, de ser creadores, de manipular la naturaleza al antojo, de no mejorar el mundo sino controlarlo y dominarlo (poder). Y así nacen las ideologías. Por ejemplo, la ideología de género no acepta las leyes de la naturaleza. Y si no las acepta entonces no las puede mejorar. Y si no las mejora ya no puede hablarse de cultura. Esa ideología es anticultural, porque no mejora la naturaleza sino que la cambia a su arbitrio. Es un “constructo social” dicen al definirse lo que son. Deciden quiénes quieren ser como si pudieran… pero eso le compete al creador, no a las criaturas. Han prescindido de la naturaleza y ya todo es cultura. Pero esa cultura que manipula y controla pero no mejora es, en el fondo, anticultura.
Como admirador de la filosofía de Leonardo Polo la propuesta que lanzo es que, tanto la modernidad como la posmodernidad, no han alcanzado a la persona. Se han quedado en el yo. No han vislumbrado la persona como intelecto, amor donal, libertad y co-existencia, sino más bien como razón, voluntad y sentimientos. Es importante el yo, es importante el mundo de las facultades, de las potencialidades, pero no han llegado al acto: amor, intelecto, libertad, co-existencia, que es justamente lo que actualiza esas facultades del yo. Un yo, como el de Freud, donde la clave de su filosofía es el ego, un yo como el superhombre de Nietzsche, que es pura voluntad de poder, o sea facultad, potencia, pero no acto, un yo como el de Sartre, donde el yo no está en la conciencia sino fuera de ella, en el mundo, un yo así es pobre, muy pobre. Y han hecho una filosofía del hombre donde en vez de crecer se ha empequeñecido: un yo que puede y no sabe lo que puede, con la pretensión de querer todo, sin saber qué es ese todo. Un yo pobre que quiere ser Dios, una potencia sin conocer el acto de ser personal que es lo que hace crecer.
A estas filosofías que no traspasan, no trascienden el yo, por mucho que lo intenten -no olvidemos la obra de Sartre La trascendencia del Ego-, a estas filosofías les falta la esperanza de ser persona. La persona es un don creado que acepta su condición criatural, de dependencia. Aceptar no es menos que dar. Aceptarse es todo un reto y una condición de crecer como persona. Y el dar es propiamente lo que el hombre puede aportar. En los dos casos la persona es un novum, una novedad, probablemente la única novedad del mundo: cada persona. Y lo es en tanto que se acepta y es aceptada por el creador y por ella misma, y en cuanto que da, y su aporte es el obrar, lo propio de la ética. De tal modo, que el obrar sigue al ser, que la ética sigue a la persona, que el yo sigue al ser personal, pero un yo que no sigue nada más que a él mismo es una tragedia. Descubrir la persona, el acto de ser personal es una forma de descubrir la clave de la esperanza humana.
Según el Palacio de Buckingham, es la primera vez desde la Reforma a principios del siglo XVI que el Papa y un monarca británico rezan juntos en un servicio ecuménico en el Vaticano.
Por Cindy Wooden, OSV.
El Papa León XIV recibió al rey Carlos III de Gran Bretaña y a la reina Camila en el Vaticano para una visita única que combinó ceremonias solemnes y un momento histórico de oración en la Capilla Sixtina.
Desde el momento en que la pareja real llegó el 23 de octubre al Patio de San Dámaso del Palacio Apostólico, la alta formalidad de la visita oficial fue evidente cuando un contingente de guardias suizos más grande de lo habitual dio la bienvenida al rey y la reina, y la banda de la policía del Vaticano tocó el himno del Vaticano y «God Save the King», que es el himno nacional británico.
Tras una reunión privada, el Papa León XIV y el rey Carlos III intercambiaron regalos: un mosaico de Cristo para el rey y un icono de San Eduardo el Confesor para el Papa. También se regalaron fotos enmarcadas y autografiadas.
Pero ambos también intercambiaron los máximos honores. Carlos III confirió al papa la «Gran Cruz de Caballero de la Orden del Baño», que tradicionalmente se otorga a los jefes de Estado, y el Papa le confirió al rey la «Gran Cruz de Caballero con Collar de la Orden Vaticana del Papa Pío IX». El Papa León XIV nombró a la reina Camila dama de la misma orden.
Sus Majestades habían planeado originalmente realizar la visita en abril, coincidiendo con una visita de estado a Italia. Si bien la parte italiana de su viaje se llevó a cabo según lo previsto, solo visitaron brevemente el Vaticano para saludar al papa Francisco, quien falleció pocas semanas después.
Después del encuentro privado y el intercambio de regalos, el Papa León XIV y el arzobispo anglicano Stephen Cottrell de York, el prelado de mayor rango de la Iglesia de Inglaterra, dirigieron la oración del mediodía en la Capilla Sixtina con un enfoque en el «cuidado de la creación».
El Papa León XIV y el arzobispo Cottrell se sentaron frente al altar, bajo el Juicio Final de Miguel Ángel, durante el servicio de oración, mientras que el rey y la reina se sentaron ligeramente a un lado.
A los cantores del coro de la Capilla Sixtina se unieron adultos del coro de la Capilla de San Jorge en el Castillo de Windsor y niños del coro de la Capilla Real del Palacio de St. James en Londres.
El cardenal Vincent Nichols de Westminster, presidente de la Conferencia Episcopal católica de Inglaterra y Gales, y el arzobispo Leo Cushley de St. Andrews y Edimburgo, en representación de los obispos católicos de Escocia, y la reverenda Rosie Frew, moderadora de la Iglesia Presbiteriana de Escocia, se unieron al rey y a la reina para el servicio de oración.
Al informar a los periodistas sobre la visita, el arzobispo Flavio Pace, secretario del Dicasterio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, dijo que los momentos de oración y el intercambio de honores eran signos claros del progreso logrado en las relaciones católico -anglicanas desde la década de 1960.
El Papa León XIV y el Rey Carlos III abandonaron juntos la Capilla Sixtina y se dirigieron a la contigua Sala Regia para reunirse con líderes empresarios y activistas comprometidos con la lucha contra el cambio climático y la promoción de la sostenibilidad.
El Papa acompañó personalmente al rey de regreso al patio de San Dámaso, donde su «Bentley State Limousine», un vehículo blindado utilizado para visitas formales, lo esperaba a él y a la reina.
Como es habitual, la oficina de prensa del Vaticano no proporcionó ninguna información sobre la conversación privada entre el Papa y el Rey.
Sin embargo, en una reunión con el cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado del Vaticano, y el arzobispo Paul R. Gallagher, ministro de Asuntos Exteriores, la oficina de prensa indicó que «se trataron temas de interés común, como la protección del medio ambiente y la lucha contra la pobreza».
Se prestó especial atención al compromiso compartido de promover la paz y la seguridad ante los desafíos globales, según la declaración. Y, recordando la historia de la Iglesia en el Reino Unido, se reflexionó sobre la necesidad de seguir promoviendo el diálogo ecuménico.
Después de salir del Vaticano, el rey Carlos III y la reina Camila fueron a la Basílica de San Pablo Extramuros de Roma y atravesaron la Puerta Santa, rezaron ante la tumba de San Pablo y asistieron a otro servicio de oración.
Con la aprobación del Papa León XIV, el rey Carlos III fue reconocido como «cofrade real» de la basílica, decisión tomada por el cardenal estadounidense James M. Harvey, arcipreste de la basílica, y el abad benedictino Donato Ogliari, responsable del monasterio de San Pablo Extramuros.
A cambio, el Palacio de Buckingham dijo: «con la aprobación del rey, el decano y los canónigos del Colegio de San Jorge de Windsor han ofrecido que el Papa León XIV se convierta en ‘cofrade papal’ de la Capilla de San Jorge en el Castillo de Windsor y el Papa ha aceptado».
«Estos obsequios mutuos de ‘confraternidad’ son reconocimientos de compañerismo espiritual y son un profundo símbolo del camino que la Iglesia de Inglaterra -de la cual Su Majestad es Gobernador Supremo- y la Iglesia católica Romana han recorrido en los últimos 500 años», dijo el palacio en un comunicado.
El Instituto de Salud Carlos III confirma un aumento sostenido de las ITS (clamidia, gonorrea y sífilis), que no dejan de agravarse.
El Informe 2024 de Vigilancia Epidemiológica de Infecciones de Transmisión Sexual (ITS), elaborado por el Instituto de Salud Carlos III en colaboración con el Ministerio de Sanidad, confirma una tendencia que preocupa a los expertos: las ITS siguen creciendo de forma constante en España.
Durante 2024 se diagnosticaron 41.918 casos de Chlamydia, un 10 % más que en 2023. La infección gonocócica alcanzó los 37.257 casos (un aumento del 7 %), la sífilis llegó a 11.930 (6 % más) y el linfogranuloma venéreo se notificó en 1.996 personas, un incremento también del 10 %.
El grupo más afectado son los jóvenes menores de 25 años. El informe no solo refleja un mal año, sino una tendencia sostenida: entre 2020 y 2024 las tasas de infección gonocócica han aumentado un 28,9% anual, mientras que las de sífilis y clamidia han crecido cerca del 20% cada año.
Pese a más de dos décadas de inversión en programas de educación sexual en colegios e institutos, los resultados no acompañan. Los números evidencian que los abortos y embarazos no deseados también crecen año tras año.
Esta situación refleja una crisis de responsabilidad política y sanitaria: se celebra el acceso al aborto gratuito mientras los indicadores de salud sexual empeoran. Nadie asume el fracaso.
El debate se centra en el modelo de educación sexual dominante, que gira casi exclusivamente en torno al uso del preservativo. Las campañas públicas, como la histórica “Póntelo, pónselo”, prometían un “sexo seguro” que no se ha traducido en mejores resultados.
Según datos citados por la Organización Mundial de la Salud, Planned Parenthood y Durex, la eficacia del preservativo frente al embarazo es del 98% solo con uso perfecto, pero desciende al 85% en condiciones reales. Esto significa que 18 de cada 100 mujeres que confían únicamente en este método quedan embarazadas durante el primer año.
Además, los psicólogos y epidemiólogos advierten del fenómeno de “compensación de riesgo”: al sentirse más protegidos, los jóvenes inician antes su vida sexual y aumentan su número de parejas, lo que eleva el total de infecciones aunque el riesgo individual por relación sea menor.
Ya en los años 90 varios médicos propusieron el modelo ABC (Abstinence, Be faithful, Condom use), que prioriza la abstinencia y la fidelidad por encima del simple uso del preservativo. En 2004, un artículo publicado en The Lancet pedía una reorientación valiente de las políticas de prevención del sida, subrayando la necesidad de retrasar el inicio de las relaciones sexuales y reducir el número de parejas.
El planteamiento, sin embargo, fue duramente criticado en medios y organismos internacionales cuando en 2009 Benedicto XVI defendió esta misma línea al hablar del sida en África, generando una intensa polémica. Aun así, el doctor Edward C. Green, entonces director del Proyecto de Prevención del VIH de la Universidad de Harvard, respaldó al Papa explicando que los datos demuestraban que la fidelidad y la reducción de parejas son más efectivas que la distribución masiva de preservativos.
El informe del Instituto de Salud Carlos III pone de manifiesto un desafío que va más allá de la sanidad: cómo educar en responsabilidad afectiva y sexual en una sociedad que promueve la libertad sin límites.
Mientras las infecciones crecen y la edad de inicio sexual desciende, quizá debería crecer el consenso en que solo un cambio profundo en la cultura sexual podrá revertir la tendencia.
Redactor de Omnes. Anteriormente ha sido colaborador en diversos medios y profesor de Filosofía de Bachillerato durante 18 años.
El 21 de abril de este año fallecía el Papa Francisco en el Vaticano. A los tres días, la escritora Ana Iris Simón planteó que algunos le ponían “un pero: el aborto. Pero, ¿es el aborto progresista?”, continuaba Simón. “El gran Miguel Delibes escribía esto”. Y nos ponía en suerte a Delibes, que recordaba parámetros del progresismo: apoyar al débil.
El sábado pasado, la escritora manchega Ana Iris Simón publicó un artículo en el medio en el que colabora, ‘El País’, titulado ‘Un dolor que no encaja en el eslógan’. Dijo que nunca había oído un testimonio como el de Leire Navaridas, “mucho menos en un gran medio”. Leire, que había abortado voluntariamente en 2008, asistió feliz en 2018 a la manifestación del 8M. Pero los carteles revindicando el aborto como un derecho feminista removieron algo en ella, y decidió hacer público su testimonio, escribe Ana Iris.
“Según cuenta, estuvo varios años en tratamiento psicológico por las secuelas que le provocó ese aborto voluntario, tras el cual vino otro espontáneo”. Y “brotó en Leire la certeza de que abortar es acabar con una vida. Con la vida de un hijo. Según me contó fuera de cámaras”, continuaba la columnista, “para ella la sacralidad de la vida no tiene que ver con argumentos teológicos sino humanos”.
Ana Iris Simón lleva tiempo pensando en este asunto. Por ejemplo, en junio de 2024 contó en el mismo medio la historia de una niña de tres años, con síndrome de Down. Sus padres decidieron seguir adelante con el embarazo, y dejaron una carta en el casillero de la escuela, donde explicaban que para ellos era un regalo haberla traído al mundo, y así lo contaban. A su juicio, el hecho de que la mayoría de los niños con síndrome de Down sean abortados refleja que vivimos en “una sociedad eugenésica”.
Estos días he rebuscado en mi ordenador un pequeño tuit de Simón, fechado el 24 de abril de este año, tres días después de fallecer el Papa Francisco. Decía Ana Iris: “En estos días, los que quieren vender al Papa Francisco como un progresista y no como lo que era (un católico) le ponen un pero: el aborto. Pero, ¿es el aborto progresista? En ABC, en los 80, el gran Miguel Delibes escribía esto”.
Y remite a una fotografía de Miguel Delibes (Valladolid, 1920 – Valladolid, 2010), donde al pinchar, salen unos párrafos de un artículo del escritor castellano, no todos. El texto íntegro fue publicado por Delibes en ABC, con el título ‘Aborto libre y progresismo”’, el 14 de diciembre de 1986. El mismo diario lo republicó el 20 de diciembre de 2007.
En los párrafos seleccionados por la escritora manchega, el tema central es el progresismo, qué es lo progresista. Dice el autor de ‘Cinco horas con Mario’, o ‘Los santos inocentes’:
“Y el caso es que el abortismo ha venido a incluirse entre los postulados de la moderna ‘progresía’. En nuestro tiempo es casi inconcebible un progresista antiabortista. Para éstos, todo aquel que se opone al aborto libre es un retrógrado, posición que, como suele decirse, deja a mucha gente, socialmente avanzada, con el culo al aire”.
“Antaño el progresismo respondía a un esquema muy simple: apoyar al débil, pacifismo y no violencia”, proseguía el escritor. “Años después el progresista añadió a este credo la defensa de la Naturaleza. Pero surgió el problema del aborto y, ante él, el progresismo vaciló. Para el progresista, el débil era el obrero frente al patrono, el niño frente al adulto, el negro frente al blanco. Había que tomar partido por ellos. Para el progresista, eran recusables la guerra, la energía nuclear, la pena de muerte, cualquier forma de violencia”. (…).
“Pero surgió el problema del aborto, del aborto en cadena, libre… (…) Contra el embrión, una vida desamparada e inerme, podía atentarse impunemente. Nada importaba su debilidad si su eliminación se efectuaba mediante una violencia indolora, científica y esterilizada”, denunciaba Delibes. Porque, siguiendo su hilo argumental, lo lógico del progresismo hubiera sido apoyar al débil, en este caso el embrión.
Miguel Delibes concluía: “Porque si el progresismo no es defender la vida, la más pequeña y menesterosa, contra la agresión social… ¿qué pinto yo aquí? Porque para estos progresistas que aún defienden a los indefensos y rechazan cualquier forma de violencia, esto es, siguen acatando los viejos principios, la náusea se produce igualmente ante una explosión atómica, una cámara de gas o un quirófano esterilizado”.
Los argumentos se pueden multiplicar. Aquí nos hemos limitado a seguir el hilo,el pase de pelota de Simón a Delibes, con el testimonio de Navaridas. Y a reflejar en parte argumentaciones, que parecen honestas y dan que pensar, en la línea que sugería hace un par de años Javier García Herrería.
En muchos países conseguir buenos profesores para los colegios es todo un desafío. ¿Cómo animar a nuestros mejores graduados para que sientan ganas de aventurarse en la profesión del maestro de escuela? ¿Cómo encender en ellos el deseo de formar con pasión a las nuevas generaciones de chilenos?
Quien aspira a enseñar, al menos en un inicio, siente el latido de la generosidad, el amor por un saber y el deseo de compartirlo, la audacia de querer participar en la formación de las jóvenes promesas de la Nación. La persona que discierne este camino vocacional imagina los frutos que podría tener su trabajo, como podría ser el crecimiento de los alumnos, la siembra de esperanzas en sus familias, la promoción de un país mejor. Todo esto, sin embargo, ha sido cubierto por una niebla de dudas.
En esta bruma se escuchan, como en susurros, frases que conforman una estructura de lo políticamente correcto, pero que desgastan las ganas de enseñar. Estas sentencias no suelen venir de los profesores que conocen las dinámicas del aula, sino de “expertos” que comentan desde fuera e influyen en la legislación. Por ejemplo: “Es mejor que los alumnos aprendan por su cuenta, no vayas a imponer tus conocimientos”. O “cuidado con meterse mucho en las vidas de los jóvenes: eso podría resultar invasivo y autoritario”. En fin, es un reproche que contamina la legítima aspiración al entusiasmo que tiene cualquier educador, pues ¿qué sentido tiene deslomarse para entrar en un aula donde nadie te necesita? En otras palabras, ¿cómo tener ganas de ser profesor si no te dejan ejercer la profesión?
Daniel Mansuy explica que el origen de estos descaminos está en el pensamiento de Rousseau. Lo cuenta en su libro Educar entre iguales (IES, 2023): “La educación había sido entendida como aquella instancia que busca transmitir una herencia; y el profesor, como el depositario de algo que merecía ser entregado. En el andamiaje de Rousseau, el lugar de quien enseña sufre más de una modificación. El profesor deja de ser alguien que entrega algo relevante, deja de ser alguien que encarna un mundo que el alumno recibe y se apropia, y pasa a ser un facilitador del autodesarrollo del educando”.
Lo de “facilitar el autodesarrollo del educando” suena bien. Y tiene parte de verdad. Pero en el extremo se parece bastante al abandono de deberes. Así, vamos dejando a los alumnos tan libres en su “auto aprendizaje” que, en la práctica, nos desentendemos de ellos. Nacen y crecen por su cuenta, dispersos en la fantasía de los teléfonos, inocentes ante los peligros de la calle, ignorantes de la historia, frágiles ante peligros frente a los cuales no han sido preparados. Avanzan en sus mallas curriculares, pero muy pocos profesores se detienen en ellos para invitarles a soñar, a crear, a proyectar un despliegue de virtudes y talentos.
Es momento de reaccionar. Los jóvenes que sienten un llamado a la enseñanza no desean transformarse en burócratas de “rutinas de pensamiento”, sino que piensan más bien en una genuina vocación de maestros. Es decir, de alguien que muestra horizontes, que reconoce y potencia talentos, corrige desvíos y orienta en el camino hacia la excelencia. Como decía el crítico literario George Steiner, con una visión que ahora nos sirve de resumen conclusivo: “Un Maestro invade, irrumpe, puede arrasar con el fin de limpiar y reconstruir. Una enseñanza deficiente, una rutina pedagógica, un estilo de instrucción que, conscientemente o no, sea cínico en sus metas meramente utilitarias, son destructivas. Arrancan de raíz la esperanza. La mala enseñanza es, casi literalmente, asesina y, metafóricamente, un pecado. Disminuye al alumno, reduce a la gris inanidad el motivo que se presenta. Instila en la sensibilidad del niño o del adulto el más corrosivo de los ácidos, el aburrimiento, el gas metano del hastío” (Lecciones de los maestros, Siruela: 2020).
La vocación del maestro es fascinante. A ver cómo la recuperamos.
Abogado de la Pontificia Universidad Católica de Chile, Licenciado en Teología de la Pontificia Universidad de la Santa Cruz (Roma) y Doctor en Teología de la Universidad de Navarra (España).
El historiador Vicente Cárcel Ortí publica el primer volumen con documentos inéditos del Archivo Vaticano sobre Pío XII, que revelan su oposición al nazismo y su compleja relación con el régimen de Franco.
Pío XII y el nacionalsocialismo
Los archivos de Pío XII
Pío XII y la persecución nazi a los judíosEl veterano historiador de la Iglesia Vicente Cárcel Ortí (Manises Valencia 1940) especialista en historia de la Iglesia contemporánea, ha trabajado en la preparación de los archivos vaticanos para poder dar acceso a los fondos acerca del pontificado del venerable siervo de Dios Pío XII.
Es decir que, cuando el Santo Padre decide que se abran las puertas del Archivo Apostólico Vaticano, el más antiguo y completo archivo de gobierno del mundo, se lee la documentación y se dispone en los fondos generales y en los fondos reservados. De ese modo los historiadores pueden publicar trabajos serios y fiables a la vez que se evita poner en manos de cualquiera, cuestiones de conciencia o asuntos especialmente delicados sobre los que siempre ha de mantenerse la necesaria reserva y la delicadeza para su tratamiento.
Después de muchos años trabajando y enseñando en las universidades pontificias y redactando obras de gran envergadura, el doctor Cárcel Ortí nos proporciona el primer y más importante documento sobre las relaciones entre Pío XII y España.
Una vez más, como ya hiciera con el pontífice Pío XI, Cárcel Ortí ha publicado en la BAC el primer volumen sobre los fondos de Pío XII, con documentación de primera mano de los Archivos Apostólicos Vaticanos y con bibliografía actualizada y reciente. Una verdadera primicia que los historiadores tienen a la mano desde ahora y que se irá ampliando con más documentación y sucesivos trabajos.
Lo primero que hemos de agradecer al historiador valenciano es la magnífica biografía documentada del romano pontífice con la que inicia este magnífico volumen que ahora presentamos. Ciertamente, ha puesto en nuestras manos, documentos de una gran valía gracias a los cuales hemos podido, conocer con mayor detalle el perfil humano y sobrenatural de Pío XII, así como, momentos más oscuros de su biografía, casi desconocidos hasta la fecha. Por ejemplo, aquí se especifica cómo el Papa Pío XI fue preparando a su Secretario de Estado para que le sucediera tras ser elegido por el Espíritu Santo en el conclave de 1939. De ese modo se entiende los viajes y delegaciones de los últimos años (p. 141).
Como es sabido, el adelanto de la apertura del Archivo Apostólico Vaticano en lo referente al pontificado de Pío XII se produjo en 2020, y ha sido adelantado respecto a la fecha habitual que le correspondía por un deseo del papa Francisco, especialmente motivado para terminar con las falsas interpretaciones y acusaciones de connivencia del papa Pío XII con el régimen de Hitler.
Indudablemente la documentación aportada es demoledora y libera definitivamente al romano pontífice de todo “encubrimiento” y, por supuesto de la acusación de silencio culpable. Los documentos aportados son claros de que Pío XII, primero como nuncio en Alemania (p. 40), como secretario de Estado y como Romano Pontífice desenmascaró a Hitler ante la opinión pública, condenó su doctrina y su ideología y luchó denodadamente por salvar a los judíos y a toda la humanidad del racismo subyacente al nazismo y, por tanto, la amplia capacidad destructora de la humanidad que contenía (p. 148-199).
Es asimismo muy interesante, la dedicación a España del Romano Pontífice, tanto desde sus tiempos como Secretario de Estado cuando pudo seguir muy cerca la evolución de la guerra civil y animó a Pío XI a recibir a 500 supervivientes de la guerra en Roma el 14 de septiembre de 1936. Muchas veces resonó en sus oídos a lo largo de su pontificado, la frase que recoge la portada de este libro: ante los gritos de los españoles “España por el papa”, respondía: “El papa por España”.
La documentación aportada por Vicente Cárcel Ortí confirma el recelo de Pío XII con el régimen de Franco debido a su carácter totalitario y, por tanto, sometido a un bloqueo diplomático por Naciones Unidas (p. 297). Enseguida nos dirá: “Pío XII recomendó a Franco moderación, amor y perdón, pero no siempre fue escuchado, y con respecto al Régimen, le preocupaba su inmovilismo y estaba de acuerdo en la necesidad de una apertura, sin la menor duda, pero ejecutada a la velocidad conveniente para evitar traumas y desgarrones. También la jerarquía reclamó una apertura del Régimen, todo lo lento que fuera preciso, pero nunca un cierre del mismo” (p. 298).
Es muy interesante, el intenso proceso de negociación del Concordato de 1953 en las fuentes documentales del Vaticano donde eran plenamente conscientes de la fragilidad de la dictadura y de cómo iría perdiendo fuerza y apoyo interno con el paso de los años precisamente por la fuerza de la naciente Comunidad Europea que terminaría por imponerse tanto política como económicamente.
A la vez la Santa Sede era consciente del inmovilismo de Franco y de su incapacidad de permitir libertades políticas en un régimen cada vez más personal y autárquico. De ahí el esfuerzo por llegar a un Concordato de amplia duración como los que se estaban redactando con otros países occidentales (p. 337).
Otro capítulo interesante que aporta este trabajo es acerca del itinerario jurídico del Opus Dei. Precisamente, ese es el título de un extraordinario trabajo realizado hace unos años por tres eminencias: José Luis Illanes, Amadeo de Fuenmayor y Valentín Gómez Iglesias que aportaron los documentos que tenían a su alcance para estudiar cómo el Opus Dei había ido adoptando el ropaje jurídico necesario para salvaguardar el carisma y posibilitarle trabajar en el mundo entero unido al Santo Padre, a los obispos y a la Iglesia entera, salvaguardando el carisma laical y secular de la mayoría de sus fieles corrientes de toda clase y condición. Asimismo, estos autores fueron estudiando jurídicamente las diversas fórmulas que la Santa Sede fue proporcionando para la unidad en el trabajo de sacerdotes y laicos hasta llegar en 1982, finalmente a la Prelatura del Opus Dei unida a la Sociedad sacerdotal de la Santa Cruz. Lógicamente, tras la apertura del Archivo Vaticano deberá hacerse un retoque de ese trabajo (p. 450-470).
Como es sabido y, así lo reconoce el Profesor Vicente Cárcel Ortí, al haber cambiado la configuración jurídica de las prelaturas en el Código y tras el Motu propio de Francisco “Ad charisma tuendum” se ha puesto en marcha un camino de adecuación de los Estatutos que está actualmente en marcha (p. 439).